El debate sobre el ingreso de España en la Alianza Atlántica
En la OTAN con un Gibraltar inglés: vergonzoso para España
JOSÉ MIGUEL BUENO VICENTE
Desde que el almirante británico Rocke lo ocupara en 1704, todos los días, al amanecer, se iza en
Gibraltar la bandera del Reino Unido. El Tratado de Utrecht de 1713 otorgó a Inglaterra la soberanía
sobre ese trozo de tierra española. Desde entonces, todos nuestros intentos por recuperarla, ya fuera por la
fuerza o mediante la negociación, han fracasado. El Reino Unido, nación europea y occidental, mantiene
todavía la única colonia - reconocida jurídicamente como tal- en el Viejo Continente. El hecho es
francamente inamistoso y bochornoso para la conciencia nacional de los españoles. Lo es hasta tal punto
que desde 1704 España siempre rechazó aliarse con el Reino Unido. Tan sólo hubo un intento de alianza,
durante la guerra de independencia de EE UU. España propuso a Inglaterra su neutralidad en el conflicto
a cambio de la devolución de Gibraltar. Los británicos rechazaron la oferta, y España, curiosamente, se
colocó al lado de George Washington y sus americanos para que éstos consiguieran sacudirse el yugo
colonialista inglés. La historia se ha perpetuado de nuevo con esa importancia tan grande que tienen aún
los hechos simbólicos. El heredero de la Corona británica, el príncipe Carlos, hace apenas unas semanas
reafirmó la presencia oficial británica sobre Gibraltar al comenzar desde allí, en olor de multitud, su viaje
de bodas.
Recientemente, el Gobierno de UCD ha anunciado que va a proponer muy en breve el ingreso de España
en la OTAN, una alianza defensiva integrada por quince países, entre ellos el Reino Unido. Si ello se
consuma, manteniéndose la soberanía británica sobre Gibraltar, se cometerá la mayor aberración y el más
acusado entreguismo diplomático de nuestra historia. Por ende, se cambiará radicalmente la forma con
que España ha reconducido las relaciones con el Reino Unido como consecuencia del contencioso sobre
Gibraltar, lo que significará un fuerte topetazo a nuestros afanes históricos.
De adherirse España a la OTAN, nuestro país sería el miembro decimosexto de un club de aliados
constituido para la defensa integrada de un espacio geográfico —el Atlántico Norte— en los términos
descritos por el tratado de Washington y por todo su posterior desarrollo jurídico y organizativo. Nos
convertiríamos en aliado del Reino Unido. Así de claro. Nuestros actuales dirigentes, tras 276 años de
mantener España unos principios unánimemente aceptados por los españoles en las relaciones con el
Reino Unido, sin pedir siquiera parecer al pueblo, los cambiarían bruscamente, admitiendo formar parte
de una alianza en la que figura un país que aún tiene una colonia en nuestras tierras del Sur. Inadmisible
para el orgullo español. Tal hecho significaría que el Gobierno de UCD aceptaría, de hecho y por primera
vez en nuestra historia, la presencia inglesa en el Peñón, ya que, al suscribir el tratado de Washington.
España se compromete, al igual que los demás países miembros, a salvaguardar la soberanía y la
integridad territorial de cada uno de los Estados socios. Gibraltar es del Reino Unido. España, por tanto,
tendría que colaborar a salvaguardar la soberanía británica sobre el Peñón. Tremenda contradicción y gran
vergüenza nacional. A los irlandeses, que tienen el mismo problema con el Ulster, no se les ocurrirá pedir
el ingreso en la OTAN en tanto en cuanto no salga el último soldado de su majestad y la última bandera
inglesa de Irlanda del Norte. Lo tienen perfectamente claro.
Pero aún hay más. El artículo 5 del tratado fundacional de la OTAN dice que «cualquier ataque armado
contra uno de los Estados firmantes se considerará dirigido contra todos los demás». En consecuencia: si
el Reino Unido o Gibraltar fuesen atacados, el ataque sería considerado contra España, lo que quiere decir
que tendríamos la obligación de colaborar a defender el Peñón como colonia británica, no como suelo
español. Podría darse la paradoja, incluso, de que cualquier fuerza militar española que entrase en
Gibraltar, bien para cooperar en su defensa, bien pata ser allí acantonada o bien en visita de buena
voluntad, tendría que hacerlo bajo la bandera británica y respetando normas y legislación extranjeras.
Por otro lado, en el terreno militar podrían darse todavía más contradicciones: de ingresar España en la
OTAN, nuestra defensa, ya integrada en el sistema multilateral, dependería bien del mando de Europa
(cuyo jefe supremo es un general americano), bien del mando del Atlántico (cuyo jefe supremo es un
almirante norteamericano), o bien de ambos. Sin embargo, ese trozo de tierra española que se llama
Gibraltar, aun bajo soberanía inglesa, depende para su defensa del Ministerio de Defensa británico, y en
cuanto a las facilidades que otorga a la OTAN, depende del mando del canal de la Mancha (cuyo jefe
supremo es un almirante inglés). Compleja y a la vez embarazosa y dependiente situación para nuestros
mandos militares, que no podrán tener relación directa con la defensa de un pedazo de nuestro territorio si
no es a través del Ministerio de Defensa británico o, en el mejor de los casos, a través del Comité Militar
de la OTAN.
Desprecio a la dignidad nacional
Lo dicho, que es la cruda realidad, resume el inconsecuente e irresponsable proceder del Gobierno de
UCD al pedir tan apresuradamente el ingreso de España en la OTAN, sin haber resuelto previamente el
contencioso de Gibraltar. Con esto no quiero dar a entender que España debe vender su ingreso en el
pacto atlántico a cambio de la soberanía sobre el Peñón. Lejos de mí está tal cosa. El ingreso o no en la
OTAN responde a formas distintas de concebir el mantenimiento de la paz —entre otras cosas— desde el
extremo sur de Europa en el que se encuentra España. Al subrayar lo que antecede al comienzo del
párrafo, quiero dejar claro que atreverse a pedir nuestra adhesión a la OTAN, estando aún un trozo de
nuestra geografía bajo soberanía inglesa, constituye un claro ataque a nuestra historia, un desprecio
absoluto a nuestra dignidad nacional y un golpe duro y bajo al pueblo español. Es dudoso que este pueda
encajar tal acción gubernamental con la normalidad que espera UCD.
José Miguel Bueno Vicente es diputado del PSOE por Salamanca y miembro de las comisiones de
Asuntos Exteriores y Defensa del Congreso.