DOCUMENTO OFICIAL DEL EPISCOPADO DE ESPAÑA
Suprimiremos los signos de riqueza en nuestra vida privada
Derecho a estar debidamente informados y a expresar las propias opiniones
Derecho a asociarse y reunirse libremente
Los obispos, al lado de los pobres
Denunciaremos la injusticia allí donde se encuentre
MADRID, 14.
(INFORMACIONES.)
Los obispos españoles se han comprometido en documento publico, al término de su
XII Asamblea Plenaria, a eliminar los signos de riqueza en su vida particular y
a encarnar la Iglesia en el mundo de los pobres. Para esto dedicarán los máximos
esfuerzos a que la enseñanza —los colegios religiosos— vayan a los suburbios y
sectores deprimidos del país. El Episcopado va a ser la voz que, libre de todo
temor y apasionamiento, denunciará las desigualdades económicas y sociales y
defenderá los derechos de los que no tienen voz; urgirán a los dirigentes del
país una política social en materia de salarios, vivienda, especulación del
suelo, emigración, problemas del campo españa etc., y clarificarán sus
relaciones con las autoridades civiles.
En este interesante documento los obispos españoles, colegiadamente y per tanto,
con la máxima autoridad, reiteran los derechos fundamentales de asociación, de
participación política de todos los ciudadanos, de expresión e información y de
seguridad jurídica. Como prueba de solidaridad, solicitan del Gobierno amnistía
para los presos, de cualquier edad y condición.
He aquí el texto íntegro del documento episcopal:
1. Los obispos españoles, reunidos en la XII Asamblea Plenaria, hemos
reflexionado y dialogado durante varios días sobre el tema «La Iglesia y los
pobres». Con nosotros han participado en este encuentro fraternal los religiosos
y religiosas miembros de los Consejos directivos de sus respectivas
Confederaciones Nacionales. Como presupuesto doctrinal y experimental de
nuestros trabajos, hemos escuchado a varios especialistas, sacerdotes y
seglares, que han ilustrado el tema de la pobreza en sus aspectos bíblico,
teológico y sociológico. Queremos expresarles nuestro más vivo reconocimiento
por tan señalado servicio.
2. Si, existiendo tantos otros temas de importancia que reclaman
la atención del Episcopado Español, nos hemos decidido a dedicar a este de la
pobreza una Asamblea Plenaria, casi exclusivamente centrada sobre él, es porque
lo consideramos capítulo primordial de nuestra fidelidad a la persosa y al
mensaje de Jesucristo, al par que una exigencia muy marcada de la renovación
conciliar. «El espíritu de pobreza y de amor —se nos dice en la
constitución «Gaudium et Spes»— es la gloria y el testimonio de la Iglesia de
Cristo.» (G. S., 88). Por su parte, el Papa Pablo VI, máximo intérprete de
dicha renovación, acaba de decirnos: «Todos vemos la fuerza
reformadora que tiene la exaltación de este principio: la Iglesia debe ser
pobre; más todavía: la Iglesia debe aparecer pobre.»
3. Su Santidad habla también de «una conciencia eclesial en pleno
despertar, sedienta de autenticidad y de verdad y deseosa de liberarse de
prácticas históricas, que ahora podrían manifestarse disconformes con su
espíritu evangélico y con su misión apostólica». Por lo cual, añade, «es
necesario un examen crítico, histórico y moral, para dar a la Iglesia su rostro
auténtico moderno, en el que la generación actual desea reconocer el rostro de
Cristo». Etas palabras pontificias, pronunciadas en las vísperas de nuestra
asamblea sobre la pobreza, cuando ultimábamos los preparativos de este
encuentro, nos aseguran del acierto en la elección del tema y nos ofrecen una
luz Inestimable para el tratamiento del mismo.
DE CARA A LA ESPAÑA DEL 70
4. Nos sentimos obligados, pues, a referirnos a nuestra propia pobreza de
obispe» y a la de la Iglesia en general, antes de afrontar el problema que nos
plantean millones y millones de hermanos nuestros que padecen pobreza dentro y
fuera de nuestro país. Desde el principio se nos ofreció, con autoridad y
acierto esta doble actitud ante la pobreza : «Identificarnos con ella en lo que
tiene de virtud y luchar contra ella en lo que tiene de injusticia y contra los
daños morales y materiales que engendra en gran número de hombres.»
Posteriormente, en el curso de nuestros coloquios, hemos centrado el tema en
esta doble dirección: la pobreza como testimonio y la pobreza como solidaridad y
ayuda. En trabajos de grupos y en reuniones generales fuimos analizando, con
espíritu de sinceridad religiosa y de fidelidad a nuestra misión, esa doble
exigencia, no en abstracto, sino de cara a nuestra existencia cotidiana y a ´las
circunstancias sociales y religiosas de esta España y esta Iglesia de 1970.
Tenemos que confesar nuestra ´dificultad, y a veces perplejidad, para definir
fórmulas concretas de pobreza episcopal y eclesial, dada la variedad de
circunstancias que se dan en cada caso las hipotecas históricas que a todos nos
afectan (y que no siempre se pueden liquidar con celeridad irresponsable), la
necesidad de medios humanos que requiere la acción pastoral, y el distinto
carisma de las personas, no todas llamadas al. mismo grado de testimonio en
todas las virtudes. Pero estas apreciaciones, que imponen el buen sentido y la
prudencia, en modo alguno deseamos que coarten un movimiento del espíritu que
nos lleva, indudablemente, a ser y a parecer más pobres.
COMPROMISO UNÁNIME DE POBREZA
5. Voces de dentro y de fuera vienen lamentándose de determinados fallos en la
materia, que pueden resultar contrasignos, supuesto nuestro deber de
ejemplaridad. En las reuniones de trabajo hemos analizado lo que en esta
materia suele flotar en el ambiente, con ánimo decidido de suprimir cuanto
pueda empañar nuestro testimonio. Estamos unánimes en el compromiso de impregnar
nuestra vida episcopal de una verdadera sencillez evangélica, de suerte que la
presentación exterior de nuestras personas, nuestra residencia privada,
nuestros medios de locomoción o las personas a nuestro servicio, creen en
nuestro derredor un ambiente que no nos distancie de los humildes.
RELACIONES CON LAS AUTORIDADES CIVILES
6. Siendo como somos pastores de todo el pueblo de Dios, cuidaremos de
evitar en nuestro ministerio cualquier acepción de personas, acentuando
nuestra predilección hacia los grupos sociales más desvalidos. En nuestra
obligada relación con las autoridades civiles, mantendremos el respeto y la leal
colaboración que su función y sus personas merecen, estableciendo con ellas
amistosamente un modo de relaciones en línea de sobriedad y de clarificación que
simplifique las obligaciones oficiales recíprocas.
7. Entendemos que este testimonio debe completarse con toda una serie de
actitudes que afecten a otras personas e instituciones eclesiásticas, y en lo
que depende de nosotros estamos dispuestos a ir superando desigualdades
económicas entre sacerdotes, entre parroquias, entre diócesis y familias
religiosas, de modo que rija entre nosotros en la mayor medida posible la
comunicación cristiana de bienes, en generosa apertura a las necesidades de la
Iglesia universal.
LOS COLEGIOS RELIGIOSOS
8. Creemos contribuirá a disipar malentendidos y evitar contrasignos sobre
las riquezas de la Iglesia una adecuada información sobre su economía y la
incorporación de seglares competentes a la gestión de la misma. En ambas
direcciones queremos avanzar con decisión, pero, sobre todo, en el empeño de
dar a los bienes de la Iglesia un mayor rendimiento pastoral y social.
Por lo que toca a la distribución de personas, será necesario revisar el reparto
actual y dedicar más sacerdotes, más colegios de la Iglesia, más esfuerzos
pastorales, a las zonas pobres y deprimidas de la sociedad.
9. Nos aplicamos a nosotros mismos y pedimos que hagan lo propio otras personas
e instituciones eclesiásticas, y también los fieles seglares, estas palabras del
Papa:
«Estamos atentos para darnos cuenta de que en un período como el nuestro,
completamente dominado por la conquista, por la posesión, por el disfrute de los
bienes económicos, se advierte en la opinión, dentro y fuera de la Iglesia, el
deseo, casi la necesidad, de ver la pobreza del Evangelio, y notamos también que
se quiere ver esta pobreza principalmente allí donde se predica el Evangelio,
donde se hallan sus rePresentantes, mas aún: en la Iglesia oficial, en nuestra
misma sede apostólica.»
SOLIDARIDAD CON LOS POBRES
10. Adoptada esta línea de conducta en lo que atañe a nuestra pobreza personal y
colectiva, exigencia evangélica, nuestra atención se ha dirigido a la pobreza
obligada y dolorosa que padecen innumerables hermanos nuestros, y cuyo remedio
nos es urgido por la fidelidad a Jesucristo: «Si alguno tiene bienes en este
mundo y ve a su hermano en la necesidad y le cierra su propio corazón, ¿cómo
puede estar en él el amor de Dios? Amémonos, no de palabra ni de lengua, sino
con obras y verdad» (1. Joan. 3, 11-18). La ayuda a los pobres y nuestra
solidaridad con ellos es precisamente el testimonio que más nos reclaman los
hombres de nuestro tiempo.
POBREZA CULTURAL
11. Entre las Indigencias más radicales del hombre ocupa un lugar destacado la
pobreza cultural o carencia de suficiente educación, de que adolecen numerosas
personas en nuestro país.
La Asamblea Episcopal no podría desentenderse de esta grave cuestión, que
adquiere Importancia decisiva en el momento presente.
12. En este aspecto, la Asamblea ha comprobado con satisfacción los esfuerzos ya
realizados y los que para el futuro se proyectan. Eso no obstante, la grave
preocupación que en nosotros levanta alguno de los acuerdos adoptados por la
correspondiente comisión de Cortes respecto a la disposición adicional segunda
del proyecto de ley de Educación, nos ha movido a considerar el problema en un
documento aparte.
13. La Asamblea se ha fijado unos objetivos preferenciales para el momento
actual en orden a la extensión de la cultura y a la educación de la fe:
a) Atender con especial interés y dedicación a los estamentos sociales
más necesitados: clase obrera, campesinos, Inmigrantes, etc., e impartir la
enseñanza en los niveles´ y modalidades de mayor urgencia: preescolar,
básica, profesional, nocturna, de subnormales...
b) Favorecer en todos sus aspectos la mejor preparación de los educadores
cristianos, con miras a que su aportación a la educación de la fe sea más
cualificada.
c) Estrechar el contacto cordial con los maestros y apoyarlos decididamente en
su importantísima labor de promoción cultural del pueblo, agradecer su labor
como educadores de la fe y darles medios para la misma.
d) Fomentar la colaboración de sacerdotes, religiosos y seglares en las
tareas de la educación, que constituyen una gran obra de apostolado al
servicio del pueblo.
e) Integrar esta colaboración dentro de una pastoral de conjunto.
VOZ QUE DENUNCIE LAS INJUSTICIAS
14. Desgraciadamente existen todavía muchas diferencias en la participación
del bienestar y del influjo social entre grupos privilegiados y pobres, e
incluso entre países ricos y deprimidos. La raíz última de esta anomalía no es
otra, según señala la «Populorum progressio», que la insolidaridad, el egoísmo
ciego de quienes, como Caín, responden a la voz de Dios: «¿Es que acaso soy yo
el guardián de mi hermano?»
(Gen. 4-9).
Insolidaridad que anida en muchos espíritus e inficiona todo un sistema
de relaciones económico-sociales.
Frente a ella, ni queremos ser sordos a la palabra del señor, que nos pregunta
por nuestros hermanos, muchas veces hablándonos a través de su propio clamor, ni
podemos permanecer indiferentes y mudos ante el desamor y la injusticia.
Queremos tener los ojos bien abiertos a las condiciones deficientes y a veces
inhumanas en que viven todavía muchos de nuestros hermanos. Queremos ser
solidarios de su causa y sentir con ellos y como ellos la impaciencia por una
más, justa distribución de los bienes materiales. Queremos ser una voz, libre de
todo temor y apasionamiento, que denuncie las injustas desigualdades económicas,
que proclame la dignidad humana y cristiana de los humildes, que defienda sus
derechos personales y colectivos y que apoye, cada vez con mayor decisión, las
legítimas aspiraciones del mundo del trabajo.
LA AUSTERIDAD, PARA TODOS
15. Por eso, lo mismo que San Juan Bautista invitaba a los hombres de su
tiempo a preparar los caminos del Señor, nosotros nos sentimos obligados a
pedir a quienes disponen de poder político o económico que, mientras se
esfuerzan por aumentar las riquezas colectivas, den también ejemplo de
austeridad y, sobre todo, se sigan esforzando más todavía por eliminar las
injustas diferencias que separan a unos hombres de otros v unas regiones del
país de otras, promuvan con empeño una más valiente y eficaz reforma de nuestras
zonas rurales, multipliquen la construcción de viviendas dignas, para el
desarrollo humano y cristiano de tantas familias modestas, cortando
decididamente toda especulación sobre el suelo, hagan desaparecer las causas de
la emigración forzosa, eliminen con energía las grandes desproporciones todavía
existentes entre las diversas remuneraciones del trabajo, ajusten los salarlos
mínimos a las verdaderas necesidades de la familia obrera y a las posibilidades
de la riqueza nacional, provean con eficacia y en justicia a la situación de
tantos obreros eventuales y temporeros, eviten toda discriminación en los
contratos con nuevos trabajadores.
16. Dentro de lo que la Iglesia puede hacer más directamente por sí misma,
deseamos que en todas las diócesis y parroquias adquiera un desarrollo más vivo
y operante la organización Caritas, como causa real, aunque modesta, de obras
de promoción de los pobres, como medio de formación y estímulo de las
conciencias y como instrumento para lograr, tanto la coordinación de los
esfuerzos de caridad y promoción en la Iglesia, como la comunicación de bienes,
según quedó programada en su plan CCB.
POBREZA SOCIAL Y CÍVICA
17. La importancia de este aspecto de la pobreza humana radica en la carencia
de los bienes más elevados del hombre en cuanto es persona y miembro de pleno
derecho en la sociedad.
Dos son las causas principales e inseparables de esta pobreza, que mutuamente se
influyen entre sí: la deficiente participación en los órganos decisorios de la
vida colectiva, y la falta de suficiente formación para ella. Pero, a su vez,
esa pobreza constituye, con demasiada frecuencia, una de las causas que
dificultan la liberación de los hombres de otros aspectos de la pobreza.
No sin razón, por lo tanto, se pide de nosotros una auténtica solidaridad como
signo y manifestación visible de auténtica caridad evangélica con quienes sufren
esta pobreza, Porque estiman que, en este aspecto, nuestra voz puede y debe
llegar con eficacia a la conciencia y al corazón de aquellos hermanos que pueden
poner remedio a tal pobreza.
DERECHO DE ASOCIACIÓN, INFORMACIÓN Y SEGURIDAD JURÍDICA
18. Más digna de consideración es todavía la suerte de aquellos que ni
siquiera apetecen esa participación cívica responsable, porque les falta una
adecuada formacion que despierte sus conciencias en relación con sus
irrenunciables derechos ciudadanos.
Por eso, no podemos menos de reiterar, a unos, para que los conozcan y los
ejerciten, a otros, para que los respeten y les den cauce:
— El derecho que todo hombre tiene a asociarse y reunirse libremente para
fines lícitos, como es la promoción de sus intereses profesionales dentro de
auténticos sindicatos representativos, y a la inTervención en la cosa pública, a
través de cauces eficaces de participación política.
— El dereho a expresar sus propias opiniones y preferencias, lícitas por medio
de órganos adecuados de comunicación social, así como el de estar debidamente
informado de todo aquello que es necesario para formarse un juicio propio
sobre problemas que tai afectan directamente.
— El derecho a verse protegidos por las leyes en el ejercicio de sus
deberes cincos, y en general, el disfrute de un sistema de leyes, tribunales y
sanciones, que garantice con plena eficacia «el derecho inalienable a la
seguridad jurídica», reconocído en la "Pacem in Terrris».
AMNISTÍA
19. Como prueba de solidaridad con un sector de hermanos nuestros,
particularmente indicado para ello, nos dirigimos una vez mas al Gobierno para
solicitar de él que ejerza generosamente su facultad de gracia en favor de los
reclusos de cualquier edad y condición.
20. La Conferencia Episcopal Española tiene viva conciencia de que los puntos
expuestos son sólo un débil muestrario dentro de la vasta panorámica que
presenta el problema de la pobreza. En estos días nos hemos ocupado también,
aunque sin poder llegar a un suficiente reflejo en este documento, de la pobreza
moral y religiosa de vastos sectores de nuestra sociedad, en los que se
aprecia una devaluación en las costumbres y una pérdida del sentido de la fe,
con riesgos especíales para la juventud, asediada por el erotismo y la fiebre
del consumo. Esto resulta especialmente grave en aquellas zonas o grupos humanos
menos atendidos religiosamente por la presencia pastoral de la Iglesia. Tomamos
nota seriamente de esta realidad y seguiremos estudiándola con el mayor
ahinco, prontos a aplicarle los correctivos y soluciones que reclama.
Pero, sobre cualquiera otra tarea, nos acucia a todos, ricos o pobres, el
redescubrimiento del sentido religioso y cristiano de la pobreza, como
bienaventuranza evangélica, que nos hace libres en el uso de los bienes
terrenos, nos abre hacia Dios y su Reino, en dependencia filial de su
Providencia y, a semejanza de Cristo pobre, nos vuelve totalmente disponibles
para nuestros hermanos.
Como afirmo nuestro presidente en la sesión de apertura, «sabemos que, por
magnánimos que sean nuestros sentimientos y nuestros propósitos, de esta
asamblea solamente podrá salir un programa o una actitud y un compromiso... que
por sucesivas asambleas habrá de ser revisado y vigorizado con nuevas ideas, con
iniciativas nuevas para que el programa y los propósitos no se erosionen.» La
gracia del Señor y el apoyo de todos nuestros hermanos del pueblo de Dios nos
sostendrán en esta tarea.»
La disposición adicional segunda del proyecto de ley de Educación, con la que
no están de acuerdo los obispos, tal como expresan en el apartado 12 de este
comunicado conjunto y que les ha movido a preparar un documento «ad hoc»,
dice lo siguiente:
La cuota resultante por aplicación de la escala prevista en el artículo
anterior, una vez efectuadas las desgrava-ciones que procedan conforme a los
artículos 35 y 39, ambos inclusive, del texto refundido del impuesto general
sobre la Renta de las Personas Físicas, de 23 de diciembre de 1967, tendrá como
límite máximo el 50 por 100 de la correspondiente base liquidable.»
Tres.
El párrafo cinco del citado artículo 33 del texto refundido del impuesto general
sobre la Renta de las Personas Físicas quedará redactado así:
«Las plusvalías a que se refiere el artículo 16-2 del texto refundido del
impuesto general sobre la Renta de las Personas Físicas, determinadas en la
forma que en el mismo se expresa, tributarán al 16,5 por 100 cuando la base
liquidable del contribuyente no exceda de 200.000 pesetas.»
Cuatro.—Se establece un impuesto especial sobre los beneficios de las sociedades
y demás entidades jurídicas, que será exigible en todo el territorio nacional,
por los ejercicios que finalicen a partir de la fecha de promulgación de esta
ley.
Serán sujetos pasivos en este impuesto los definidos como tales en el impuesto
general sobre la Renta de las Sociedades y demás entidades jurídicas. Las
exenciones establecidas en éste se entenderán igualmente aplicables a aquél.
La base imponible estará constituida por el resultado
«segunda.
Para la financiación del mayor gasto público que la aplicación de esta ley lleve
consigo se introducen las siguientes modificaciones en el sistema fiscal:
Uno.
El actual párrafo único del artículo 87 del texto refundido del impuesto sobre
los Rendimientos del Trabajo Personal, aprobado por decreto 512/1967, pasará a
ser el primero de dicho artículo, al que se adicionan los siguientes:
Dos.
Las remuneraciones de los presidentes y vocales de los Consejos de
Administración o de las Juntas que hagan sus veces tendrán además un recargo
para el Tesoro del 50 por 100 de la cuota.
Tres.
Este recargo no se conceptuará deducible de la cuota del impuesto general sobre
la Renta de las Personas Físicas.»
Dos.
El párrafo uno del artículo 33 del texto refundido del impuesto general sobre la
Renta de las Personas Físicas, aprobado por decreto 3.358; 1967, de 23 de
diciembre, quedará redactado así:
«Uno.
La base liquidable del impuesto general sobre la Renta de Personas Físicas será
gravada a los tipos de la escala.
de deducir de la base liquidable del impuesto sobre Sociedades el 6 por 100 del
capital fiscal de la entidad. Para los ejercicios sociales en curso a la entrada
en vigor de la presente ley se tomará por base de imposición la parte de la
anteriormente definida que sea proporcional al tiempo de vigencia del impuesto
especial en el ejercicio correspondiente.
El tipo de gravamen será del 10 por 100.
Se autoriza al ministro de Hacienda para dictar las normas que reglamenten la
aplicación de este impuesto.
Cinco.
El apartado d) del artículo 24 del texto refundido del impuesto general sobre el
Tráfico de las Empresas, aprobado por decreto 3.314 / 1966, de 29 de diciembre,
cuyo tipo fue elevado por el artículo 7º de la ley 60/1969, de 30 de Junio,
quedará modificado como sigue:
Donde dice; «... sé gravarán al tipo del 0,25 por 1.000...» deberá decir; «...
se gravarán al tipo del 0,50 por 1.000...»
Seis.
La modificación introducida en virtud del párrafo uno de la presente disposición
adicional se aplicará a las retribuciones devengadas a partir de 1 de enero de
1970. La modificación a que se refiere el párrafo dos de esta disposición
adicional se aplicará al ejercicio impositivo de 1970 y posteriores. La
modificación establecida por el parrafo cinco de esta disposición adicional
entrará en vigor a partir de 1 de enero de 1970.»
14 de julio de 1970