OPINIÓN
ABC/ 19
De ayer a hoy
«Vamos a ver»
Una observación que se puede hacer, aunque ya no sorprende a nadie, es que muchos conservadores han
adoptado el nombre de liberales, y muchos fascistas el de conservadores. Esto quiere decir que se piensa
como se tiene que actuar, no que se actúa como se piensa, Y aunque según he dicho se puede hacer esa
observación conviene ponerse a la cola porque esto se está llenando de observadores. Nunca se ha visto
tanta objetividad científica. Claro que es una objetividad científica muy particular. Porque esos
observadores se niegan a considerar sus deseos, sus gustos y sus creencias como la clave que establece
sus juicios, haciendo por el contrario ostentación de que se acercan al fenómeno con exquisita parcialidad.
Al parecer no tienen siquiera puntos de vista o una noción de lo que buscan.
Esta cosa tan rara se conoce ahora con el nombre de «síntoma del vamos a ver». Vamos a ver lo que
hacen los socialistas. Es necesario insistir en este punto, que ya abordé en algunos artículos, porque una
vez más empieza a resultar dudosa la capacidad de los españoles para comprenderse mutuamente. Por
supuesto que el «vamos a ver» es una parte del método de observación. Pero en quien observa, no
digamos cuando se trata de fenómenos políticos, se da una duplicidad de intenciones. El «vamos a ver»
está imbuido de ío que se quiere ver. Esto es natural. Lo innatural es que se finja lo contrario. Se finge la
imparcialidad, la objetividad absoluta, con el fin de persuadir a los ingenuos de que se habla desde el
tribunal de última apelación. En este sentido estamos «observando» mucha cínica maldad y demagogia.
Conservadores que se han hecho liberales y fascistas que se han hecho conservadores se distancian con
solemne comicidad para obtener perspectiva —una de las acepciones de «perspectiva» es la de
representación falaz de las cosas—, pretendiendo así enmascarar sus teorías, sus creencias, intereses y
deseos detrás del «hecho objetivo».
El «vamos a ver» con el que se cerca sinuosamente a los socialistas incluye de manera implícita y a veces
explícita un anuncio reticente de fracaso y una amenaza por haber triunfado en las elecciones. Y es
curioso que después de haber predicado tanto la mayoría natural, ahora que ha salido de las urnas con diez
millones de votos se le clave el rejón del «vamos a ver» con la certidumbre fruitiva del que piensa que ya
lo ha visto todo y no va a ver nada más que merezca la pena. Esa postura no es honesta ni responsable.
Los partidos políticos son cuestiones de prueba y error. La sociedad les otorga, en las democracias
parlamentarias, la oportunidad del buen éxito, guardándose el derecho a frenarlos periódicamente. Por eso
quienes adoptan una actitud de previa descalificación descubren por modo harto elocuente que se basan
en la idea de una sola y exclusiva verdad política, que es el «hecho objetivo» del que parten con su
circunloquio del «vamos a ver». Con la expresión de «hecho objetivo» definió Stalin su teoría política en
«Materialismo histórico y dialéctica». Escribió: «Nuestra teoría tiene la validez del hecho objetivo.» Es
decir, que su teoría era la verdad misma. Por eso no concebía más partido que el partido único.
¿Qué son los partidos poéticos? Son agrupaciones coherentes de acción política, social y económica que
se obligan existencialmente, como pasa en el partido único de los totalitarios, lo cual hace posible una
recíproca adaptabilidad, como se demuestra en la pugna parlamentaria, signo de una armonía esencial, la
cual permite de todos modos que cada partido se pruebe a sí mismo ensayando un modelo político de
sociedad. Siendo así, lo que hagan los socialistas nos concierne a todos. Entonces, ¿de qué ley absoluta,
de qué mundo congelado o de qué más allá brota ese coro insistente del «vamos a ver», con su prurito de
desasimiento y de chulería objetiva?—CANDIDO.