JOSÉ LUIS GUTIÉRREZ
Se afianza la bipolarización
El PODER Los primeros datos tras las elecciones municipales de ayer parecen confirmar una tendencia
de este momento histórico que nos emparenta con las democracias de Europa occidental: la inclinación
hacia la bipolarización política estructurada en torno a dos grandes partidos: el PSOE, en el
centroizquierda, y AP-PDP-UL, en el centro-derecha. La idea —que no la etiqueta— de centro sigue
siendo la clave.
El ministro de Interior, José Barrionuevo, en su primera intervención de anoche ante las cámaras, además
de hacer buenos a sus antecesores en el cargo, Martín Villa y Rosón, ofreciendo unos datos
lamentablemente toscos y sesgados —sólo habló, de una forma muy esquemática, aproximada e
incompleta de las ciudades donde, casualmente, la barrida socialista estaba asegurada—, dejó ciaras dos
intuiciones: la primera, que el PSOE ha sabido aprovechar los ecos apoteósicos del 28-0, repitiendo la
victoria de las generales, con las correcciones oportunas que habrá que hacer cuando se conozcan todos
los datos que arrojen las urnas.
La segunda reflexión, que merecen los resultados que se conocen a la hora de escribir estas líneas, apunta
hacia una consolidación acaso definitiva de esa famosa bipolarización que es común a los países de la Eu-
ropa democrática y que no es lo mismo que bipartidismo, como pretendía hacer creer Manuel Fraga en
unas primeras y entusiasmadas declaraciones anoche.
El centro, fuera
La práctica desaparición de los .partidos del centro — CDS y PDL muy principalmente— es un indicador
muy claro que apunta hacia esa conformación del mapa político en torno a dos grandes bloques —centro-
izquierda, en el PSOE, y centro-derecha, la coalición AP-PDP-UL—, con lo cual las masas de votantes
que emergen de las anchas capas de clases medias han optado por conceder su confianza a ambas grandes
formaciones.
Es, por tanto, el centro — la idea más que la palabra— lo que sigue marcando la pauta decisiva en los
comicios españoles. En este caso, el elector se ha dejado conducir antes por talantes que por etiquetas. Es
evidente que el fracaso del CDS y PDL viene impuesto por la incapacidad para llevar a sus urnas el voto
de los centristas — millón y medio de papeletas en las últimas elecciones generales.
Este voto se repartió, evidentemente, entre la abstención, PSOE y AP-PDP. La moderación sigue
venciendo, y el PSOE lo sabe. Lo sabe, sobre todo, muy principalmente Felipe González. No creo que
haya sido casualidad, el hecho de que pocos días antes de que tuvieran lugar las elecciones el presidente
del Gobierno haya realizado una estratégica visita a Alemania, en la que se mostró reiteradamente ante los
ojos de los españoles acompañado del canciller conservador Helmut Kohl. Ni creo tampoco que haya sido
fortuito la estruendosa declaración presidencial hablando de «comprensión» al despliegue de misiles de
medio alcance en Europa, si los países afectados así lo decidieran. El mito de la Europa próspera sigue
siendo un poderoso señuelo de bienestar para los anchos segmentos de clases medias españolas.
Ni siquiera ha necesitado el presidente hacer campaña a favor de su partido para obtener estos resultados,
apenas soltar alguna leve maldad electoralista en TVE, como la que supuso decir que se había negado a
que sus ministros recorrieran España haciendo campaña electoral. Que es precisamente lo que hicieron.
Euskadi
Creo, sin embargo, que uno de los elementos más satisfactorios para esta sufrida España proviene del País
Vasco, donde las fuerzas «estatalistas» refuerzan su ascenso frente a las tendencias nacionalistas y
«abertzales». Es altamente esperanzador el claro descenso de la formación electoral Herri Batasuna —
brazo político de ETA militar— y el crecimiento del PSOE en todos los enclaves históricos de la margen
izquierda en Bilbao, y en algunas ciudades, villas y pueblos que hasta ahora habían sido feudos tradicio-
nales de un «abertzalismo» hegemónico, como Mondragón o Rentería.
Parece obvio que la última «hazaña» de los etarras, asesinando a sangre fría a un teniente de la Policía
Nacional amordazado y encadenado, a otro policía y a una mujer embarazada, fue un documento lo
suficientemente dantesco como para sensibilizar a muchos votantes tradicionales de HB, con el alma y la
sensibilidad acartonadas por la sangrienta demagogia de las metralletas y la capucha.
Es de esperar que los indicadores vascos en estas elecciones municipales produzcan alteraciones
suficientes como para que comience a verse la luz en el angustioso drama de terrorismo y muerte que
viven las tierras del norte.
Y para hablar de algún fracaso sonado, cosechado por el partido del Gobierno en estos comicios, el más
espectacular, obviamente, ha sido el de Córdoba, donde el «Califa rojo», Julio Anguita, alcalde comunista
de la bella ciudad andaluza, ha obtenido, gracias a su gran prestigio personal, la mayoría absoluta para el
PCE —partido que merecerá comentario aparte—, a pesar de los grandes recursos volcados por el PSOE
en la campaña cordobesa. Aunque la estrepitosa derrota socialista allí acaso tenga algo que ver con la
estrafalaria candidatura de Martínez Borjkmann —representante del sector crítico del PSOE- a la
Alcaldía.