20 de septiembre de 1977
INFORMACIONES ECONÓMICAS
DIMENSIÓN Y EFICACIA
Instrumentos de defensa de la pequeña y mediana empresa
CASI EL 100 POR 100 DE LOS EMPRESARIOS ESPAÑOLES RESPONDEN A ESTAS
CARACTERÍSTICAS
LAS GRANDES EMPRESAS SOLO OCUPAN EL 15 POR 100 DEL CENSO LABORAL
EL AUMENTO DE LA RENTA NACIONAL EN ESPAÑA Y EL INCREMENTO DE SU
POBLACIÓN ACTIVA, LABOR CASI EXCLUSIVA DE LA PEQUEÑA Y MEDIANA EMPRESA
Por José JANE SOLA Uno, que en su calidad de representante español participa en las reuniones de la
Comisión de Empresas
Transnacionales de las Naciones Unidas, ha ido aprendiendo bien las dificultades e inconvenientes de la
gran —y a veces multinacional— empresa. Uno, que como investigador y teórico de la economía ha
analizado, visto y estudiado trabajos empíricos y aproximaciones especulativas sobre las esconomías de
escala, es consciente de la existencia también de las «deseconomías» o economías negativas que conlleva
la gran dimensión. Uno, que con varios lustros de actuación profesional en este país nuestro y en otras
latitudes se ha cansado de ver «casos» para todos los gustos, conoce a fondo el hecho de que el tamaño
empresarial no presenta una correlación perfecta con la eficacia, ni mucho menos.
Uno, en fin, está cansado de asistir impasible a la falsa creencia de que, en economía, lo grande es
automáticamente lo bueno, y lo mediano y pequeño ha de ser, en consecuencia, barrido y eliminado.
En épocas de alta coyuntura, cuando la actividad económica presenta un ritmo acelerado y expansivo, la
mayoría de los problemas pasan inadvertidos porque, de un modo u otro, dentro de la alegría económica
general, van siendo superados. Después de años de continuos crecimientos en las cifras de ventas,
alimentados por un modelo de desarrollo y una política de «stop and go» que solucionaba
superficialmente los problemas y escamoteaba sus raices profundas, los pequeños y medianos
empresarios españoles (el 99,9 por 100 de los mismos) se encontraron inesperadamente con menores tasas
de expansión, cuando no con una reversión absoluta de sus negocios. Y en estos momentos la situación,
como es bien sabido, es muy grave.
LA P.M.E., PROTAGONISTA DEL MILAGRO ECONÓMICO ESPAÑOL
Durante la década de los años sesenta, la política económica española estuvo impregnada de una auténtica
psicosis contra todo lo pequeño y mediano. Se hablaba peyorativamente del minifundismo industrial
español y la mayoría de acciones concretas de política económica que se iban adoptando eran a favor de
las grandes unidades económicas productivas o de la fusión y concentración empresarial. Dicha política
económica llevaba como consecuencia no sólo la marginación de las pequeñas y medianas .empresas,
sino que constituía un auténtico ataque frontal —indirecto pero real— a las mismas. Pues bien, en ese
medio ambiente desfavorable, las pequeñas y medianas empresas no solamente se mantuvieron, sino que
aumentaron tremendamente en número e importancia. Muy pocas cifras bastan para demostrar lo que
decimos. En 1958 existían en España 317.900 empresas, de las cuales 317.300 correspondían a la
categoría empresarial de las pequeñas y medianas unidades; sólo unas 600 podían considerarse como
grandes empresas. En 1975 el número dé empresas había ascendido a 1.010.200, de las cuales no llegaban
al millar las Que podían calificarse como grandes. En otras palabras, el número de empresas pequeñas y
medianas se había triplicado a lo largo de esos diecisiete años. Desde antes del plan de estabilización
hasta después del último Plan de Desarrollo puede asegurarse que fue la aparición de ese cúmulo de
nuevos empresarios (compensando y superando con creces a los que por ley de mercado desaparecieron)
los que protagonizaron el crecimiento económico español.
El pretendido minifundismo industrial de los años cincuenta, que los rectores de la política económica
esperaban reducir para conseguir con ello una mayor productividad del sistema, no sólo se mantuvo, sino
que sencillamente se incrementó. Porque mientras en 1958 las grandes empresas daban empleo a un 21
por 100 de la población laboral, en 1975 sólo ocupaban a un 15 por 100 del total de trabajadores del censo
de dicho año. Los nuevos empresarios desarrollaron energía, dedicación, voluntad e iniciativa a grandes
dosis. Y eso fue tremendamente bueno para el país (piénsese que en ese millón de empresarios a los que
nos referíamos no están considerados, por supuesto, los artesanos, que son otra fuente importante de
crecimiento).
Pero, además, la P.M.E. absorbió durante los diecisiete años considerados mucha más cantidad de empleo
del que le corrrespondia según su importancia en 1953. De los 4.267,000 nuevos puestos de trabajo
creados por el sistema productivo español desde 1958 hasta 1975, casi cuatro millones lo fueron por
empresas medias y pequeñas; concretándonos a esta última categoría empresarial, cabría decir que en esos
diecisiete años las peque ñas empresas, es decir, las empresas de menos de cincuenta trabajadores,
llegaron a crear por si solas 3.125.000 nuevos puestos de trabajo, lo cual significa que dieron empleo a
1.200,000 trabajadores mas de los que les hubieran correspondido de mantener la misma participación
que tenían antes de los Planes de Desarrollo.
Estos hechos ponen en evidencia, tíos cuestiones muy importantes. En primer lugar, el fuerte aumento de
la renta nacional de España y la duplicación de su población activa, de 1958 a 1975, debe atribuirse,
prácticamente en exclusiva, a la labor realizada por las pequeñas empresas. Esta ha sido, sin 1 ligar a
dudas, la única dimensión empresarial que ha crecido al mismo ritmo que la economía, española,
respondiendo a las exigencias del sistema y sin tener, ni esperar, ninguna clase de apoyo. Y en segundo
lugar, el gran número de pequeñas empresas creadas. Su crecimiento ha sido incluso superior al de
empleo generado; a partir de ahí es razonable pensar que. en gran medida, han sido nuevos empresarios y
nueva iniciativa privada la que se ha sumado a la actividad productiva. En definitiva, se trata de la
presencia en el sistema, a través de la pequeña empresa, de nueva savia empresarial. Algo realmente muy
alejado de cualquier supuesto sobre la posible esclerosis de esta dimensión empresarial.
EL ÚNICO «FACTOR COMPLETO»
El hecho de que durante los últimos veinte años las pequeñas y medianas empresas hayan sido
protagonistas incuestionables del crecimiento económico español no es un fenómeno aislado. También se
han multiplicado muchísima —contra todo pronóstico— y han contribuido al crecimiento económico de
Francia e Italia, por eierr.plo, a partir de la constitución de la Comunidad Económica Europea.
Tenia que suceder así El motor de la economía de mercado ha sido, ts y será el empresario mediano y
pequeño. Sin pequr-ñas y medianas empresas no existiría el mercado; se trataría de un mundo de
monopolios y oligopolios. dominado por los acuerdos, las colusiones y los contratos entre ellos. Lo que
alimenta a los mercados es la existencia de las pequeñas y medianas empresas. Y ello no sólo en el caso
de los bienes y servicios, sino también en el laboral. La propia «demografía» de las empresas medianas y
pequeñas es más intensa por razón natural dentro de las unidades pequeñas y medianas que en la categoría
de las grandes; éstas se resisten a desaparecer —y caminos hallan para «ir tirando»-, aun cuando las leyes
económicas las hayan sentenciado y, por otra parte, la creación de nuevas empresas tiene lugar, como es
obvio, principalmente dentro de las categorías de las pequeñas y medianas. Si su mortalidad es mucho
mayor, también su ritmo de aparición es infinitamente más acusado. Pero de esta forma son ellas las que
cumplen una función superior, asegurando la renovación industrial y garantizando la sustitución de las
actividades obsoletas por otras innovadoras y con empuje, como ya hemos escrito en otras ocasiones.
Por otro lado, el empresario es el único factor completo del mercado; en realidad, él suple con ingenio,
esfuerzo y voluntad, las faltas de los otros factores que generalmente contemplan con carísc-ter exclusivo
muchos libros de texto en economia: el capital, los recursos naturales, el progreso tecnológico, etc. Es de
sentido común que lo importante para el desarrollo de un país no es disponer de estos bienes o factores,
sino de «capital humano», y de ese capital humano, en las economías de mercado, forma parte importante
la ciase empresarial.
El empresario auténtico es un «vencedor de obstáculos». Los empresarios que trabajan en un sistema o
ambiente económico bien integrado, completo y definido, sin fallos, agujeros u obstáculos que les
dificulten su función, pueden incluso permitirse el hecho de ser «rutinarios»; aquí mismo, en nuestro país,
antes del Plan de Estabilización de 1959, es probable que hubiera mucho empresario que no lo era, y al
cual hubiera cabido aplicarle mejor el título de mero gestor administrativo. Pero el empresario que opera
con obstrucciones, inconvenientes e insuficiencias de todo tipo (fiscales, monetarias, laborales,
infraestructurales, energéticas, etc.), ha de ser, por obligación, innovador y ha de saber superar las
dificultades, porque, de otro modo, dejará de ser empresario.
QUE HACER AHORA
La gravedad de la situación actual obliga al verdadero empresario, una vez mas, a innovar. A «hacer
cosas» diferentes. La recesión no afecta en igual medida a todas las empresas. La evolución general de la
economía se superpone a los problemas específicos de cada sector y de cada empresa en particular. En
cualquier caso, habrá que emplear medios antaño contemplados, pero no utilizados: proyectos que pasan
por la potenciación de la cooperación empresarial, por el hacer cosas entre todos y el agruparse sin perder
la identidad propia. Y paral ello hay que empezar a actuar ya desde estos momentos. Sólo haciendo frente
al desánimo general podrán sentarse las bases para revertir una situación económica que a nadie favorece,
teniendo presente en cualquier caso, y de una vez por todas, que la dimensión no tiene nada que ver con la
eficacia.