VIERNES 31-12-82
RESUMEN FIN DE AÑO
PSOE, el año de la rosa
Sólo diez años -largos, densos y apretados años- han necesitado Felipe González y Alfonso Guerra,
con la ayuda del resto de la «familia» andaluza y otros parientes vascos y madrileños, para transplantar
«el olmo viejo y centenario» del socialismo exilado y hacer de él un árbol -casi un bosque- frondoso
capaz de cobijar diez millones de votos y un montón de expectativas y esperanzas. Un árbol que a buen
seguro da más rosas que puños, a juzgar por la cuidada escenografia de la última y rentable campaña
electoral que ha llevado al PSOE a la Moncloa.
Bien es cierto que los jóvenes cachorros andaluces han caminado a favor de vientos propicios -lo que
ellos llaman, o llamaban en tiempos del prurito marxista el devenir de la Historia-, pero resulta difícil
con todo regatearles eficacia y merecimientos.
Ellos son los autores de una cirugía profunda que transformó un partido minoritario y desorientado en una
formación abierta y moderna de la que ha salido el actual Gobierno de la nación. La primera fase de esta
operación a dolor vivo la comenzaron Felipe González y Guerra en el 72, y dos años más tarde, en el
Congreso de Suresnes, habían conseguido podar la gerontocracia del aparato y conectar el partido con la
realidad española, situándose ellos en la cúspide de las decisiones. El segundo acto de la intervención fue
un algo más traumático, aunque por ello tanto mas fructífero. Los nuevos dirigentes tuvieron que pasar
por el martirologio controlado del XVIII Congreso. Corría la primavera del 78 y Felipe sufrió la rebelión
de las bases marxistas justo en el momento en que él pensaba desembarazar al PSOE de tan pesada
etiqueta. Pero el actual presidente de Gobierno había comenzado ya la irresistible ascensión y fue
implacable e imparable. Dimitió y a los tres meses fue llamado en olor de multitud Contaba ya con un
partido sodaldemócrata, abierto y atractivo al que se fueron sumando decenas de miles de militantes.
Las localizadas bases radicales quedaron casi disueltas entre el aluvión de nuevas adhesiones, bajo el
común denominador del «felipismo». Habría que contar también cómo se hace un líder y analizar los
ingredientes de calidad y «marketing» político, pero esa es otra historia. Lo cierto es que la dirección
socialista se vio casi abrumada por la unanimidad del XIX Congreso celebrado a finales de 1981. De él
salió Felipe con un respaldo sin precedentes, con un amplio programa social-demócrata en lo político y en
lo económico y con el firme presagio de que las próximas elecciones eran las suyas. Comenzaba 1982, el
año de la rosa. La Izquierda Socialista -as famosas bases radicales- estaba ya en loa cuarteles de
invierno, fané y desmadejada- Factor interno favorable. La UCD andaba a la sazón rompiéndose y parte
de la sociedad española asistía escandalizada al fragor de los sables mientras comenzaba a mirar ya -
perdido el miedo al inexistente coco radical- hacia Felipe González y el PSOE. Factor externo
superfavorable. El resto era coser y cantar. El coser fue cosa de Guerra (y de una importante pléyade de
técnicos socialistas) y el cantar obra de Felipe. Ya en enero el corrimiento social de los votos era un
hecho que no escapaba a las sutiles entendederas de Alfonso Guerra, de modo que se puso a trabajar en la
campana con más de dos mil personas que elaboraron un exhaustivo programa bajo el signo de la
moderación y la eficacia. Abandonando las reivindicaciones del socialismo tradicional, el «cambio» se
centró en un proyecto reformista con base en la modernización del Estado y la salida de la crisis.
Planteamientos no sólo perfectamente asumibles, sino esperados por una mayoría de la sociedad española
En definitiva, no otros son los planteamientos que en los países occidentales se ha encargado de poner en
practica la derecha.
La Izquierda Socialista nada dijo del programa. Unos se retiraron a esperar tiempos motores como Gómez
Llorente y otros andaban en alcaldías, concejalías y listas electorales, gracias a la mano izquierda de
Guerra. El estilo de la campaña se adecuaba perfectamente a este trazado. Nada de puños, nada de
internacional, corbata y buenos modos y una cancioncilla colegial. Semántica simple y comprensible en
lo publicitario. Uso y abuso del líder Felipe que se convirtió en un viajero insomne y asenderado durante
la campaña, con más de cincuenta mítines. Eran los parámetros de la campaña francesa, que unos meses
antes había llevado al poder a Mitterrand; y Guerra supo corregirlos y adaptarlos. La apoteosis de rosas y
la efigie retocada del líder sobre fondo de nubecillas líricas abarrotaron las calles españolas. Fue una
siembra rentable y excesiva como un poco demasiado fueron los resultados: mayoría absoluta con un
largo estrambote.-M. B.
Claves del 83
La «sangría» de dirigentes hacia el Gobierno y los altos cargos ha dejado bastante descapitalizado al
PSOE. Presidente del Gobierno, vicepresidente y cuatro ministros simultanean sus cargos en la Ejecutiva,
y ello obligará a una profunda remodelación, entre otras cosas porque Guerra, por mucho que lo intente,
no es ubicuo. La izquierda socialista tiene la cancha libre para hacerse oír ahora que el vicesecretario está
entretenido. Cuenta con la Conferencia de Organización, tan aplazada, que deberá celebrarse este año que
comienza. Y tendrá buena clientela en los «damnificados» que no han encontrado cargos, y comenzarán
pronto a rabullir. De todas formas al menos por este año, las protestas no llegarán al río.