ABC
Regresa el terrorismo
Tras algunos meses en los que los españoles se hicieron la ilusión de que el fantasma del terrorismo
estuviera alejándose, varios hechos dramáticos han venido a enturbiar este comienzo de año.
Al secuestro del doctor Iglesias se sumaron ayer otros dos execrables delitos políticos: el secuestro del
industrial Lipperheide, en Bilbao, y la noticia de que la muerte del taxista Pablo Garayalde fue obra de la
Triple A, que unía, en este crimen, estupidez a la brutalidad, al confesar que se ha tratado de un error y
que sus planes asesinos se dirigían contra otro taxista de la misma localidad. ¿Renace con ambos la
terrible espiral? ¿Sigue triunfando la locura de los que buscan la justicia por su mano? ¿Otra vez ETA
descubre sus cartas y muestra que todos sus supuestos móviles políticos no son otra cosa que codicia y
violencia?
Mientras, hay ya una familia destruida —y no resucitará con tardías y estériles peticiones de perdón por el
«error»— y otra familia angustiada, cuyo padre no había cometido otro «delito» que contribuir al
progreso y la economía del pueblo vasco , por tanto, de España.
La clave de este segundo caso parece ser que reposa en la noble negativa del industrial a pagar un absurdo
impuesto revolucionario. Quienes en sus pancartas hablan de libertad y de derechos de su pueblo, no
parecen conocer otra libertad que la de extorsionar y la de imponer con la suma violencia estas
extorsiones si no se pagan de grado sus caprichos.
Y lo que hace más tenebroso este caso es que el precedente —en marzo del 81— concluyó con el brutal
asesinato del ingeniero Ryan.Y fue inútil que Bilbao conociera, con motivo de esa muerte, la más
gigantesca manifestación de protesta de su historia. Los etarras no escuchan esas voces. No escucharían a
todo el pueblo vasco que les llamase —como aquel día les llamó— asesinos. En nombre de su locura
siguen secuestrando. ¿Volverán a matar en nombre de esa locura?
Sabemos que son inútiles nuestras condenas y nuestras palabras. Pero queden aquí como testimonio de
que los españoles deseamos paz, de que jamás aceptaremos ese lenguaje del asesinato o del secuestro de
los terroristas de un color o de otro. La vida humana y la paz son valores demasiado grandes para que
puedan someterse a ninguna idea política. Cuanto más a la voluntad de quienes han sustituido el cerebro y
el corazón por el dinero y la metralleta.