A VUELA PLUMA
LA OBCECACION DEL CONTINUISMO
Conozco personas absolutamente «continuistas" que desearían ver hundirse al Gobierno en un abismo
tenebroso de indignidad. He hablado con alguna de ellas y he asombrado y entristecido que mentes de
clara inteligencia puedan caer tan bajas -y con tal alarde de injusticia- en un momento histórico qite
exige comprensión y la ayuda de las mejores españoles. Pero está claro que -como ha escrito el padre
Gabriel del Estal- la Historia de España, para los continuistas, no tiene milenios de existencia: arranca
del 18 de julio de 1936, Comprende una breve época de sólo treinta y nueve años. Sus protagonistas se
creen deposítarios legítimos de las esencias patrias. Todo lo que no sea franquismo puro es para ellos
heterodoxia. Continuismo -añade el padre Del Estal- más exactamente, es petrificación. Su símil más
idóneo es una serranía sin árboles, con rocas en estabilidad perenne, sin más movimientos de vigor
vigencial que el de las hierbas, matojos y alimañas criados entre las breñas y peñascos.
El enemigo número uno del cambio y la reforma política que el Gobierno del Rey se propone llevar a
cabo de aquí a la primavera próxima es precisamente ese cerril continuismo de quienes siguen agarrados
con la fuerza da los percebes a la roca de un pasado político que puede ser pieza de museo en algún
elemento, o página de la Historia en realidades beneficiosas que no se marchitan, pero nunca la piedra que
Ha dejado de ser fundamental al desmoronarse en una sima en que yacen, para bien o para mal, los
grandes olvido* históricos. El continuismo, en cualquier caso, es un error si es producto de la buena fe.
Pero es gravemente delictivo si la continuidad que se propugna no obedece más que a causas de mantener
privilegios, sinecuras, sueldas, prebendas y dominantes posiciones de ventaja. Los obcecados continuistas
que pretenden dar vida a lo que ha muerto trabajan en el vacio y desorientan al país. Está atento el
Gobierno a evitar las zancadillas que en el camino del cambio y de la reforma pueden ponerle, con ánino
de derribarle, sin pensar que pue den también derribar a España.-ARCOS.