LICENCIA PARA MATAR
Mientras el Gobierno Suárez parece decidido a ignorar, pase lo que pase, el retomo de los
extrañados vascos, en Madrid ha caído acribillado un veterano periodista: Paulino Martín. Tres
individuos le salieron al paso en la Avenida del Mediterráneo. Uno de ellos le disparó a cajarro
con una escopeta recortada. Llevaba poco mis de un año jubilado, tras una vida de intensa
dedicación al oficio de periodista, en "Marca", el gran diario deportivo. Pero su vida, como
potencialmente la de cualquier ciudadano ubre, estaba a merced de los terroristas y de la
desasistencia o debilidad pública. Resurta tan trágico, tan absurdo todo esto, que cuando los
"tólex" vomitaron el primer "flash" del sacrificio de esta vida, todos indagaban el cuarto factor de
la noticia: "el porqué". De pronto, alguien de quienes conocíamos, de quienes habíamos
convivido con el a lo largo de muchos años de trabajo, recordó que Paulino Martín, que tenía
un hijo al servicio de la Marina de Guerra, tenía ademas un hermano policía. Entonces muchos
exclamaron: "¡ah, daro: o es una venganza o le han confundido con su hermano!"
O sea que en la sociedad "suarista" es tan habitual que se asesine a los policías, que una
muerte que, en apariencia, no tenía ningún móvil, la sola idea de un parentesco con algún
servidor de la Seguridad del Estado lo explica todo. ¿Podría sintetizarse en esta dramática
realidad el éxito democrático del señor presidente? No lo se. Lo que entiendo, en cambio es
que en España es fácil matar. Parece como si determinados individuos tuvieran una licencia
para tal fin. Se mata cruelmente, salvajemente. Y cuando el peso de la Ley impone la justa
sentencia, unos políticos/ diligentes y amables, se apresuran a conceder el extrañamiento, que
viene a ser como unas rentables vacaciones en Sueda por cuenta del Erario: pasajes pagados,
un millón de pesetas en metálico, y, al cabo de unos días la vuelta a casa ante la estupefacción
de la sociedad.
de los jueces, de la policía. Nadie se explica esto. Nadie da tampoco explicaciones. Está a la
vista:se apedrea a los soldados en Canarias, según el testimonio de la propia prensa Insular. Y
nada sucede. Crece, virulento, el separatismo/y se pasa por el sonrojo de leer noticias como la
que ayer Insertaba un diario de la tarde: "Madrid y Cataluña negocian en París". Salvador
Sánchez-Terán, en representación del primer ministro del Gobierno de S.M, y el presidente
Tarradellas conversan "en terreno neutral", esto es; de potestad a potestad. Se hundió la
economía, que era saludable. Nuestra flota pesquera, creada a puteo en los años anteriores,
no tiene dónde pescar. Y se habla del "paro del hambre" con una naturalidad pasmosa.
¿Qué dase de gobernantes dicen gobernar a España? ¿Que dase de políticos son estos, que,a
cambio de haber puesto en marcha la vieja farándula de los partidos políticos lo dfeo adrede
con palabras de Salvador de Madriaga—, ofrece a los españoles un panorama tan infeliz, tan
desdichado, tan insólito? Señalo todo esto al hilo de la muerte de un viejo amigo; de un
veterano periodista; de un padre de familia; de un hombre de bien, para el que había llegado el
retiro, la jubilación y un sosiego al que han puesto fin una cuadrilla de insensatos bandoleros.
Es probable que esto sean cosas de la democracia. Y es probable que haya que aceptarlas así,
con resignación. También es una práctica democrática la dimisión de los presidentes, aunque
aquí, hasta la fecha, esa práctica sigue siendo inédita y remotamente probable, como nuestro
ingreso en el Mercado Común. Todo parece una burla, una colosal estafa que si, no estuviera
envuelta en sangre inocenie^quedaria reducida, con sus protagonistas al frente, a un
esperpento teatral de ínfimo nivel. La sangre, de alguna manera, dama al délo. Y a la tierra
también.
Antonio IZQUIERDO