ESPAÑA
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EL PAIS, sabado 30 de octubre
La victoria socialista
ELIAS DÍAZ
1 pluralismo ideológico, en diverdad de fundamentos teóricos y ilturales, la clara adscripción de >ndo al
socialismo democrático asado en la libertad, así como la ituición de la necesidad de coorinar el trabajo
político (institu-ional) con la lucha en el campo ocial y sindical son —creo— al-unos de los rasgos
definitorios de sa larga historia que se inicia en 1879, año de la fundación del PSOE por Pablo Iglesias y
otros ompañeros socialistas, entre ellos 1 doctor Jaime Vera.
Con antecedentes muy aprecia-iles desde los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, legalízalas las
asociaciones obreras con la evolución de 1868, año en que Fanelli crea en nuestro país los pri-neros
grupos de tendencia anarquista, el socialismo español va a conectar organizativamente con la otra
tendencia del movimiento obrero europeo —la de inspira-:ión marxiana— a partir de 1871, iño en que
Paul Lafargue y Laura Marx se refugian en España hu-/endo de la gran represión desencadenada sobre la
comuna parisiense.
De entonces a acá, y concretamente desde ese 1879 fundacional, la historia del PSOE, sus actitudes
políticas e ideológicas más características (aspecto del que aquí principalmente voy a ocuparme), van
forjándose, contrastándose y madurando con los acontecimientos históricos, de nuestra historia real, a
través principalmente de las siguientes etapas:
1. 1879-1909. De la fundación del PSOE, en la ilegalidad, a la inicial participación en el sistema demo-
crático-parlamentario.
Hay una lógica prevalencia en esos primeros momentos de actitudes orientadas desde un marxismo con
frecuencia simplista y esquemático, tanto en sus análisis teóricos como en sus repercusiones políticas:
encontramos así un PSOE con una cierta tendencia al aislacionismo y a la no colaboración con la
izquierda burguesa, una afirmación segura y optimista de la creencia —con un casi fatalismo mecanicista
y positivista— en el hundimiento inminente e ineludible del sistema capitalista (no se olvide, de todos
modos, que son los años de la depresión 1870-1890) y, junto a ello, una visión un tanto rígida,
estrechamente mani-quea y dualista, de la lucha de clases. Hay ya por entonces correcciones y críticas a
esa línea, pero aquélla es, puede decirse, la preva-lente.
No obstante, el primer programa del partido, el de 1880 (revisado, al parecer, por el propio Marx),
presenta aspectos renovadores y de importantes potencialidades que merecen ser aquí resaltados: así, su
especial insistencia en la necesidad de la praxis política y de la participación e influencia en el poder del
Estado (en claro contraste con el apoliticismo anarquista) o el puesto relevante que se concede en él a las
libertades civiles y políticas.
Tal vez el texto doctrinal de mayor altura en este período sea el famoso informe de la Agrupación
Socialista Madrileña presentado ante la Comisión de Reformas Sociales en 1884, texto redactado por
Jaime Vera.
Con la nueva fase de expansión capitalista que se inicia en Europa en los años noventa se abren, también
en España, mayores posibilidades para la participación obrera y socialista en el sistema parlamentario: en
1888 se produce la legalización de las asociaciones obreras, en 1890 tiene lugar el reconocimiento del
sufragio universal y, al fin, con la puesta en marcha de la conjunción republicano-socialista de 1909, la
entrada del PSOE en el Parlamento, en 1910, tras la elección de Pablo Iglesias como diputado. De estos
primeros momentos, José Mesa, Juan José Morato, Antonio García Quejido, también Miguel de
Unamuno, son algunos de los socialistas a destacar desde diferentes puntos de vista.
2. 1909-1933. De la conjunción republicano-socialista a la radicali-zación de la izquierda en la II Repú-
blica.
Se abría, pues, en 1909-1910 esa vía pacífica y democrática, con sufragio universal, para la participación
transformadora de los socialistas y la clase obrera en el sistema parlamentario. Francia, Alemania e
Inglaterra estaban ya dando pasos importantes dentro de él. Fueron aquellos, sin duda, años de grandes
ilusiones y de grandes esperanzas —que hubiesen dado como resultado un siglo XX muy diferente y
mucho mejor—, pero que pronto habrían de verse frustradas por diversas y complejas circunstancias
históricas, producidas principalmente por los graves conflictos sociales y enfrentamientos internacionales
de carácter imperialista a que conducía un capitalismo en necesaria fase de expansión y concentración.
La vía muerta que sale del leninismo, los fascismos en el poder, la crisis económica de 1929, configuran
el contexto de violencia y depresión que llega ya hasta la segunda segunda guerra mundial.
En España también aquella vía pacífica y parlamentaria se vería pronto obstaculizada y casi cegada: en el
mismo 1909 se produce la Semana Trágica de Barcelona (en ella se han visto los primeros gérmenes
fascistas de la alianza del capital con la violencia directa y armada); después, la guerra de Marruecos, la
gran represión de la huelga de 1917, la dictadura de Primo de Rivera... No puede decirse que los
socialistas no hicieran lo imposible por salvar la democracia y la libertad frente a los belicistas,
reaccionarios viejos y fascistas nuevos. En esos años, recuérdese, se produce el acercamiento de los
intelectuales liberales al PSOE (Ortega y Gasset, la revista España, etcétera) que, en gran medida
frustrado por esas objetivas circunstancias, dejó, sin embargo, no pocas aportaciones
Estos son también los años en que hombres formados en la Institución Libre de Enseñanza ingresan en el
Partido Socialista Obrero Español como militantes e intelectuales destacados del mismo: Julián Besteiro o
Fernando de los Ríos, forjadores de un socialismo democrático y humanista que —contra frecuentes
simplistas y apresuradas visiones del mismo— para nada olvidan la obra de Marx y de otros pensadores
socialistas, aunque no la acepten dogmática y acríticamente, ni se conformen con las genéricas
economicistas interpretaciones de la época.
A pesar de las difíciles condiciones para la clase trabajadora española, la imposición leninista y sus
derivaciones totalitarias no tuvieron nunca buena acogida, mayori-taria acogida, en el PSOE. La escisión
de 1920-1921 es obra de un grupo muy reducido que hasta la misma guerra civil (y por el abandono de
Inglaterra, Francia y Estados Unidos) no adquiere peso específico en la política española; y la idea
principal del PSOE en esos momentos es la de afirmar y profundizar su socialismo democrático frente al
comunismo soviético: Francisco Largo Caballero, el gran dirigente obrero, está por supuesto en todos
esos años en esa misma actitud.
3. 1933-1939. Años de preguerra y guerra civil.
Pero en el otoño de 1933 se rompe la conjunción republicano socialista y se produce la denominada
radicalizarían de los sectores izquierdistas del PSOE, con Luis Araquistain y el propio Largo Caballero
como principales exponentes de ella. La vía revolucionaria (octubre de 1934) parece imponerse —como
defensa, se alega, frente a la derecha violenta que se extiende por toda Europa— en sustitución de la vía
parlamentaria y pacífica hasta ese momento realmente aceptada por el PSOE.
La historia, es decir, los historiadores, han puesto de manifiesto la gran carga voluntarista que estará
presente en dicha radicaliza-ción, constatando la clara y rotunda contradicción existente entre, por un
lado, el lenguaje duro y revolucionario que se utiliza y, por otro, la absoluta falta de efectiva preparación
para llevar a cabo tales propuestas. Tanto Largo como Araquistain, el primero con mucho mayor
equilibrio y coherencia, reconocerían —después de la guerra— lo desacertado de tales actitudes.
¿Cuáles fueron de todos modos, los factores que produjeron esa negativa radicalización? Principalmente
los siguientes: a) como telón de fondo, la mala situación económica internacional desde la guerra mundial
de 1914-1918 y, especialmente, desde el crack de 1929, situación, no obstante, en alguna medida paliada
por la España republicana; b) igualmente, la situación política internacional, propensa a la implantación
de dictaduras y regímenes totalitarios (Hitler, Mussolini, Stalin) de uno u otro signo; c) de influencia ya
más directa sobre Largo Caballero, el temor —tras el triunfo de la CEDA en 1933— a un golpe de la
extrema derecha; es decir, parangón con el caso trágico de Austria: represión de los socialistas por el
Gobierno clerical de Dollfuss, y después, eliminación de éste, en 1934, e imposición final del nazismo; d)
con el aumento masivo de afiliados a la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra (UGT), con el
acuciante problema de la reforma agraria siempre pendiente, Largo Caballero es presionado por su propia
base; e) temor de esos sectores del PSOE a verse rebasados en la acción social y sindical por la actividad
revolucionaria de la anarquista CNT o por las posiciones tácticas del PC; f) intento —que se revelaría
inútil— de evitar el deslizamiento de las Juventudes Socialistas hacia la órbita de influencia del PC; g) y,
como causa decisiva, la violenta radicalización contra la democracia y la República de la extrema derecha
española.
4. 1939-1975. Los socialistas en la era franquista.
La derrota de la guerra civil, derrota de todos los liberales y demócratas españoles, puede decirse que fue
especialmente —desde la perspectiva de las fuerzas políticas concretas— la derrota del PSOE, partido
que era el mayoritario de la izquierda y que había ya abandonado casi totalmente los hábitos de la lucha
en la ilegalidad. La represión franquista, de todos modos, no iba a lograr en ningún momento su total
desaparición. Lo que hubo fue una brutal persecución y casi aniquilamiento de militantes y organización;
cárceles y fusilamientos; dificultades sin cuento para la lucha clandestina y la guerrilla armada; hasta
1948 se produjo la caída de hasta seis ejecutivas consecutivas. Es realmente obligado y necesario dedicar
hoy un recuerdo emocionado y de admiración hacia todos aquellos hombres y mujeres; y no sólo —por
supuesto— hacia los estrictamente socialistas.
Con la guerra fría se consolida el reconocimiento internacional del régimen franquista, con lo que el
PSOE decide trasladar su dirección al exilio, con Indalecio Prieto como su principal dirigente histórico.
En España, en el interior, se inicia, por su parte, la larga y silenciosa marcha hacia la reconstrucción del
socialismo: miente, y además innecesariamente, quien ha hablado a propósito de estos años, de cuarenta
años de vacaciones. Pervivían y se fortalecen en seguida —1951— las organizaciones obreras de UGT,
principalmente en Asturias y Euskadi; se constituye, con importante actividad, ASU (Agrupación
Socialista Universitaria) entre estudiantes y jóvenes profesores, con 1956 como fecha símbolo de su
presencia (por supuesto, junto a otros grupos y fuerzas políticas). El pensamiento socialista, entroncando
con lo mejor del liberalismo ético y político, con la lucha por la democracia pluralista y los derechos
humanos, va impregnando durante todos esos años, lenta pero profundamente, la sociedad española.
Socialistas están presentes, en primer lugar, en el mundo obrero, pero también entre las nuevas clases
medias, en el ámbito de la universidad (desde el final de los años cincuenta en torno, por ejemplo, a
Tierno Galván), en el de la cultura (imposible no recordar aquí Cuadernos para el Diálogo, pilotada por
Ruiz-Giménez) y en toda la sociedad española, de manera más o menos latente, como ha puesto
claramente de manifiesto su potente actual realidad.
La profunda renovación orgánica del PSOE se produce, por otro lado, imparable, a partir de 1970 en su
11º (24º) Congreso de Toulouse y se consolida en el ya célebre de Suresnes, en octubre de 1974, con el
definitivo paso de la dirección al interior y el nombramiento de Felipe González como secretario general.
El resto es ya historia viva y experiencia directa de todos los españoles que hemos llegado con esperanza
a este importante 28 de octubre de 1982.
Elias Díaz, militante del PSOE, es catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad Autónoma de
Madrid.