Viudas de fusilados.
TODA larga cónsideracion estropearía el patetismo de la carta en que un cura
navarro nos expone sus sentimientos en el último día de difuntos. La extractamos
en otro lugar de este numero, eliminando detalles que, sí están escritos siempre
con exquisita delicadeza, podrían identificar a algunas de las victimas
aludidas, a cuyos familiares no debe mencionarse sin obtener previamente su
permiso.
Pero el tema de fondo es grave y seguramente tiene aplicación en otros lugares
de España: es el de las viudas de quienes, trágicamente, fueron fusilados en los
primeros días; de la guerra en la llamada, "zona nacional", viudas que
oficialmente no lo son, porque la muerte de sus maridos no consta en archivos
civiles ni eclesiásticos, con toda clase de consecuencias legales e íntimas
imaginables.
VISITAR a los muertos en el cementerio es entrañable y triste; depositar unas
flores en Ja cuneta, al borde de la carretera, es—a los cuarenta años del
comienzo de la guerra civil—triste ,y absurdo. Esos ¡huesos son descoyuntados y
fuera de sitio porque su sitio es el "cementerio" o lugar de los que duerman.
Sin revanchismos, con espíritu de olvido y de paz, la reconciliación exige que
el problema se aborde desde todas sus vertientes. Hay que dar por muertos a
quienes todo e! mundo sabe que lo fueron y dónde yacen, y sacar todas las
consecuencias legales del acta civil.