ARTURO MOYA
Diputado de UCD por Granada
Gibraltar y la OTAN
Las declaraciones del secretario general del PSOE en la rueda de prensa celebrada recientemente para
presentar la campaña de su partido contra el ingreso de España en la OTAN han producido una cierta
sensación de curiosidad y asombro.
La credibilidad de Felipe González como estadista y personaje de primera fila en la escena política
española -realmente acreditada en otras ocasiones- ha debido perder puntos esta vez.
Su versión de que la política del Gobierno aproximándonos a la OTAN podría suponer prácticamente
una traición a los auténticos intereses defensivos españoles y una ¡alta de dignidad si no se exige el
reconocimiento de la soberanía española sobre Gibraltar por parte de los países componentes de
la Alianza Atlántica como condición previa a nuestra adhesión a la misma tiene tal carga visible
de demagogia que no puede aceptarse como argumento válido en ningún caso.
El llegar a una simplificación tan desorbitada como la que se produce al señalar el señor González,
jocosamente, la pretendida paradoja que puede suponer el que entremos en la OTAN sin resolver antes el
tema de Gibraltar y que España tal vez deba ayudar a los aliados británicos en la defensa de la base del
Peñón, si fuese atacada y como si se tratase de territorio inglés, desemboca —por parte del PSOE— en
una pura y simple estrategia de perder el tiempo y demorar la cuestión sin que, en su apoyo, aporten
razones serias ni convincentes.
Porque la verdad de los hechos es muy otra. Y merece la pena puntualizarla.
Situación privilegiada
Fue precisamente la situación de Gibraltar, en posición privilegiada dentro del conjunto de una zona
estratégica de enorme importancia en la geopolítica mundial, lo que indujo a los ingleses a su conquista
en 1704.
La credibilidad de Felipe González ha debido perder puntos esta vez.
Desde entonces su reivindicación por España ha sido, con más o menos ímpetu, preocupación constante
de todos los Gobiernos y prácticamente el único problema que —en su esencia— no ha dividido jamás a
los españoles. Las votaciones favorables obtenidas en la Asamblea General de las Naciones Unidas y la
resolución de este organismo instando a España y a Gran Bretaña a establecer negociaciones para poner
fin a la anómala situación colonial de Gibraltar, no son otra cosa sino el reconocimiento expreso por parte
de los países integrantes de aquel foro internacional (del que, por otra parte, son miembros todos los
componentes de la OTAN) de la soberanía española sobre Gibraltar. Sin embargo, es ahora cuando el
PSOE —a destiempo y con ignorancia de los hechos— solicita que sea una condición indispensable para
que el Gobierno español pueda mostrar una pretendida dignidad si consigue autorización del Parlamento
para instar la adhesión de España a la OTAN.
Este resultado de los debates en las Naciones Unidas, absolutamente favorable para las tesis españolas, no
ha servido —sin embargo— en la práctica para dar un solo paso adelante en la solución de la
reivindicación gibraltareña. Gran Bretaña ha preferido mantener una situación estratégica privilegiada en
territorio usurpado, prolongando una trasnochada situación imperialista.
Nuevo enfoque
Con ello Gran Bretaña consigue disfrutar de una situación preeminente en el marco de la OTAN, a costa
de un territorio netamente español, al convertir a Gibraltar en una base de la Alianza y atraer —aunque
sea indirectamente— el interés y el deseo de los estrategas de la OTAN a favor de la permanencia
británica en la Roca.
España ha renunciado expresamente al intento de recuperar el Peñón por la fuerza de las armas y ha
podido comprobar sobradamente la práctica inutilidad (por lo menos dentro de un plazo razonablemente
próximo) de las favorables resoluciones de las Naciones Unidas.
Se hace, por tanto, absolutamente necesario aceptar la evidencia de que hay que buscar un nuevo
enfoque de la cuestión, sin abandonar el bagaje de frutos ya conseguidos y manteniéndose en un
terreno absolutamente compatible con la continuación de los esfuerzos diplomáticos en curso, a fin de
producir una aceleración en el proceso de la descolonización.
Se trata de ejercer esfuerzos diferentes de los anteriormente realizados ahora, en la misma dirección
conceptual que llevó a Inglaterra a ocupar el Peñón.
Si España pudiese poner en valor toda la zona estratégica propia que domina el Estrecho en su totalidad,
desde el golfo de Cádiz al mar de Alborán, sería tal el alcance y las posibilidades de control de este
escenario geopolítico que desbordarían muy ampliamente las que Gran Bretaña consigue sobre el mismo
desde su base instalada sobre el territorio usurpado de Gibraltar. Y, con ello, los actuales motivos que le
impulsan a permanecer en el Peñón (y a que sus aliados deseen que mantenga su presencia) habría
finiquitado.
Pero hay que aceptar con realismo que la OTAN sólo puede apoyar la devolución de Gibraltar a España si
con este hecho no se debilita su posición militar en el Estrecho. Y ello sólo se produciría si, al recuperar
el Peñón, España formase parte de la Alianza.
Zona de influencia
Es tan evidente que las actuales circunstancias del mundo en que vivimos impiden a España poner en
valor su zona de influencia sobre el Estrecho, con la enorme complicación técnica y costo económico que
ello comportaría, si lo intentara desde un punto de vista aislado e individual, que no es preciso dedicar
una sola línea a justificarlo.
No queda, razonablemente, otro camino para alcanzar el objetivo señalado que sumar nuestros esfuerzos a
los que la Alianza está dispuesta a realizar para mejorar una situación de dominio estratégico que ahora
(sólo en precario) puede ejercer desde la base de Gibraltar.
Con esta suma de esfuerzos, la importancia actualmente insustituible del punto concreto del Peñón
desaparecería al quedar absorbido dentro del total despliegue defensivo sobre el Estrecho, y el actual
interés de la OTAN por la base pasaría a convertirse en un lógico deseo de mayor cooperación con
España.
El supuesto ingreso de España en la OTAN antes de resolverse el problema de Gibraltar, no puede
representa) —en ningún caso— el abandono de tantas aspiraciones absolutamente irrenunciables de todos
los españoles, sino la apertura de un nuevo camino que además de alcanzar otros horizontes para nuestra
Patria (como es, entre otros muchos, el entrar en centros de decisión política del más alto nivel y de los
que ahora estamos ausentes) podría permitir el relanzamiento de las negociaciones para la recuperación
de Gibraltar.