Real Areilza
" Nosotros no tratamos de explotar el miedo de la burguesía "
" La izquierda es una parte importante del país "
" Si, hice saltar varios «cerrojos» exteriores. Pero algunos aún quedan..."
"Los Tribunales deben decidir la legalidad o ilegalidad de un partido "
" El Gobierno Suárez ha podido ir más lejos, más aprisa y más a fondo... “
"Lo que se viene llamando oposición no es tal, sino todo aquello que no es Gobierno "
"El Rey ha empujado y sigue empujando el cambio "
" Con Suárez el Rey tiene una compenetración que no había con Arias "
" Lo derecha tiene ventajas; parte de posiciones muy fuertes "
“Pero antes de que se publique desearía ver mis respuestas...», pide antes de iniciar la conversación.
«Porque, recientemente. en una publicación barcelonesa me hicieron decir cosas que no hubiera dicho...
y me han entrado algunos recelos», alega. Se sienta, cruza las piernas y entrelaza las manos A lo largo de
la entrevista descruzará piernas y manos, sin tensión de ninguna clase, con un perfecto y continuo
autodominio y control. El diplomático está ahí, permanentemente.
El negociador nato, hábil, dialéctico, con respuestas adecuadas para todo, incluidas las preguntas menos
agradables, se distiende una vez oída la cuestión propuesta, sin pestañear, sin quitar la vista un instante
del interlocutor.
Nuestro primer tema de conversación, casi obligado, es Fernando María Castiella. José María de Areilza
acaba de regresar de su sepelio y todavía está afectado por la triste desaparición del que fuera «casi un
hermano», en palabras de la condesa de Motrico.
—Para nosotros, la desaparición de Castiella ha sido, ciertamente, como la de alguien querido de la
familia. Después de tantos años... Formaba parte de un grupo de entrañables amigos: Alberto Martín
Artajo, Joaquín Ruiz -Giménez, Fernando María Castiella y yo no es que fuéramos exactamente de la
misma generación, pero sí estábamos muy unidos. Fernando y yo nos habíamos conocido desde los siete
años Y habíamos luchado desde entonces juntos en política, en cultura, en afanes comunes.
—Para no pocos colegas de la profesión periodística Castiella era toda una incógnita. Una y otra vez
agradecía nuestras llamadas, nuestras invitaciones a ser entrevistado, a participar en una encuesta; pero se
negaba reiteradamente a hacer aparición pública de ningún tipo. ¿Qué razón existía para esta actitud?
UN ESPAÑOL AMARGADO
Fernando María Castiella, que fue un gran español y era también un gran hombre de Estado, y un gran
funcionario de la Administración española. Después de sus trece años de Ministro de Asuntos Exteriores,
y después de una gran labor y una gran tarea en defensa de muchas cosas, con grandes limitaciones que le
imponían las coordenadas del Sistema, que no le permitían flexibilidad para muchas cosas que él mismo
comprendía que debía realizar, quedó muy dolido; diría, profundamente amargado, porque creyó que su
salida del Ministerio —no porque no hubiese estado en él mucho tiempo, ya que algún día tenía que
salir— se produjo en circunstancias que a él le parecieron agraviantes para lo que él había considerado la
defensa íntegra de los intereses de España. Y eso le dejó, como le digo, un regusto poco grato, que los
amigos íntimos conocíamos. Entonces tomó una actitud de distanciamiento, de alejamiento, de discreción
absoluta, de apenas comparecencia pública en conferencias, ni en artículos, ni nada. Yo quedé muy ligado
a él, en este período especialmente, y tenía frecuentes contactos. Yo fui quien propuse su ingreso en la
Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, más que nada para que tuviese allí una plataforma
pública en que se pudiera a un tiempo, por parte de él, hacer alguna manifestación, si quería hacerla; y por
parte mía, en respuesta académica, con un elogio cumplido del hombre que había sido, y qué había
representado, y lo que significaba. Y para que él aceptara entrar en la Academia hubo que rendir una
verdadera batalla. Amistosa, ciertamente, pero batalla. Era un hombre profundamente tímido y no se
decidía... Y aquel acto creo que fue el último acto público suyo. En él hizo la presentación de un ensayo
muy bueno, titulado «la batalla diplomática», y narraba un episodio de la historia diplomática de España
poco conocido, y yo intervine con el discurso de respuesta, haciendo el elogio de su persona y obra. Y yo
creo que aquello le produjo una especie de gran satisfacción moral interior. Era como, aunque la palabra
tal vez sea un poco fuerte, una rehabilitación. Una rehabilitación pública de su figura que a mi entender le
era debida.
LOS EX MINISTROS «FICHAN»
—Vayamos a la política, seguramente menos concreta y personalizada, don José María. A ese Partido
Popular, todavía flamante... Parece llegado el momento en que dos ex ministros se unen... Seis, nada
menos, en Alianza Popular; otros dos, en este partido...
—No creo que los ex ministros tengan necesidad de unirse. Lo que ha de unirse es a los sectores de
opinión afines, que son los que realmente tienen una gran importancia para las elecciones futuras. Si es
verdad que dentro de seis u ocho meses va haber aquí unas elecciones generales para elegir trescientos
cincuenta diputados y doscientos siete senadores, todo lo que se haga para unir a los sectores que puedan
presentar alianzas coherentes al elector y al votante es algo urgente y yo diría que muy apremiante,
porque el tiempo que queda es escaso. Y porque las elecciones van a movilizar a dieciocho millones de
votantes, que es la cifra de españoles que votarán probablemente.
Hace falta una organización gigantesca: cien mil colaboradores, cientos de millones de pesetas, una
técnica depurada de intervención en los medios de comunicación social y muchas cosas más que hoy
apenas existen, porque han estado cuarenta años prohibidos los partidos políticos, y suponer que de
repente se van a formar grandes partidos es una quimera. Luego porque mi punto de vista no es que se
unan los ex ministros, que eso es lo de menos, lo menos importante, sino que se creen las condiciones
objetivas para ir a la opinión pública, que está donde está, donde existe. Las opiniones públicas se forman,
pero también existen de antemano. Y lo que hay que hacer es buscar los organismos adecuados para
buscar los votos allí donde estén. Y en ese sentido creo que es muy importante que se unan las tendencias,
que simplifiquen esa enorme cantidad de siglas de partíditos y grupitos que han aparecido, y que yo
pienso que no es una cosa convenientemente para el futuro...
EL MIEDO BURGUÉS
—¿Es mucha la distancia ideológica existente entre esas dos alianzas en que hay ex ministros: la Alianza
Popular y el Partido Popular?
—Yo creo que hay unas diferencias concretas bastante claras. Nosotros no aspiramos, específicamente, a
recoger el voto franquista sociológico o político, que, por otra parte, existe, y que me parece muy
respetable. Entiendo que estos elementos que están a nuestra derecha miran especialmente hacia ese
sector. Nosotros no tratamos de explotar el miedo de la burguesía hacia unos supuestos mitos en la
izquierda que les acomete, porque creemos que es un planteamiento que no es bueno para el futuro.
Nosotros no aspiramos a que la Constitución futura de la Monarquía española sea una Constitución
elaborada por la derecha sólo. Porque creemos que una Constitución elaborada por la derecha
conservadora a la larga sería una Constitución poco durable. Nosotros no deseamos que quede fuera de la
concurrencia electoral la izquierda porque creemos que la izquierda es una parte importante del país. Y si
la clase trabajadora, a través de sus manifestaciones o grupos políticos, no queda incluida en el juego y en
la concurrencia electoral de una manera coherente e importante, creemos que eso sería condenar a la
futura Constitución y al futuro Congreso a tener una oposición extraparlamentaria peligrosísima desde el
punto de vista de tanto como la estabilidad y desde el punto de vista del equilibrio social.
—Pío Cabanillas, el otro ex ministro promotor del Partido Popular, fue Ministro de Franco, y usted, del
primer Gobierno del Rey. ¿Son compatibles esas procedencias diversas como "ex"?
—Los hombres son compatibles con sus ideas, por su talante. Por lo que proponen y per lo que ofrecen a
la opinión..., no por su procedencia.
CRITERIO ABIERTO
—¿Pero no les ha marcado de distinto modo ser ministros franquistas o monárquicos?
—¿Por qué había de «marcarnos»?... Nosotros tenemos, en eso, un criterio absolutamente abierto. Nos
parece ridículo preguntar a la gente si ha estado o no ha estado en un Régimen que ha durado cuarenta
años. Todo hombre político que haya tenido que descollar de alguna manera habrá tenido que estar en ese
Sistema. Unos, en una línea, y otros, en otra. Unos habrán tenido que colaborar más, y otros, menos. Y
otros habrán tenido que refugiarse en la oposición. Pero cuarenta años de Régimen de Franco en alguna
manera, de una forma muy general, han «marcado» a todo el mundo.
—En los días de la enfermedad y muerte del General Franco usted escribía un artículo que iba a
comentarse mucho, particularmente a raíz de su designación como jefe de la diplomacia nacional.
Hablaba en ese artículo de "La Vanguardia" de la serie de cerrojos que habrían de saltar...
—Los cerrojos que debían saltar eran, o al menos yo me refería a ésos, los cerrojos exteriores. Fueron la
tremenda hostilidad que tenia todavía el Régimen de Franco a la muerte del General. Hostilidad
agudizada por los famosos ajusticiamientos o fusilamientos realizados en el mes de septiembre anterior a
su muerte. Yo, en mi recorrido por las nueve capitales de la Comunidad Económica Europea; en la propia
sede de la CEE, a la que también hice una visita; en el Consejo de la OTAN, al que también fui invitado;
en mis contactos con la Santa Sede, en mí visita a Portugal, en mi visita a Marruecos..., que fueron las
más importantes de mí mandato; y en mi visita a los Estados Unidos y a la República Dominicana, pude
ver el enorme cambio que había sufrido esa imagen del Gobierno español, del Régimen español, per la
simple transposición del poder del Régimen del General Franco al Rey. Eso sólo hizo cambiar de una
forma radical la mentalidad. La receptividad y la expectante benevolencia con que casi todos esos países
recibían la nueva de que había un régimen distinto, que iba por el camino de la democracia, o que iba a
buscar un régimen democrático para el futuro. Por consiguiente, los «cerrojos» que yo predije que
saltarían, saltaron...
LA DIPLOMACIA PENDIENTE
—¿Quedó alguno por saltar?
—Sí. Quedó por saltar el de las relaciones con Méjico, que está a punto en estos momentos de que salte,
pero que había que esperar, evidentemente, al cambio de presidente, por razones obvias que no es ahora el
caso explicar; quedó pendiente el problema de las relaciones plenarias con el Este, es decir, con el bloque
soviético, y particular y fundamentalmente con la Unión Soviética, y quedó también aplazada por una
serle de motivos de doble índole; una, que Se refería a cuestiones interiores de España, y otros que se
referían a puntos de vista de la Unión Soviética. Pero también creo que éste es un tema que está a punto
de superarse. Y quedó, finalmente, el problema de Israel, que no creo que fuera un cerrojo que había que
saltárselo, sino que era una decisión que había que tomar, y que debía tomarla España, porque Israel
nunca se había opuesto a establecer relaciones plena rías con nuestro país,
•—Su sucesor en e| palacio de Santa Cruz mantiene las mismas premisas?
—Mi sucesor, que fue uno de los más excelentes colaboradores que yo haya tenido nunca en la política, y
que fue un muy fiel y muy compenetrado colaborador, pues ha mantenido una línea de la política exterior
de España en general similar, con algunos matices que probablemente habrá pensado que eran menores o
más oportunos, puesto que, efectivamente, las cosas cambian. En estos últimos cuatro meses que lleva en
funciones el Gobierno Suárez, pues, evidentemente ha habido que corregir el giro de muchas cosas que se
van presentando en la política exterior. Pero yo creo que su orientación me parece muy acertada y creo
que lleva las cosas con gran minuciosidad y con gran conocimiento de causa.
SIN EXCLUSIONES
—Ha sido mencionado su nombre, don José María, como intermediario o negociador directo entre el
Gobierno y los dirigentes del Partido Comunista español. ¿Hay fundamentos en este rumor?
—No, yo he mantenido siempre una tesis, que es que se debía legalizar a todos los partidos políticos si se
quería ir a la democracia. Esa legalización yo la concibo con una fórmula que pudría introducirse en la
actual ley o estatuto de asociaciones políticas, en la que se podría, simplemente, pedir el registro de las
asociaciones o de los partidos como trámite previo a que funcionaran. Y dejar, en cambio, al Poder
judicial el que decidiera, si era necesario, que un partido estuviera o no estuviera en la órbita tolerada del
Código Penal. Creo que era una fórmula apta, que, por otra parte, es la que se emplea en casi todas las
democracias. Y yo hubiera hecho esto. Y yo era, y sigo siendo, partidario de la legalización del Partido
Comunista, porque creo que sería un gran error táctico el dejar fuera de la órbita legal a un grupo
importante, que representa a un sector de la clase trabajadora. Sobre todo teniendo en cuenta que hay que
ir a un pacto social o a una tregua social si se quiere sacar el país adelante en materia económica, que es
una materia que nos preocupa a todos de una manera primordial. Pero de ahí a decir que yo haya sido
intermediario, creo que hay un gran trecho. Yo no he sido intermediario de nadie ni de nada... Yo, sí, he
tenido relaciones correctas con gentes de todos los grupos y sectores, desde la derecha y hasta la
izquierda; conozco a bastantes dirigentes del Partido Comunista, que, por otra parte, son conocidísimos, y
andan por la calle, y reciben a la gente y que hablan en público, y he conocido a Carrillo en París, no
cuando yo era embajador, ni tampoco cuando yo era Ministro —ya que me pareció que no era correcto en
aquellos momentos el tomar una actitud que no era la del Gobierno oficialmente—. Pero después, sí.
Hemos mantenido unas largas conversaciones, porque me ha parecido, como le decía, que era necesario
conocer la opinión de un hombre que dirige un sector importante de la dase trabajadora en el orden
político. Y con él mantuve, como digo, unas conversaciones bastante extensas, que me dieron un poco la
idea de lo que es realmente el planteamiento de la situación desde el ángulo de ese partido.
—Y en Madrid, ¿no ha tenido ocasión de saludarle últimamente ..?
—He leído en el periódico, no sé con qué fundamento, que está en Madrid... Pero, vamos. Esas son cosas
que dice la televisión belga o la francesa. Yo no sé qué fundamentos pueda tener. El Gobierno sabrá,
probablemente, a qué atenerse, ¿no cree usted?
(Y probablemente también José María de Areilza, que de una manera que acaso pudiera denominarse una
larga cambiada», da por resuelta la cuestión...)
LA REFORMA
—¿Cuál es la opinión y con qué ojos está contemplando José María de Areilza la reforma Suárez?
—La reforma en si empezó siendo un propósito que el Rey quiso llevar a cabo con mucha inteligencia
política, y que el Gobierno Arias trató de empujar hacia adelante. Aquellas circunstancias eran difíciles,
porque no hay que olvidar que el franquismo no solamente estaba intacto, sino que el general Franco
había muerto de natural en la cama; no había muerto de un golpe de Estado ni por una revolución. Era un
señor que murió en pleno Poder, en plena vigencia de su sistema de Gobierno En realidad, la Monarquía
española lo que hizo fue heredar una situación política y acomodarse a ella. Entonces, la reforma en sí era
una reforma difícil, porque había que superar muchos obstáculos institucionales, políticos..., de todo
orden. Incluso de talante. Entonces, esa reforma que el Gobierno Arias inició, pues tenía unos
condicionamientos muy estrictos, muy difíciles de superar, y tenía también una cosa, a mi juicio
importante, que era que tenía que llevarse a cabo superando no solamente los obstáculos que se oponían a
ello, sino la propia inercia del Presidente, que era un hombre que era, sí, un gran español, un patriota con
unas dotes extraordinarias de carácter para ser gobernante..., pero que yo creo que no creía demasiado el
que la reforma debiera ir tan lejos. Entonces, por ejemplo, Fraga en lo interior y yo en lo exterior, fuimos
más allá de lo que la reforma misma pedía. Nosotros, en declaraciones, en mis conversaciones, en la
imagen que di de la Monarquía, creo que di una imagen anticipadora. Y dije que la soberanía tenia que
tener la soberanía popular como base, el sufragio popular como instrumento de participación, los partidos
políticos, la pluralidad Esas cosas que entonces causaron cierto escándalo, incluso en las Cortes, donde se
me atacó por diversos motivos. Ahora resulta que, al cabo de un año, pues eso es la doctrina oficial del
Gobierno Suárez. Lo acepta todo el mundo, y en las Cortes, por cuatrocientos cincuenta votos, ha
aceptado todo ese paquete ideológico y doctrinal..., que ha ido mucho más allá de lo que íbamos nosotros.
Eso demuestra que la presión social ha sido muy grande en el país, y que ha sido, en resumidas cuentas, el
gran factor novedoso de la Monarquía, en cuanto ha hecho posible que esa presión social se manifieste en
esa dirección.
SUÁREZ FUE MAS LEJOS
—¿Quién iba más lejos, usted o el señor Fraga?
—Yo deseaba sobre todo mayor rapidez y muchas de las condiciones que ahora se han hecho realidad en
el proyecto del Gobierno Suárez. Debo decir que yo tenia una situación más privilegiada, porque la
conversación, o la negociación exterior, era más fácil. Trabajamos de común acuerdo en esta iniciativa.
También quiero señalar que Antonio Garrigues, el Ministro de Justicia, nos ayudó decisivamente en la
tarea. Luego vinieron los obstáculos. Hubo frenos y dificulta des. Cuando vino la nueva etapa del
Gobierno Suárez, el Gobierno pudo ir más lejos, más aprisa y más a fondo...
—A ustedes les sorprendió la actuación de Adolfo Suárez...
—Debo decir que nos sorprendió agradablemente el saber que él iba, no a quedarse corto, sino a pasar
muy de largo en los objetivos que nosotros habíamos previsto. Yo creo que ese último acto que ha hecho,
que ha sido el desbloqueo legal de la reforma democrática en las Cortes franquistas, ha sido muy
importante, porque ha acallado a una serie de conciencias dubitativas que había en algunas instancias
importantes...
—Usted, sin embargo, se negó a colaborar con Suárez en su Gabinete...
—Yo no quise colaborar con él por una razón: que entendió que el Gobierno Suárez era como un intento
nuevo, renovador, con otro nivel generacional. Yo tenía sesenta y seis años, cuando se constituyó el
Gobierno Suárez. La media de edad del Gobierno Suárez es de cuarenta años, si llega. Cosa que me
parece muy bien, por otra parte. Y yo creo que había que dejar libertad absoluta y modificación absoluta
al Gobierno paro que hiciera lo que quisiera hacer. En ese sentido, yo hice saber que me parecía que era
mejor que ese ensayo se hiciera sin mí. No porque yo me pasara a ser enemigo del Gobierno, ya que no es
ésa mi actitud, sino para que él operara con entera libertad en lo que Se refiere a los nuevos nombres, a la
organización de los nuevos Ministerios, al equipo conjuntado que quería hacer Adolfo y que lo ha
hecho..., a su nivel. Y nada más. Esa es toda la historia. No hay ningún secreto detrás de eso.
—En algún momento se especuló con la posibilidad de que algunos de los miembros del Gobierno del
que usted formaba parte, en el Gabinete Arias, se mostraban partidarios, no sólo de la reforma, sino
también de la ruptura...
LA RUPTURA DE SUÁREZ
—Yo creo que no se planteó nunca ese dilema de ruptura - reforma. Esos temas semánticos, que gustan
mucho en las polémicas y todas esas cosas... Si usted quiere, por otro lado, lo que ha hecho el Gabinete
Suárez, se podría traducir por ruptura. Porque es realmente la reforma democrática total: soberanía
popular, sufragio universal, partidos políticos y proceso constituyente. Porque, en definitiva, nadie duda
que el Congreso que se elija en junio va o ser constituyente, en el sentido de que va a reformar la
Constitución. No la ha llamado ruptura, sin embargo, sino reforma... Pero yo a eso no le doy mucha
importancia. Es decir, el valor de los vocablos creo que es una cosa que tiene una trascendencia relativa.
Y en nuestro Gobierno, realmente, nunca se planteó el dilema reforma - ruptura.
—¿Cómo se explica usted, entonces, la resistencia de la oposición ante el alcance de esta reforma?
—Porque la oposición quiere que la reforma se lleve a cabo, no el proyecto de la reforma, sino las
elecciones de la reforma, de manera que sean unas elecciones sinceramente democráticos. Por eso,
naturalmente, tienen que desaparecer muchas cosas. Por ejemplo, el Movimiento Nacional - organización.
Que existe y existe hasta el último rincón de España, y que tiene una posición doctrinal y una ideología.
Yo no digo que sea buena ni mala, pero que sí tiene una ideología. Y que si eso funciona en las próximas
elecciones, de alguna manera, la ventaja que da a un sector del electorado, es gigantesca, por aquello que
le decía a usted antes: por la ausencia de grandes instituciones organizadas que se llaman partidos
políticos. Entonces, se pedirá, supongo yo, la inhibición, la derogación, la desaparición de esa gran
organización antes de que las elecciones se lleven a cabo. Por otro lado, exigirá también que haya un
acceso a los medios de comunicación, el que la televisión no sea un monólogo, sino un diálogo, que haya
unas garantías para las libertades de expresión, que haya garantías para las libertades de reunión y otras
cosas que son elementales en cualquier concurrencia democrática de elecciones. Yo he visto el
comunicado que han dado esta serie de grupos políticos moderados y menos moderados —no se les puede
llamar a todos ellos de oposición— y veo que los nueve puntos son, en definitiva, unos planteamientos
sumamente moderados. A los cuales, con alguna excepción, creo que el Gobierno podrá probablemente
dar una respuesta positiva.
TRES GRANDES BLOQUES
—Usted, en este momento, en esta situación, ¿se encuentra en la oposición o de su parte?
La palabra oposición debe desaparecer en el diccionario de los usos actuales tal y como la venimos
utilizando. Porque, en realidad, no es la oposición, sino que es lo que no es el Gobierno. Pero es evidente
que no todo lo que no es Gobierno tiene que ser necesariamente oposición, porque la oposición es algo
que, en los países democráticos, está jugando un acuerdo con el Gobierno. Aquí, la oposición no ha
llegado a ser institucionalizada, sino que a partir de un sector, que es el Gobierno, todo lo demás —que
son grupos moderados democráticos, la democracia cristiana, los socialdemócratas, liberales, socialistas,
el Partido Comunista si usted quiere—, todo eso está ahí, fuera de la legalización oficial. Como dijo el
Ministro de Gobernación, es legalizable, pero no está legalizado. Entonces, toda esa serie de sectores que
representan, a mi juicio, un área importante de la opinión pública española electoral, de alguna manera, lo
ideal es que entren en la concurrencia electoral. Entonces, todos cuantos deseamos que esa concurrencia
sea lo más nutrida posible para que en esas Cortes futuras que serán constituyentes haya un equilibrio,
que haga una Constitución moderada, por los dos lados, pues estamos en una línea de cierto coherencia
conjunta. Eso no quiere decir que que vayamos a hacer una candidatura única, que eso sí que sería una
oposición. Yo creo que habrá una gran candidatura a la derecha, que será la Alianza Popular; una gran
candidatura de centro, que serán los grupos centristas más o menos federados o unificados, y una
candidatura de izquierda.
EL CENTRO DESEADO
—Usted está en el centro, en esa posición que tantos grupos creen propia.
—Yo sí creo que estoy en el centro... El centro, sí, está siendo muy ambicionado, porque yo creo que hay
mucha gente que se da cuenta que el planteamiento exclusivo de una gran alianza a la derecha y de una
gran alianza a la izquierda, pero a la izquierda de verdad, es un mal planteamiento, porque dada la pasión
que pone el español, generalmente, en estas cosas, pues podría dar lugar a un enfrentamiento, primero
dialéctico, y después, Dios sabe qué. Y como ya hemos contemplado esa experiencia los que somos viejos
y hemos conocido ese planteamiento de izquierda a un lado, derecha al otro y nadie en el centro, y aquello
acabó en una catástrofe, pues creemos que ahora habría que evitar el que se hiciera la polarización de dos
fuerzas enfrentadas, creando una tercera gran fuerza intermedia, que fuera como un gozne o un
amortiguador, donde creemos que hay una gran masa de la opinión española. Una gran masa que está ahí,
que es una masa, si quiere usted, conservadora en el buen sentido, de la palabra, pero que no quiere uno
posición derechista a ultranza para que se cree enfrente, polarizada, una situación Izquierdista a ultranza.
—Uno de las definiciones seguramente más felices de José Maria de Areilza fue la que hizo del Rey
"motor del cambio". ¿Siempre habrá de estar el Rey al frente de las modificaciones?
EL PAPEL DEL REY
El Rey es quizá el único Poder de la situación actual que ha heredado una autoridad del franquismo, y que
esa autoridad, todavía hoy, en la sociedad, es la autoridad por excelencia. En otras palabras: el Rey hoy es
un personaje que tiene una autoridad real en el sentido no de Rey, sino de cierta o verdadera. Y esa
autoridad creo que la está utilizando inteligentemente para empujar el cambio hacia la democracia. Creo
que eso ha sido fundamental en toda la operación de la transición, y creo que ha hecho bien en utilizar esa
fuerza porque no había nadie, prácticamente, que tuviera tanta autoridad para poder hacerlo. Y debo decir
que, al cabo de un año. es tan respetado, es un hombre que ha calado en la opinión pública, y no digamos
fuera, donde ha calado, de alguna manera, aún mucho más. Yo le llamé el «motor del cambio» porque
creo que era quien empujaba el cambio y sigue empujando. Creo que está detrás del Gobierno para
empujar y apoyar su acción y respaldarla, cosa que es muy importante, y que faltaba en el Gobierno
anterior, decide había no sé si un malentendido o una falta de comunicación humana y poli tica suficiente
entre el Presidente y el Rey por razones en las que no quiero entrar ahora. En cambio, hay una perfecta
compenetración con el Presidente Suárez, lo cual es muy útil para la marcha de los asuntos públicos. Yo
creo que el Rey seguirá siendo el motor del cambio hasta que lleguemos al momento en que el sistema
democrático se establezca. Y el sistema democrático no se establecerá completamente en España hasta
dentro de dos o tres años. Porque una cosa son unas elecciones y otra que haya unos partidos, y que éstos
tengan un rodaje, y que todo eso se ajuste en una fórmula que convenga al país. Y eso no es fácil.
—Una vez conseguido eso, ¿qué papel corresponderá al Monarca?
—Una vez conseguido eso, la Monarquía se irá trocando en Monarquía democrática y constitucional,
como son las demás del resto de Europa. Entonces el Rey perderá no autoridad, que creo que la perderá
siempre, pero sí poder ejecutivo o ejercicio de poder ejecutivo, que irá utilizando menos a medida que los
demás poderes vayan ocupando su sitio. Los poderes de la sociedad, que serán los poderes representativos
del Parlamento; los poderes ejecutivos, los poderes de las corporaciones y de las instituciones. Y creo que
dentro de ese conjunto el poder del Rey será menor que el que tiene ahora porque habrá cumplido,
digamos, su función histórica, que es la de llegar a ese cambio democrático.
VENTAJAS DE LA DERECHA
—Su propia aspiración ahora, don José María, ¿es conseguir un escaño de diputado o poder volver a ser
ministro?
—Mi aspiración inmediata no serla ni una ni otra de esas cosas. Es decir, puedo presentarme a un escaño
de diputado y puedo llegar a ser ministro otra vez, ciertamente. Pero realmente lo que me gustaría es que
este período de transición que va desde ahora hasta junio se hiciera inteligentemente. Que hubiera la
seguridad de que a los escaños del Senado llegara una minoría fuerte de tipo equilibrado y moderado, que
es lo que creo clavel para que funcione bien el Congreso constituyente y que salga bien elaborada la
Constitución.
—Dicen que ganará la derecha estas primeras elecciones.
—Eso se dice, sí, con mucha reiteración. Yo creo que la derecha tiene muchas ventajas en este momento
y que parte de posiciones muy fuertes porque ha gobernado cuarenta años. Pero también tiene
inconvenientes porque esa misma etapa de cuarenta años ha minado su prestigio en muchas cosas, y
además la ha mezclado en muchos asuntos que no son demasiado claros, y además ha creado un clima,
verdadero o falso, de que existe un gran ambiente de corrupción administrativa, que no se ha llevado
adecuadamente, que no se ha esclarecido. Todos ésos pueden ser factores negativos. Luego hay la gran
incógnita de la situación económica. El voto mayoritario de España hoy creo que será de signo
conservador. No solamente la derecha extrema, sino lo que es un talante que no quiere romper el modelo
económico conseguido, el progreso social alcanzado y la convivencia política en la libertad sin violencia.
Esas tres cosas creo que son probablemente predominantes en la sociedad. Y esos tres factores son
positivos en el sentido de que son no un voto a la derecha, pero sí un voto no revolucionario.
MEMORIAS
—Una curiosidad, para terminar, don José María: de las Memorias de Franco Salgado Araújo, ¿queda una
imagen certera del conde de Motrico?
—En las Memorias de los Franco yo aparezco en algunos momentos, no muchos; pero se me cita unas
cuantas veces como embajador en diversos lugares: Argentina, Francia, Estados Unidos Los juicios que
hace el General Franco sobre mi actividad como embajador son, dentro de lo que es el libro, bastante
positivos, ¿no? Sobre todo, cuando se refiere a mi actuación en Washington, París, Buenos Aires... Luego,
en cambio, hay un juicio negativo, critico, al hablar de pasada de mí, de Ruiz Giménez y de algún otro
personaje. Nos echa en cara que, según dice, nos hemos vuelto «resentidos y ambiciosos». A mí me
parece bien que se publiquen las opiniones libres de los demás sobre uno mismo. Yo, realmente, el que el
General Franco me ´llame ambicioso, en un hombre que sabía de eso mucho, y que era tan modosito en
sus aspiraciones, pues me parece un juicio que me produce una cierta hilaridad. De ser cierto, claro.
—Pero sí se asegura que el conde de Motrico es suficientemente rico
—Pues yo creo que el General Franco no murió en la indigencia...
(Descruza las piernas y sonríe ampliamente en esta fase final de la conversación. Uno le había dicho que
en media hora «liquidábannos el tema», y al cumplirse los treinta minutos ha mirado el reloj el señor
conde y ha insinuado algo... Pero todavía nos hemos pasado algunas preguntas más de propina. Aseguran
que es uno de los personajes de la política activa nacional que mejor control tiene de sí mismo. Uno lo
podría asegurar. El tono del inicio y del final, cuarenta y tantos minutos después, es exactamente el
mismo. Su sonrisa, en cambio, sólo aparece en la recta final, aunque dure de continuo su extremada
cortesía y buenos modos. Uno de los tonos, de las formas de decir, mejor cortados y educados del país,
qué duda cabe...)
José CAVERO
(Fotos de Julio MARTÍNEZ y caricatura de Carlos VIGUERAS.)