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ECONOMIA Y SOCIEDAD
19-V-77
EL CAMPO: PROBLEMÁTICA Y SOLUCIONES (IV)
Promoción familiar y cooperativa de la empresa agraria
TODA acción de reforma agraria debe ir dirigida como meta inmediata a la consecución de explotaciones
y empresas agrarias idóneas, esto es, suficientes, en cuanto a la extensión de sus factores productivos, a su
estructura y organización y a su régimen. Su objetivo final para conseguir para sus titulares y para quienes
incorporan su trabajo a las mismas, en virtud de la producción y la rentabilidad obtenible en ellas, un
modo de vida digno y un nivel económico equiparable a quienes viven en los demás sectores de la
comunidad política.
El tipo o modelo ideal para ello tal vez sea, en nuestra opinión, el de las empresas familiares y el de las
cooperativas en sus diversas modalidades, armónica y recíprocamente entrelazada según convenga y
decidan los propios interesados, de modo que las cooperativas puedan ser un instrumento complementario
al servicio de las familiares y éstas, un factor principal y básico de aquéllas.
Lo primero ocurre y es ostensible, por ejemplo, en las cooperativas de servicios y maquinaria en común;
lo segundo, en las cooperativas de explotación comunitaria de tierras y ganados, bien se constituyan éstas
con aportaciones en uso y aprovechamiento, o bien con aportaciones en pleno dominio de las diversas
explotaciones familiares que se unan.
Es indudable que la empresa familiar agraria encierra en si, por naturaleza, una serie de valores
insustituibles de orden moral, social, cultural, técnico e incluso económico, que merece la pena conservar,
cultivar y aun estimular, en beneficio de todos; mas es indudable también que las empresas familiares,
aun las más poderosas y mejor organizadas, necesitan de unos instrumentos complementarios, como las
cooperativas, para beneficiarse mejor de las nuevas técnicas productivas, del crédito más amplio y más
aceptable del uso y aprovechamiento racional de la maquinaria moderna, de los servicios comunes en
suministros de gas, electricidad, abonos, desinfectantes y fungicidas, a la vez que para lograr la mejora
colectiva en caminos, irrigación y drenajes, la defensa de los precios, la industrialización y
comercialización de su propia producción con participación en las plusvalías y valores añadidos por
terceros a sus propios productos, y también para la racionalización del trabajo, la contabilidad adecuada,
el descanso laboral y la oportunidad de salir del encierro en que están sumidos sus miembros, de su
limitada autarquía de la esclavitud a que las faenas tan múltiples y exigentes les tienen condenados,
pudiendo seguir por fin el ritmo que la vida moderna reclama en la tecnificación, la mecanización, las
relaciones sociales y la convivencia ciudadana.
Las empresas cooperativas, bien sean para servicios comunes o para la explotación comunitaria de las
propias explotaciones agropecuarias familiares, tienen la ventaja de que respetando la propia y específica
naturaleza de éstas, crean una entidad complementaria al servicio de las mismas, en la extensión y
características que los propios interesados quieren y consideran conveniente darles, por ser siempre la
voluntad de los mismos, esto es, de los socios, la principal fuente creadora de la nueva entidad, es decir,
de la nueva empresa, en su extensión, en sus objetivos, en su estructura y en su régimen.
La cooperación permite, pues, crear nuevas empresas tan amplias como exijan las circunstancias y
quieran sus propios socios, respetando como ellos acuerden la base esencial de las explotaciones
familiares que se integran o unen. De otra parte, las cooperativas cumplen por sí un doble cometido en
toda acción de la reforma y desarrollo agrario: son objetivos de la reforma y son instrumentos de su
realización.
Como instrumentos de reforma social, las cooperativas contribuyen a ir transformando la sufrida
agricultura individual y de subsistencia en una poderosa y tecnificada agricultura empresarial; a ampliar
la base territorial de las explotaciones, con la agrupación y concentración integral de éstas, permitiendo
con ello, y a la vez, la capitalización y mecanización de las mismas asi como también las mejoras que de
otro modo no se harían; a racionalizar y tecnificar la producción, facilitando su industrialización y
comercialización; a estabilizar económica y socialmente la empresa, y, en suma, a hacer posible y a
potenciar el desarrollo de la agricultura, del sector agrario y del campo en general.
Mas sobre todo esto, el ideal de la empresa cooperativa agraria, en su armonía con la empresa familiar,
está en que mediante las mismas, el trabajo se incorpora a la propia titularidad de la empresa,
consiguiéndose de este modo la máxima efectividad en los resultados de la soñada participación
empresarial.
En las cooperativas, de modo general, y en las agrarias, en particular; el capital, las tierras, el patrimonio
empresarial y sus resultados, esto es, la titularidad de las empresas en su acepción ordinaria, no es ni
pertenece al capital, sistema capitalista; ni tampoco es ni pertenece al Estado sistema estatista, marxista;
sino que la titularidad de la empresa, esto es, el capital, la tierra, el patrimonio y sus resultados son y
pertenecen a sus miembros, esto es, a sus socios, que son a la vez los aportantes principales del trabajo, de
la actividad y de la responsabilidad de la misma, sistema social y privado cooperativista.
Entendemos, por todo ello, que tal vez sean las cooperativas, en armonía con la existencia de
explotaciones y empresas familiares agrarias, la solución ideal para resolver la problemática más grave
que sufre nuestro campo.
Juan José SANZ JARQUE