INFORMACIONES
El caos de los guardias
EN este país se están perdiendo los papeles a un ritmo creciente. Todo un Cuerpo de agentes del orden, la
Policía Municipal madrileña, provocó ayer el mayor colapso de tráfico de la historia de, esta ciudad. El
motivo era el entierro de un compañero asesinada vilmente, un crimen cuyas circunstancias permanecen
oscuras. Para acompañarle desde el cuartel del Conde Duque (Arguelles) hasta el cementerio de la
Almudena, las dos terceras partes del Cuerpo dejaron sos puestos, y los agentes insistieron, desoyendo las
instrucciones de la máxima autoridad municipal, don José Luis Alvarez, en hacer el largo recorrido —en
pleno mediodía—, a pie, cortando además la circulación en algunos lugares del trayecto durante largo
tiempo. Toda la ciudad, paulatinamente, se fue paralizando en medio de un caos apocalíptico.
Es inexcusable el acto colectivo de incivismo de los guardias. La trágica muerte de uno de ellos en acto
de servicio es un hecho que deben asumir desde su condición de Cuerpo del orden al servicio de sus
conciudadanos —que sienten como propia la tragedia del asesinato del Policía—, un Cuerpo cierta y
permanentemente amenazado por la delincuencia. Este Cuerpo no puede ni debe hacer dejación de sus
deberes ni, menos aún, provocar un colapso, un grave perjuicio para la ciudad, en respuesta a Un acto
delictivo. Hay ahí una contradicción grave y profunda a la esencia misma del servicio en la Policía. Se
percibe en el plante colectivo de ayer un desazonador aire de provocación, sin hablar del patente desacato
a la autoridad del alcalde, desacato que exige una inmediata investigación, la adopción de medidas
disciplinarias y la actuación de los Tribunales.
Se debe mencionar igualmente la falta de racionalidad del estallido policial de ayer: no se ha hecho, con
él, más que demostrar a los delincuentes que la provocación consigue paralizar a la Policía de la capital de
España. Y ya, anoche, estalló un coctel Molotov frente al Ayuntamiento...