El peor resultado del centro y la derecha
Sólo la ofuscación y la soberbia explican el triunfalismo con que Alianza Popular acogió esta madrugada
los resultados electorales. Es cierto que porcen-tualmemte las huestes de Fraga han rebasado en poco más
de un punto su registro del pasado 28 de octubre, pero mucho más relevante es el hecho de que con esa
representación y liderazgo la España no socialista obtuvo ayer los peores resultados no ya de la presente
andadura democrática, sino de todo el siglo.
Para apreciarlo así, hay que tener en cuenta que la desaparición de UCD dejaba a más de un 7 por 100 del
electorado a merced del voto útil postulado por la coalición derechista, con medios económicos sin
cuento. La incapacidad de Fraga de atraer a estos electores moderados ha quedado de manifiesto, puesto
que hay que suponer que son ellos los que al votar por el PSOE —que mantiene su cota de hace siete
meses— le han compensado de los cuatro puntos cedidos por su izquierda al recuperado Partido
Comunista.
En lo que sí refleja la realidad Fraga es en su afirmación de que estas elecciones consagran el
bipartidismo. Todo estaba dispuesto para que así fuera, empezando por la injusta concesión al líder
aliancista del rango de único jefe de la oposición, hasta la descarada discriminación contra las minorías en
la superdecisiva televisión, más única que pública.
Y precisamente esta aniquilación de las minorías es lo que, en nuestra opinión, hace de la jornada de ayer
un día poco esperanzador desde la perspectiva de las libertades ciudadanas. El PSOE va a ejercer el poder
en todos los municipios importantes —a excepción del País Vasco— y en casi ninguno de ellos necesitará
coaligarse con los comunistas, lo que atenúa sensiblemente el efecto práctico de la recuperación de éstos.
Su único contrapeso va a ser una fuerza de carácter extremista sin margen de crecimiento para convertirse
en verdadera alternativa.
La paupérrima cosecha de liberales y suaristas demuestra cuan estúpida fue su resistencia a coaligarse. La
práctica extinción del PSA, con el único reducto final de Jerez de la Frontera, supone un nuevo retroceso
para la causa andalucista. En Cataluña, Pujol paga el precio de sus oscuros manejos financieros y, en el
País Vasco, la leve alza del PNV compensa el leve pero reconfortante descenso de Herri Batasuna. En los
demás lugares de la geografía patria, el elector ha sido implacable con los pequeños barriendo por igual a
regionalistas de derechas, nacionalistas de izquierdas y todo tipo de listas independientes.
Si esta consagración del modelo bipartidista con el único correctivo del PCE nos parece muy preocupan-
te, la jornada de ayer presenta en cambio un rotundo síntoma de la madurez y el asentamiento de nuestra
democracia. Nos referimos a la cota de participación, que, establecida en torno al 67 por 100, hay que
considerar bastante alta, teniendo en cuenta el tipo de elecciones y el carácter festivo del día en que se
celebraban. Aunque las grandes líneas de fuerza dirigidas desde arriba condicionen demasiado su
comportamiento, está claro que la nación ha aprendido por fin a paladear la normalidad del sistema
democrático.