DOCUMENTO
Diario 16
2 diciembre-82/Diarío 16
DOCUMENTO
Es el tercer presidente socialista en la historia de España. Justo detrás de Largo Caballero y Negrín, casi
medio siglo después y una guerra y una dictadura y una clandestinidad por medio. Viene de la tierra
olvidada, de la Andalucía del quejío y la sonrisa, junto al pedazo de pan, al botijo y el paro. Tiene apenas
cuarenta años y va a gobernar con la edad más joven y junto a la Monarquía más vieja y más joven de
Europa. Felipe González Márquez, «Isidoro», Felipe, compañero presidente, que podrían y podrán
cantarle alguno de sus seguidores, va a entrar en el palacio de la Moncloa y en la historia con el Partido
Socialista convertido en el líder de una España ansiosa de esperanza, cargada de fe y llena de futuro. Son
las cinco de la tarde y la arena está servida, con temibles bureles agazapados en los chiqueros. Habrá que
arrimarse y evitar que le enganchen los cuernos del paro, la crisis económica, la esquiva y democrática
Europa, el pitón roto de los nostálgicos, las astifinas y crueles astas del terrorismo.
Felipe González Márquez. Sevillano. Cuarenta años. Socialista. Casado y con tres hijos. Vencedor en las
elecciones generales del 28 de octubre de 1982.
2 diciembre-82/Diario 16
Nació en el sevillano barrio de Heliópolis hace cuarenta años. Era un niño normal, noblote y tímido.
Cariñoso y muy apegado a la familia. Hizo el Bachillerato de Ciencias, pero repitió el «Preu» al
cambiarse a Letras para hacer Derecho. Ayudaba a su padre en la vaquería. Madrugador, iba al matadero
por las mañanas antes de las clases en la Universidad. Comenzó a interesarse por los problemas sociales
en las reuniones con su pandilla. Componía la imagen del «progre» de finales de los sesenta con pantalón
vaquero, jersey, libro y periódico bajo el brazo. No iba de copas y tenía gancho con las chicas. Acabó la
carrera e instaló un despacho laboralista. La política ha ocupado desde entonces todas sus horas. Es la
biografía lineal de un español joven, Felipe González Márquez, el nuevo presidente de todos los
españoles.
De ¡oven estudioso. tímido, pero enérgico con la injusticia a presidente de todos los españoles
EL JOVEN HUIDO QUE ABRIÓ UN DESPACHO LABORALISTA
EL JOVEN
Santiago S. TRAVER
Los que han conocido a Felipe González, desde los amigos de la infancia a los profesionales que han
litigado con él, coinciden en dos cosas: que era una persona normal, que hacía lo que todos y que tenía un
atractivo especial con todo el mundo. La consecuencia es una biografía lineal, en la que poco a poco se
van marcando las características de un líder. No parece tener defectos ni siquiera a ojos de los que no
piensan como él. Sus mayores virtudes son la humanidad expresada con un halo de simpatía y la
capacidad de asimilación y de síntesis.
Heliópolis
Nació el líder socialista un 5 de marzo de hace cuarenta años en el barrio sevillano de Heliópolis, en el
bajo izquierda del número 13 de las llamadas «casas municipales», que eran de protección oficial. Según
los vecinos de aquella época, sus padres estaban de alquilados en esa vivienda, hasta que al poco tiempo
se mudaron al primero izquierda del número 8, en la misma plazuela.
En el piso de enfrente aún vive la familia de uno de sus amigos de la infancia, Abelardo Carmona, ahora
jefe de personal de «ABC» de Sevilla. Su madre lo recuerda: «Era íntimo de mis hijos. Era un niño
normal, jugaba como todos. Muy noblote, tímido y no era muy travieso.» A los seis años entra en el
colegio Claret, que acababa de fundarse apenas a cien metros de su casa. Y allí estuvo nueve años, aunque
sus profesores apenas si se acuerdan de él. Todavía está el secretario de entonces, el padre Antonio
Torres, que guarda como oro en paño la ficha escolar y el expediente académico.
El portavoz del colegio diría a Diario 16: «Pasó como un muchacho norma!. No destacó especialmente.
Eso sí, al ingreso llegó adelantado y se le autorizó a hacer el primero con nueve años. Ya llevó un curso
adelantado hasta que acabó e! sexto. Por lo demás, no se hizo notar.»
La novia
Sí se hizo notar por una novia que se echó en sexto, con la que andaba muy a las claras y por la que,
según se recuerda en el centro, «llegaba tarde y además en aquellos tiempos esas cosas...» El caso es que
al acabar el sexto —«no antes, como dicen algunos», matiza el padre Torres— le dijeron que cambiara de
colegio.
«No se le expulsó. El director de entonces, el padre Sanz, le dijo que sería conveniente que al año siguien-
te se matriculara en otro sitio. Se le aconsejó solamente. Y él siempre ha guardado un buen recuerdo del
colegio, hasta el punto de que prometió venir el año pasado al veinticinco aniversario del colegio, pero
surgió un asunto político gordo que se lo impidió.»
Felipe, quince años, ni siquiera dijo en casa la recomendación que le habían hecho. Recuerda su padre:
«Yo no lo he sabido hasta mucho después. Simplemente dijo que había pensado que era mejor matricu-
larse en el instituto San Isidoro. Y así lo hizo, porque él era muy responsable y siempre hacía sus matrícu-
las y decidía estas cosas.»
En familia
Repitió el Preu, «porque se cambió a Letras —recuerda su padre — . Estaba haciendo Ciencias porque la
ilusión de su madre es que fuera ingeniero de caminos. Pero él sabía ya lo que quería y cambió entonces».
Su padre, Felipe, un santanderino seco pero con la amabilidad del montañés, se quita importancia. «Yo no
veo nada especial en que sea presidente. Lo único que sentimos es que no lo haya vivido su madre. Por lo
demás, el mérito es suyo, de haber llegado de la nada a presidente. A m! lo que me da alegría es que sea
como es: humano e inteligente. Y me da pena porque ese cargo tiene mucha responsabilidad y tiene que
sufrir mucho.»
Y reconoce: «Tenía conmigo más confianza que ninguno. Era el mayor y desde que tenía trece o catorce
años me ayudaba en lo de las vacas. A los dieciocho años —estaba ya en la Universidad— se sacó el
carnet y le compré la DKW.
Y entonces él venía conmigo todas las mañanas al matadero, o iba a llevar ganado o a hacer tratos, que le
encantaba. Después se iba para clase.»
Aficiones
Para hacer eso tiene una extraña virtud: duerme poco. «Muy poco. Siempre le ha pasado; tres o cuatro
horas como mucho. Se quedaba leyendo o estudiando, si era tiempo de exámenes. Y se despertaba en
seguida con una voz suave para venirse a trabajar.»
De pequeño, sus aficiones eran jugar a todo, «aunque le gustaba especialmente bañarse en el río, ir al
campo. Nuca fue muy feriante, le gustaba más la Semana Santa. Pero es que en aquella época —recuerda
su hermana Lola— no se iba a la feria y mi padre no nos llevaba. Apenas hacía eso de sacamos».
Después llegaron las aficiones políticas. «Yo lo supe desde el primer día», dijo su padre a Diario 16.
«Desde que empezó en las Juventudes Socialistas. Yo no le preguntaba, porque él es muy reservado para
sus cosas y se lo respetábamos. Su madre no se enteró hasta que lo detuvieron.» Una sota vez estuvo
Felipe González en la Jefatura de Policía de Sevilla. «Desde entonces siempre tuvimos miedo de lo que
pudiera pasar.»
Otra de sus aficiones era llevar gente a casa. «Se presentaba —dice su padre — con dos o tres, sin avisar,
diciendo: que estos vienen a comer. Llevaba las novias, los amigos y las amigas. Siempre había comida
preparada, porque se presentaba cada dos por tres con invitados.»
Su hermana pequeña, Lola, es la que más se parece físicamente y de carácter a Felipe. «El es muy ca-
riñoso, —declara — . Y muy apegado a la familia. Llama bastante para lo que tiene encima. Y en cuanto
puede se viene a Sevilla. Es que él es muy de Sevilla. Aquí se encuentra en su ambiente y es distinto a
cuando está en otros sitios. Cuando se tiene que volver a Madrid, se le va cambiando ¡a cara unas horas
antes. Y los niños dicen que la Moncloa tenía que estar en Sevilla.»
Dicen que cuenta muy bien los chistes. «Los con-taba —dice su padre—. Ya se le escuchan menos.» Y
que le encanta el flamenco. «Eso sí, desde siempre. De joven se iba a Puebla y se perdía con los gitanos
por oírlos cantar.»
La pandilla
Pronto empezó a formar su círculo de amigos. Uno de los más fieles de entonces es Juan Alarcón. Lo co-
noció una tarde en una pandilla juvenil, le convencieron sus ¡deas y pronto se encargó del aparato del par-
tido. Cuando se lo deshacen se va a Madrid con Felipe, de chófer y hombre de confianza. Ya se ha vuelto
a Sevilla.
«Lo conocí por amigas comunes. Y salíamos a lo que salía un grupo de amigos progres de aquella
generación. Al cineclub, al teatro, a los recitales y todo eso. Y teníamos reuniones para discutir temas de
cultura y política. Lo normal de aquel/a generación.»
Para él, era lo norma! en un ambiente de gente con inquietudes en los sesenta. «No es que fuera un líder,
se ganaba a la gente y caía muy bien. Y cuando discutíamos, exponía y sintetizaba las cosas de una forma
que se llevaba el tirón.» No quiere hablar de las novias ni los «tigues» de esa época. «Felipe era norma!,
como todo el mundo. Gustaba mucho a los amigos y 8 las amigas, pero le cortaba que éstas se lo dijeran.»
Después lo conoció como jefe. «Pero nosotros siempre hemos sido amiguetes, aunque le decíamos "gran
jefe". Pero me gastaba bromas y a veces se ponía él a conducir y decía que me llevaba a mí. El le da un
gran valor a la amistad.»
La Universidad
Después de ir al matadero se iba para la Universidad. A veces en un viejo Opel, que también servía para
llevar leche. Uno de sus compañeros de curso, que ahora no es político, Gerardo Martínez Retamero, lo
recuerda. «Era un estudiante normal, sacaba sus cursos entre junio y septiembre. Sumamente sociable, un
tío "cachondo" en el trato, pero muy serio en sus planteamientos. No iba mucho por el bar de la Facultad
—dos o tres veces en la carrera — , donde además de reuniones había buenas timbas de dados. No era
amigo de copas, pero de ligues sí andaba bien.»
Se acuerda que los mejores del curso, los empollones, eran Javier del Río, hoy consejero de Hacienda;
Antonio Ojeda, presidente del Parlamento andaluz, y Joaquín Galán, consejero de Trabajo. Todos los
años celebran una cena del curso, «él viene siempre que puede, pero me temo que este año va a estar muy
ocupado».
Después se lo ha encontrado muchas veces enfrente en un tribunal. «Siempre buscaba un nivel de justicia.
Era facilísimo negociar con el, porque tenía las ideas muy claras sobre el conflicto en cuestión. Y
destacaba por su honradez. Decir esto me costó disgustos hace años.»
Martínez Retamero es el máximo aspirante a la presidencia del Betis, del que ya fue secretario. «Vi a Fe-
lipe en la final de Copa del 77, que ganó el Betis, y cómo el Rey lo hizo pasar al palco. Y un día
coincidíamos en el festival de Maire-na y quedó en venir a ver al Betis al día siguiente, pero le dio el
primer ataque a su madre.»
El despacho
Estudia en Lovaina, jura de abogado en octubre del 68 y monta un bufete laboralista, con Rafael Escuredo
y Antonio Gutiérrez. Poco después entra Manuel del Valle, otro compañero de curso. En el 77 fue
senador,
Diario 16/2 diciembre-82
SEÑOR PRESIDENTE
III
desde e! 79 es presidente de la Diputación sevillana, y es el futuro alcalde de Sevilla. Felipe lo captó
pronto.
«Lo mismo para el despacho que para el partido. Me dijo: Creo que ha llegado la hora de que te
incorpores al compromiso político.» Cada uno jugaba un papel en el despacho. «Felipe aglutinaba,
sintetizaba las posturas y tenía visión de futuro. Escuredo hacía de abogado del diablo y Ana, su mujer,
era la visión realista del problema.»
La mayor virtud de Felipe para Del Valle «es la rapidez en la captación de las cosas y la capacidad de
síntesis». Aún recuerda cómo, cuando no había trabajo, se ponían a jugar en medio de la calle de Capitán
Vigueras a la petanca. «El nos hizo comprarnos a todos el equipo de bolas y jugar.»
Los íntimos
Francisco Palomino lo conoció a los dieciséis años. Después se caso con su hermana menor y desde
siempre es uno de sus íntimos. «Soy amigo antes, aparte de cuñado, pero quien diga que es el amigo
íntimo de Felipe, miente. El tiene muchos amigos por igual. Cuando se enteró que salía con su hermana,
me dijo: "he ganado un cuñado y he perdido un amigo". Pero la verdad es que seguimos siendo amigos.»
La cabeza de Francisco Palomino es un hervidero de recuerdos. De cómo se iban a los Billares Sevilla a
ver jugar al campeón Calvez. «En casa jugamos al billar y somos muy parejos. Unas veinte carambolas de
media. Regulares.» O de cómo llevaba en aquella época pantalones vaqueros. «Era insólito para la época.
El los conseguía por un amigo de la base de Morón. Y a mí me consiguió mis primeros vaqueros. Y esa
era su imagen: los vaqueros, el "pulligan" y el libro y el periódico bajo el brazo.»
También se acuerda de los ataques de asma que sufría. «Los médicos dijeron que se le quitaría con los
años. Y así fue, cuando estuvo en el campamento de milicias.» Y confirma lo de las invitaciones a comer.
«Siempre llevaba gente: "Mamá, que aquí están estos amigos. Ponles algo especial." Y las sobremesas
eran deliciosas y familiares, estuviera quien estuviera.»
Tiene un carácter fuerte. «Se sobrepone a los problemas y a la adversidad. Pero la muerte de su madre,
con quien estaba muy compenetrado, le ha afectado mucho.» Y la anécdota no contada: «Una vez le dio
unos papeles del partido a su madre para que los guardara. Y a ésta, para que estuvieran seguros, no se le
ocurrió otra cosa que ir a la pescadería y decirle al dueño: "Esto pesa mucho, no te importa que te lo deje,
que mañana vendré a por la bolsa." Allí, desde luego, no iba a buscarlos la Policía.»