ABC. SÁBADO 22 DE NOVIEMBRE DE 1973. Pág. 4
FRANCISCO FRANCO Y EL REINO DE ESPAÑA
Por Alfonso GARCÍA VALDECASAS
No es fácil escribir cuando tantas emociones y recuerdos se agolpan y pugnan por encontrar expresión.
No es fácil medir la magnitud histórica de la figura de Francisco Franco. ¿Quién sería capaz de apreciarla
hoy en todos sus aspectos, en todo su inmenso efecto en la vida de nuestra Patria?
Hará falta distancia y perspectiva histórica para rendir cuenta adecuada y objetiva de su obra. ´Mientras
tanto, nuestro juicio hoy será expresión de nuestro propio sentir y testimonio de nuestra actitud, de
nuestra participación vital en estos años cruciales para nuestro país.
Lo primero que debemos recordar es que Franco no fue un político lanzado a la lucha por el Poder; fue un
soldado a quien la Historia puso al frente de su Patria cuando ésta se vio irremediablemente arrastrada a
una guerra civil. El General Franco intentó evitar aquella guerra; pero, una vez desatada, asumió su
dirección e hizo cuanto estuvo en sus manos —y en ellas pusimos nuestra confianza— para conducirla a
la victoria.
Al asumir aquella Jefatura, Francisco Franco recogió también las fuerzas y doctrinas de la tradición, así
como las ideas y fuerzas de una juventud generosa que quería la expansión social de la justicia y de la
cultura, creía en la libertad y dignidad del hombre, tenía fe en el destino de España y pensaba que el
español tenía una misión que cumplir en el mundo. Era mi generación, la generación de José Antonio.
La obra de democratización social y económica inspirada en esos principios y desarrollada en estos años
se ha extendido por toda el área de la población española hasta los lugares más humildes. Esa obra es
inseparable del nombre de Francisco Franco y, el no me engaño, ha calado en el corazón del pueblo
español.
Y junto a esa transformación de la estructura y la mentalidad social y haciéndola posible ha tenido lugar
la transformación general del país, su desarrollo técnico e industrial, su poderoso crecimiento económico,
su temple vital.
No faltan, claro es, problemas que resolver, injusticias que remediar o errores que corregir. Pero ha
habido un impulso animador que se ha manifestado, realizaciones de obras públicas o de planes de
desarrollo o de promoción turística, etc., etc.
Ese impulso ha ido más allá de la Administración y a veces por delante de ella, en las iniciativas y
empresas de la sociedad española, que en muchos aspectos ha elevado a nuestro país a niveles que no nos
atrevíamos a soñar.
Esta tónica vital de Iniciativa, de aptitud emprendedora, de esfuerzo fecundo, de elevación de nivel, ha
sido el fruto de un orden, una paz, una confianza, ha sido la época y situación que tiene ya su
denominación acuñada: «la paz de Franco».
Pero pienso qué Franco veía más allá.
Sólo es fecunda la victoria de una guerra civil cuando los principios que con ella triunfan y que Inspiran
al Estado nacido de ella responden a las necesidades auténticas y al verdadero destino del propio pueblo.
Porque esos principios son los que, desde la paz Impuesta por la victoria, pueden enderezar los caminos
para una convivencia pacifica donde acaben borrándose las diferencias entre vencedores y vencidos. Que
luchaba por España y por ninguna otra cosa lo demostró Franco haciendo el servicio inolvidable a nuestra
Patria de mantener y defender su Independencia y su neutralidad cuando las divisiones del Eje estaban en
nuestra frontera, algunos elementos en el Interior pretendían embarcarnos en una guerra mundial al
servicio de un supuesto «orden nuevo» que, ciertamente, nada tenía en común con el espíritu español.
Del mismo modo, que su único norte es España, lo demuestra su desvelo por su futuro, más allá de su
obra y de su vida, más allá de su muerte.
¿Cómo lo diré? Pienso que Franco ha querido que el Estado que suceda al que éI creó, que la Monarquía
que mañana encarna y Jura el Príncipe de España, asumiendo toda la legitimidad y toda la adhesión y
fuerza del Estado a quien sucede, trascienda de él, con acrecida legitimidad histórica, con renovado y
ensanchado poder de convocatoria nacional.
Y este pienso que es un propósito que viene de antiguo en la meditación de Franco sobre lo mejor para su
Patria. Hace muchos años dijo (a Juan Ignacio Luca de Tena) que el Rey de España no podía ser de los
vencedores; tenia que ser, sencillamente, de los españoles.
El Príncipe Don Juan Carlos, mañana Rey, en su formación, en sus virtudes, en toda tu persona, ha sido
para Franco el consuelo cierto de un futuro para España que dilata su horizonte y su porvenir.
Por eso, en el mensaje estremecedor de amor a España en que por última vez se dirige a los españoles,
Franco, con un postrer abrazo, pide la unión y la lealtad en torno a nuestro Rey. A. G. V.