COLABORACIONES
ENTRE EL COMPROMISO HISTÓRICO Y LA RECONCILIACIÓN
AL niño le dejaron en la puerta de un pabellón que olla a formal; entró, solo,
en la estancia salpicada de mesas de piedra, y en ellas estaban depositados
varios cadáveres: debía identificar a uno de ellos. Se detuvo frente al de una
persona espigada, con una herida debajo de 1a tetilla izquierda, herida cubierta
con un esparadrapo. Aquel hombre había sido asesinado treinta horas antes,
arrebatado por los demócratas de su puesto de trabajo y utilizado como rehén y
parapeto. El niño, atónito, abrió cuanto pudo los ojos, se mordió los labios, no
quiso Dorar delante del cadáver de aquel hombre de cuarenta y cuatro años. La
madrugada que lo asesinaron, 9 de diciembre de 1933, ¿I pequeño había cumplido
catorce años.
Aquel hombre muerto era su padre; aquel niño era yo.
¿Cuánto tiempo ha pasado? ¡Qué confortable hubiera sido que en aquellas
circunstancias alguien levantase la voz para hablar de un compromiso histórico
que evitara la ola de violencias y desgobierno, los continuos atentados, las
violaciones de todo tipo, que se daban en un régimen democrático, en el que los
propios defensores de aque! orden lo veneraban cada jornada, imponiendo una
extraña ley de las pistolas! Aquel hombre, yacente sobre la piedra de de la
capital catalana fue de los muy escaginarias listas que no cabrían en la guía
telefónica— que proclamó (a República en Barcelona el 14 de abrí! de 1931,
izando en 9! Ayuntamiento una bandera tricolor traída ocn amorosa ternura de un
centro republica 10 sito en 4a calle Liado; aquel hombre que yacía sobre ta
piedra de un depósito de cadáveres, en el tiempo en que fue asesinado percibía,
por su modesto trabajo, unos honorarios oue se elevaban a la cifra de 265
pesetas mensuales.
Nadie hablaba entonces de ceremonias históricoi), de una «tercera vía»
que acabara con las violencias. Cierto es que comenzaba a dibujarse sobre Europa
un ciclo basado en un totalitarismo atrepellante, marcado por el fascismo
mussoliniano, que tenia su paralelo en las concentraciones de ios «escamota» en
Montjuich. El «golpismo» nazi alcanzaría su plagio el próximo 6 de octubre,
cuando se insurreccionaron contra el Gobierno constituido de acuerdo con la
ortodoxia democrática vigente. El compromiso histórico de aquellas fechas, ¿era
la ley de la selva?
Con aquel trauma y sucesivas experiencias restaban pocas opciones. Había una
juventud, escasa, reducida, que ofrecía inalcanzables objetivos. ¿También
fascistas? Quizá, pero desde luego mucho menos que los que organizaban desfiles
en el parque de Montjuich, o se negaban a acatar al Poder constituido, o
asesinaban a trabajadores. ¡Buena hora, Dios, para un compromiso histórico!
Porque luego vino lo que vino. Mis catorce años quedaron atrás. La primera
detención, e! 26 de julio de 1936, domingo, en ta cárcel improvisada en el
cabaret Bataclan, regido por las Patrullas de Control. A la salida, mi casi
hermano Joaquín Tamborero Cebrián hizo un vaticinio:
Muchos moriremos. Pero es necesario seguir ceso queda resumida en e) acta de ia
sentencia, dictada, definitivamente, eí 16 de julio de 1938: Dice así: «En
cuanto a Manuel Tarín Iglesias debe tener en cuenta la inexperiencia aet mismo
en atención a su edad, ya que sólo cuenta (año 1938) dieciocho años, hecho que
palia la gravedad del delito.» Y más adelante sigue: «Asimismo debemos revocar y
revocamos la expresada sentencia en cuanto por la misma se condenó a !a pena de
muerte a Manuel Tarin
condenamos a la pena de treinta años de internamiento en campos de trabajo, con
Jas accesorias de privación de derechos políticos durante el tiempo de la
condena, siéndole, de abono, la totalidad de la prisión preventiva sufrida.»
Años, muchos años y mucho confusionismo, decepciones, sorpresas, equívocos;
cierto. Podríamos pasar horas hablando de errores, justificando errores y no
encontrando justificación a los errores. Todo es factible. Mas mi tema es la
reconciliación que aguardo esperanzado. Pero, ¿a qué nivel? Porque una cosa es,
parece, la reconciliación, y otra, un supuesto compromiso histórico, una tercera
vía que presenta todas las características de un nuevo fascismo excJuyente. Ei
compromiso histórico, ¿quién lo puede hacer?
Supongo que, también, están incapacitados para proponerlo los viejos resabiados
de diciembre del año 1933 que tenían por ley sus pistolas; o los que sustentaban
criterios de insubordinación en octubre de 1934, u organizaban los tribunales
populares —conocidos por «photomaton— entre 1936 y 1939.
Supongo que estos hombres que tuvieron en sus manos la posibilidad del
compromiso histórico en aquellos años y no lo practicaron no pueden asumir,
ahora, esta mágica formula y actuar como gendarmes
que algunos pretendan acogerse a ella como a un clavo ardiendo. Decía Luis María
Anson, muy recientemente, desde estas mismas columnas: «Otros tienen preparados
sus botafumeiros para derramar ei incienso generoso en favor de les nuevos
dioses biancos o rojos.» Alla ellos. Me parece muy conveniente la
reconciliación; hay quien lleva mucho tiempo intentando practicarla; pero una
reconciliación sin nuevos dioses blancos o rojos: en todo caso, con el arco
iris.