«EL MINISTERIO DE CULTURA Y BIENESTAR»
Pío Cabanillas contesta a Mary Mérida, en «Gaceta ilustrada» :
« — ¿Cuál estima que es su verdadera responsabilidad como titular de la cartera que ostenta? ¿Hacer más
cultos a los españoles? ¿Darles un mayor bienestar, o simplemente el coordinador de tales logros?
—Ninguno de los propósitos resulta incompatible con los restantes, pero todos son demasiado
ambiciosos. Pienso que mi labor es fomentar, defender y difundir el hecho cultura dentro de un clima
previo de libertad creadora. Me preocupa, sin embargo, que esa nueva acción cultural del Estado no
olvide cierta dimensión suplementaria, dirigida a fomentar el respeto a la libertad individual, a los
derechos de los grupos humanos y a la realidad de las culturas nacionales y regionales.
—¿Qué es, para usted, en esencia, la cultura? ¿Y el bienestar?
—Como declaré hace unos díaS, creo, con algunos sociólogos modernos, que si la sociedad es
considerada como un conjunto organizador de individuos con una forma de vida dada, la cultura es esa
forma de vida. Si la sociedad se estima como conjunto de relaciones la cultura es el contenido de esas
relaciones.
Pues bien, la acción cultural del Estado, en cuanto se dirige a mejorar la calidad de vida en el mundo
urbano y rural, tiende a la creación de nuevos espacios vitales, y con ello confiere un contenido más
sustancial a la vida. Ahí está la conexión entre cultura y bienestar. Proteger la actividad artística en sus
primeros niveles, facilitar los grupos voluntarios o de aficionados, conseguir que éstos empiecen a utilizar
los medios de comunicación y que se interrelacionen entre sí; apoyar a los animadores culturales de base
con ayudas proporcionadas a sus necesidades; ésos son los mecanismos concretos para dar los primeros
pasos que faciliten el acceso de todos los sectores de la población a la cultura.
—Según su concepto personal, ¿le parecen cultos los españoles, por término medio?
—No es fácil hacer diagnósticos generales. Yo diría que el pueblo español es un pueblo «sabio», más
realista de lo que se cree, y al final, generosamente escéptico. Empleando un símil taurino, como los
cronistas de las Cortes, no le decepciona que la faena sea incompleta, si el toro es de verdad.»