Esquerra Republicana, imperturbable
Heribert Barrera decía sosegadamente que e! triunfo socialista del 28-O estaba todavía demasiado
cercano. Con ello no salo minimizaba el tropiezo municipal de Esquerra Republicana sino que se
reafirmaba en los principios básicos del partido que preside: «No es un partido oportunista», reflexionaba
como para sí. «La campaña ha sido buena, nuestra política general el comité la decidirá.» Joan Hortalá, un
triunfador nato achacaba la derrota con aire incombustible. Para él, no se había podido hacer más con
menos. La euforia socialista que vive el país era la principal causante del resultado. Eso y la población
emigrante de Barcelona, junto a la crisis económica que la obliga a decantarse por los que
presumiblemente les va a echar una mano en sus necesidades materiales, eran las razones objetivadas de
un catedrático de economía que nada tiene que ver directamente con lo que está sucediendo en los
alrededores. «Por lo que respecta a lo que pudiera suceder con lo que podría considerarse mi papel
pujante en el partido, he de decir que me es a-b-s-o-l-u-t-a-m-e-n-t-e igual.» En la sede de Esquerra
´Republicana de Catalunya el aire era mustio y las caras graves. Se había comido y bebido bien, pero a
medida que televisión iba desgranando resultados, las loables ansias de jolgorio se ahogaban en jos
pechos nacionalistas. Un momento hubo en que renació, si no la esperanza, sí una cierta bulla: cuando se
anunció la consecución de un concejal en el Ayuntamiento de Tarragona. Barrera dijo que eso mejoraba
las anteriores. Fuera de Barcelona, claro.