MIREMOS ADELANTE
Una etapa histórica ha concluido. Otra se inicia. Hoy es día no de otear el camino recorrido, sino el
inmediato que hemos de recorrer. Y estos pasos iniciales de una a otra etapa exigen una gran
responsabilidad de todos nosotros, los españoles. Porque no se trata ya de reconocer o desconocer la
eficacia, que ha sido grande, de la etapa previa, sino de facilitar y fomentar la siguiente, que tiene otra
problemática, otro enfoque, otras circunstancias distintas, otro punto de partida, en suma, que la
inmediatamente anterior. La era del General Franco (Jefe del Estado, del Movimiento, del Ejército y,
durante casi toda ella, del Gobierno) es irrepetible. Porque la que se acaba con su vida procedía de una
guerra civil ganada por él. Y la que ahora se inicia procede de una paz también por él ganada. El
protagonista de quien heredó para su acción de gobierno una guerra y de quien deja a sus sucesores una
paz es él mismo. Pero la circunstancia es distinta. Es distinta gracias a él: pero es distinta. No lo
olvidemos.
Serían ciegos quienes no comprendieran, desde la derecha, la diversidad de la circunstancia que inicia
el mandato del Rey. Del mismo modo que serían ciegos, en la izquierda no subversiva, quienes
pretendieran ignorar el necesario punto de partida y la necesaria continuidad de una etapa a otra.
No es ésta la hora de la discordia, sino de la concordia. Más ésta hay que sanarla a pulso, con sentido
común, con serenidad, con auténtico espíritu de convivencia al servicio de la paz. De una paz inasequible
e la subversión (imposible por la subversión) que todos anhelamos.
No es éste un momento grave. No es éste un momento de crisis. Es, sí, un momento importante en que los
españoles vamos a comenzar a labrar para el futuro exactamente lo que merezcamos.
En manos de todos —¡que nadie se excluya!— está el porvenir de España, que deseamos claro, brillante y
esperanzador bajo la Corona como símbolo de la unidad y de la necesidad de convivencia de todos los
españoles.