ANTE LAS ELECCIONES MUNICIPALES
Las elecciones municipales no deben sufrir ningún retraso; deben celebrarse en las fechas previstas.
No Hacemos esta afirmación de modo caprichoso. Ante todo, el país entero se encuentra ya frente a una
realidad: co-mknza, por muy legítimas dimisiones, a desmoronarse, a disolverse la antigua estructura -
personal en los municipios. Y como consecuencia directa, las designaciones que se hagan ahora paira
cubrir alcaldes y concejalías habrá que entenderlas, inevitab Semen te, sometidas a pro-visáonalidad.
Serán todas, guste o no, y con independencia de valores individuales, muy respetables, marcadas por d
sello de la interinidad. Provisionalidad e interinidad, porque ni obedecen al organicismo pasado -^-de-
signación directa o ,en elección reducida!— ni son tampoco fruto o reflejo del sistema democrático ya
vigente, precisamente para culminar la democracia, bajo la Corona, una vez elegidos diputados y
senadores, es necesario, sin inútiles demoras, proceder a la libre elección de los cargos municipales.
Mientras estas elecciones no se realicen, podría decirse —y-quizá no sin Ta?óñ— que todavía no tenemos
democracia. No proponemos, y claro está que no hay motivo para hacerlo, ninguna indebida aceleración
del proceso de auténtica democratización política. Tampoco escribimos alentados por un circunstancial
Oportunismo, que pudiera derivarse de una estimación o cálculo de lo que son aún las tendencias de
opinión. 5 No se trata de eso. Se trata de recordar que esta otra etapa ´electoral debe Cumplirse sin retraso;
y de advertir que tuia^ de las tareas legislativas más urgentes, (fe las nuevas Cortes tiene que ser,
evidentemente, la redacción de las normas por tas cuales deberán regirse las «lecciones min¡icipales; la
elaboración d« la ley electoral para estos comicios. La democracia ya conseguida en los altos, organismos
representativos del Congreso y del Senado no se agota en esta doble culminación. Al contrario, necesita
una base, «n cimiento, que se encuentran, precisamente, en el más bajo estrato municipal; que conecta,
por serlo, más inmediata y directamente, con la integración familiar del ciudadano y con su particular
individualidad. Culmina, pues, la democracia en las cámaras legislativas ; pero comienza, sin duda, en los
niveles de la representación municipal. Las particulares circunstancias nacionales en las que se ha
desarrollado, forzosamente, el cambio de régimen, el tránsito hacía la dsmocrácia, presionan igualmente a
favor de la celebración de las elecciones municipales. Nos referimos, claro está, a todos los movimientos
que critican inconvenientes centralismos y a toldos aquellos qué, sin mengua de la unidad nacional,
mantienen la demanda de autonomías regionales legítimas, admisibles y razonables. En realidad,
mucho de anomalía política exstiría- si constituidas y funcionando «ñas Cortes a las que no cabe negar
puro carácter democrático se man tuviere por tiempo indefinido o más dilatado dé lo; que ¡a"realidad
exige un entramado municipal no democrático en la represen-tatividad de la soberanía nacional.
Los partrios y sus .ideologías, luego de las elecciones genérales del 15 de junio, están suficientemente
definidos. Y también, si pensamos en .e! esfuerzo en el gasto económico que requiere propaganda de tina
campaña electoral, también entonces, aunque la observación resulte ´de pequeño pragmatismo, conviene a
.todos, conviene al país verificar las elecciones municipales cuanto antes mejor. Encauzadas, por la
correspondiente ley electoral y respetuosas de su texto.
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