DIETARIO PERSONAL
UN MINISTRO EN NUEVA YORK
VIERNES, 30 DE SEPTIEMBRE. Cualquier otro día hubiera sido bueno para dar vueltas de humor a las
noticias que vienen de Nueva York. Por supuesto cualquier lugar o fecha que cuente con la presencia del
excelentísimo señor ministro de Asuntos Exteriores, don Marcelino Oreja, es propicio al sano regocijo. El
ilustre hombre público, lo mas parecido al hombre invisible dentro de su especialidad diplomática, se
hace notar sin embargo por la siniestra oportunidad de sus dichos magnificados por los medios de
comunicación social. Chiquito pero resonante, debe tener mejores agarraderas que su antiguo colega
Camuñas para permanecer en un puesto que evidencia que el difunto era mayor. Camuñas, al menos, ha
demostrado cierta personalidad propia, por enrabietada que nos pueda parecer a los observadores. Don
Marcelino no dimitiría ni ante la ocupación de San Roque por un par de loqueros británicos. Desde la
cumbre de la "Garriere" nos contempla a los indígenas como las pirámides a la tropa de Napoleón. Es el
heredero mas acreditado de aquel diplomático que representó a la España del "Deseado" en el Congreso
de Viena. Oportunidad política magistral porque cada vez se parece más esta España a la de don Femando
Vil. Hemos salido, según Oreja, del tenebroso aislamiento" para entrar, según a mi me parece, en
el de las amistades peligrosas e influyentes. Pero, claro, y en esto tiene razón el infatigable viajero y
orador; España "ha dejado de ser diferente para convertirse en un igual".
¿Igual de quién?
El camarada Consejero Nacional Marcelino Oreja desplegó en la ONU el abanico de nuestra política
exterior, quizás porque idiomas aparte, el lenguaje que mejor le va es el de este artefacto refrescante, que
nadie entiende ya, salvo cuando lleva banderas blancas en su paisaje. Menudo, satisfecho, sonriente, con
su aire de Metternich engolado y valleinclanes-co. guapo, católico —del "Ya"— y antisentimental, debo
reconocer que nuestro ministro de Asuntos Exteriores es el más idóneo para representar a eso que se llam
el país. Pero ante la desolación nacional ja pluma más frivola se resiste a la ironía Está claro que "el error
Berenguer" —tres palabras que fueron el Ututo de un resonante articulo de don José Ortega y Gasset— ha
sido ampliamente superado. Aquella pieza magistral acababa con estas precisas palabras. "¡Españoles,
vuestro Estado no existe) [Reconstruidlo!.
Rafael GARCÍA SERRANO