DESPUÉS DE LAS ELECCIONES DE MAYO
ACABAN de co nocerse los i\ resultados definitivos de las elecciones del pasado día 8
de mayo, siendo muy de lamentar que ni la Junta Electoral Central ni el Ministerio del Interior
hayan hecho al respecto una declaración oficial.
El análisis de los citados resultados es muy interesante. En primer lugar llama la atención el
importante aumento de las abstenciones, que suben del 20 por 100 en octubre de 1982 a casi
el 33 por 100 en las municipales, y de un 17,2 por 100 (recuérdese que aquí entraron 13
regiones sobre un total de 17) a un 30.5 por 100 en las autonómicas.
El segundo hecho indudable es la confirmación de un sistema bipartidista, con dos alternativas
ciaras: el Partido Socialista y la Coalición Popular. El PSOE, con 23.665 concejales, y la
Coalición y sus aliados, con 22.158, suman más de las tres cuartas partes de todos los
concejales de España (el resto a repartir entre todos los demás partidos e independientes); con
521 y 324 diputados provinciales, suman siete veces más que todos los otros juntos, y con 388
y 299 escaños en 13 Parlamentos autonómicos, suman más de ocho veces más también que
todo el resto. Quiere ello decir que, salvadas las peculiaridades ya conocidas del sistema de
fuerzas políticas en Cataluña y el País Vasco, la consolidación del sistema de partidos a nivel
nacional es una realidad.
El tercer dato es igualmente notorio. Se ha producido una aproximación significativa entre las
magnitudes de las dos fuerzas políticas principales. En las elecciones municipales,
comparando los resultados de mayo con los de octubre del 82 (sólo en seis meses), el Partido
Socialista ha perdido 2.138.452 votos y 4,2 por 200 en términos relativos; mientras que la
Coalición ha mejorado en 0,6 su porcentaje. Ello significa una aproximación en cinco puntos,
que. corregidos los datos de la abstención y el aumento del censo, equivale realmente a una
aproximación en ocho puntos. En las elecciones autonómicas la Coalición y sus aliados suben
4.6 puntos, mientras que el PSOE baja un 0,3 por 100: de nuevo nos encontramos con cinco
puntos de aproximación y una corrección semejante, si se calcula la abstención.
Entendemos que estos datos deben completarse con una referencia a las anteriores elecciones
municipales, las de 1979. Se puede observar que el Partido Comunista ha perdido más de
cinco puntos y casi 1.500 concejales; que los independientes han bajado de más de 15.000
concejales a poco más de 6.000, y que la Coalición tiene 20.000 concejales más de los que
entonces tuvo Coalición Democrática y 8.000 más de los que entonces obtuvo el PSOE. Debe
finalmente observarse que lo mismo UCD en 1979 que el PSOE en 1983 hicieron las
elecciones desde el Poder, adquirido a corta distancia en unas elecciones generales, mientras
que la Coalición actuó en ambas ocasiones desde la oposición.
Las cifras expuestas parecen indicar, en primer lugar, la confirmación de las tendencias que se
apuntan en todas las consultas electorales desde hace dos años (elecciones autonómicas de
Galicia y Andalucía: elecciones generales de 1982: elecciones locales, provinciales y
autonómicas de 1983); es decir, el progresivo refuerzo de dos grandes organizaciones
políticas, a expensas de los grupos centristas o independientes y (fuera de los casos vasco y
catalán) nacionalistas.
Parecen indicar también un cierto cansancio del cuerpo electoral, que a la vez que va
consolidando el sistema constitucional y autonómico, y el citado sistema de partidos, empieza a
desear una estabilización que pase, entre otras cosas, por unas consultas electorales mejor
sistematizadas y más espaciadas en el tiempo. Ahora habrá que esperar a las elecciones
vascas y catalanas de 1984. gallegas de 1985 y generales de 1986, y a las demás autonómicas
y locales de 1987: lo que sigue siendo un número excesivo de movilizaciones electorales, que
tal vez debiera contemplarse en la necesaria reforma de la ley Electoral
Pero el cansancio electoral procede, sobre todo, de la desproporción entre los
planteamientos de los programas y las campañas, y los resultados tangibles. No se puede
ofrecer un programa electoral, y decir al mes que la situación es peor, y ya no se puede
cumplir. No se puede hablar de un número de puestos de trabajo, y luego declarar que es
imposible su creación. No se puede elogiar un tipo de política exterior en la oposición y más
tarde realizar otra diferente en el Gobierno.
Y ahí está el meollo de la cuestión. Porque tampoco se puede, a la vista de las dificultades,
renunciar a las responsabilidades de la decisión. Gobernar es asumir el riesgo de las grandes
decisiones públicas, con la responsabilidad correspondiente. Gobernar es escoger, y luego
explicar o concertar, pero cantando la jugada y los resultados que se esperan, de forma que la
opinión los pueda controlar.
Sólo sobre estas bases, y sin manipulación televisiva, se podrán ir creando los fundamentos de
una verdadera ciudadanía activa con confianza en la gestión pública. Sobre estas bases, y con
algunas condiciones más. entre las que destaca una función publica razonablemente imparcial
y no partidista.
Si se parte de estas premisas, la creación de dos grandes fuerzas políticas estables y
responsables, es un paso adelante. Habrá siempre grupos fluctuantes que inclinaran de un lado
o de otro la balanza, según la situación; pero debe haber dos orientaciones básicas sobre el
modelo de sociedad, la orientación reformadora y el estilo de la función pública.
Cada una de ellas, en el Gobierno o en la oposición, habrá de responder de un programa: de
algo en que los electores puedan, primero, poner en ellos confianza, su esperanza y también
su ilusión; y luego, por supuesto, medir y controlar los resultados.
Vamos, sin duda, en ese camino; camino no exento de problemas y de dificultades, pero que
es el menos malo de los posibles. Todo intento de enrevesarlo. complicarlo y hacerlo menos
responsable, o más capaz de plegarse a las zancadillas y maniobras, a espaldas del pueblo,
será malo.
Y, por supuesto, pierden el tiempo los que intentan falsificar las cartas del juego. Ni son todos
los que están ni están todos los que son; pero los que estamos, estamos con todas las
consecuencias.
Manuel FRAGA IRIBARNE