ABC. SÁBADO, 8 DE OCTUBRE DE 1977. PAG. 43
La Confederación Española de Organizaciones
Empresariales (C.E.O.E.)
EXPONE AL PAÍS:
La CONFEDERACIÓN ESPAÑOLA DE ORGANIZACIONES EMPRESARIALES, ante la Inminencia
de la presentación a las Cortes del «programa de saneamiento y reforma económica», ha mantenido una
reunión, convocada urgentemente, para fijar su actitud en relación con unas decisiones económicas y
laborales cuya trascendencia puede ser prácticamente irreversible para la consolidación o el fracaso de la
democracia en España.
La C. E. O. E. está hondamente preocupada por una actuación gubernamental que, por lo que hasta ahora
se conoce, resulta indecisa e incoherente. Por ello, en este momento histórico, se considera obligada a
dirigirse a la nación entera, a sus representantes en las Cortes, democráticamente elegidos; al Gobierno, y
a S. M. el Rey para ofrecer la opinión del empresarlado, que no puede fautor en un momento de tanta
responsabilidad, y ofrecer su experiencia, pragmatismo y conocimiento de la realidad para, mediante un
esfuerzo conjunto, evitar una situación de catástrofe nacional, que, desgraciadamente, entra en el
horizonte de las posibilidades.
Una adecuada terapéutica exige un diagnóstico veraz. En esta línea, los graves problemas que aquejan a
nuestro país pueden sintetizarse en dos grupos esenciales:
a) Una Inflación que, deteriorando el poder adquisitivo de las rentas, implica inevitables y, a veces,
dolorosamente injustas repercusiones sociales, económicas y políticas, a lo que hay que añadir la
disminución de la competitividad interior y exterior y el importantísimo déficit de nuestra balanza de
pagos.
b) La carencia de autoridad política por parte de te Administración, a todos los niveles; la existencia
constatada de planteamientos exclusivamente políticos y alguna vez demagógicos, y la resistencia a
asumir las responsabilidades inherentes al poder, a pesar de haber sido adquirido mediante mandato
electoral Ubre y democráticamente expresado por el pueblo español. Esto conlleva la falta de autoridad en
las empresas, el absentismo y la disminución de la productividad.
A consecuencia de ello, miles de empresas, creadoras de riqueza y puestros de trabajo, se encuentran hoy
en estado de suspensión de pagos o de quiebra. La Bolsa, síntoma del estado económico de un país, ofrece
los mínimos niveles de toda nuestra historia y los mínimos de toda Europa occidental. Las pérdidas que
han sufrido los inversores, que ascienden a cerca de seis millones de ciudadanos, se cifran en casi
400.000.000.000 de pesetas en los últimos meses. El ahorro y sus posibilidades de Inversión productiva
son prácticamente inexistentes.
Las restricciones de créditos actualmente vigentes y las aún más drásticas que se producirán en el futro,
para ajustar el ritmo al anunciado por el Gobierno, incidirán en el cierre de empresas y el número de
parados, que fácilmente puede alcanzar cifras susceptibles de crear situaciones auténticamente
revolucionarias.
En estas condiciones se pretende aplicar una reforma fiscal, que si bien teóricamente no debería afectar a
la empresa, en la realidad produce una situación de extrema gravedad, sobre todo a la pequeña empresa,
como asimismo al autopatrono, donde tradlcionalmente las economías personales y de la empresa nunca
han estado separadas y siguen, sin estarlo. En esta situación se encuentra más del 85 por 100 del
empresariado del país.
La tipificación del delito fiscal, tal como ha sido configurado, lejos de contribuir a una solución de
redistribución más justa de rentas, produce, por su carácter drástico y extremado, desconocido en
cualquier país occidental, un desasosiego y una actitud de total Inhibición hacia iniciativas empresariales.
El empresariado español encuadrado en la C. E. O. E. desea, con toda sinceridad el mayor acierto del
Gobierno en la elección e implantación de las medidas económicas y laborales conducentes al
saneamiento de la situación, porque en ello nos jugamos las posibilidades de Integrarnos en una
Comunidad económica —que en la realidad no acepta enfermos—, el bienestar de todos los españoles y
la consolidación de la libertad y la democracia en España.
Por ello, consciente de su responsabilidad, la C. E. O. E. propone:
1.º Que las medidas económicas en preparación se elaboren y se apliquen con fe participación de los
empresarios y los auténticos representantes de los trabajadores, pertenezcan o no a Centrales
Sindicales.
2.º Que se lleven a la realidad, con todas sus consecuencias, las reglas de la economía de mercado que
supone el Ubre juego de contratación y despido, lo cual incrementará la competitividad de las empresas,
mediante una productividad adecuada, redundará en una razonable formación de precios y en un aumento
de la inversión con una correlativa reducción del paro.
3.º La reforma fiscal y presupuestaria debe realizarse en profundidad para que, en vez de convertirse en
un arma de estrangulamiento de la economía, sirva de elemento de equilibrio y reajuste de rentas a través
de una recaudación ajustada a las realidades y posibilidades del país, dentro de una eolítica de freno del
gasto público Inmoderado.
En lugar de que las recaudaciones fiscales respondan a los presupuestos de gastos, se considera
absolutamente necesario que éstos se ajusten a las posibilidades del país. Nadie puede ni debe vivir por
encima de sus medios.
4.º En la misma línea, es imprescindible el perfeccionamiento de la gestión de la Seguridad Social y la
revisión cié su extensión y presupuesto que ya supera el conjunto de los gastos estatales. No es necesario
insistir en la eficiente administración que los medios de comunicación social descubren y publican con
frecuencia.
5.º Considerando que, en España, las rentas salariales suponen ya más de un 65 por 100 del Producto
Interior Bruto, nivel comparable con otros países europeos, son absolutamente imprescindibles unas
rigurosas medidas d« contención de salarios y rentas, al igual que se ha hecho en Inglaterra y Francia. La
falta de decisión demostrada hasta ahora en este tema está entre los principales causantes de los demás
males socioeconómicos. Este punto es fundamental para demostrar la responsabilidad de lo» que
reivindican legítimas mejoras profesionales de los trabajadores, o la falta de esta responsabilidad cuando
las reivindicaciones se instrumentan al servicio de fines políticos, cuyo objetivo es la destrucción de la
democracia que todos deseamos construir sobre bases sólidas y duraderas. Es de esperar que el anunciado
propósito del Gobierno en este sentido se materialice.
6.º En la inflación de costes «ue padecemos, la política monetaria no puede ser el único ni el principal
instrumento de lucha contra la inflación.
7.º El país, con los medios que genera la sociedad entera, y más concretamente mediante tos fondos de la
Seguridad Social, debe asumir la responsabilidad de un digno subsidio de desempleo, lo que exige la
eliminación de toda la picaresca perfectamente conocida y más o menos tolerada. En el contexto de un
plan coherente en su totalidad, los empresarios no rehusarían participar en la financiación y control de
este subsidio de desempleo.
8.º Como no existe convivencia pacífica sin libertad si no está el orden garantizado, el Gobierno debe
impedir todas las accione* Injustas de fuerza y de coacción, vengan de donde vengan —incluso del
propio Gobierno, como podría ser una amnistía laboral impuesta—, utilizando los medios legítimos que
posee un estado democrático para preservar el bien común que es la libertad, de la que son expresión el
derecho de acudir al trabajo y realizarlo libremente, así como el de iniciar cualquier empresa.
El intervencionismo de la Administración ha de limitarse, en Jo socioeconómico, a asegurar la
pervivencia de los supremos intereses del bien común, dejando a las fuerzas económicas que encuentren
libremente su equilibrio en un diálogo, e incluso en una confrontación, siempre pacífica, en defensa
legítima de los intereses de las partes.
Si las medidas económicas y laborales se ajustan a las necesidades reales del país, superando cualquier
planteamiento parcial o Interesado, el empresariado está firmemente dispuesto a colaborar con el
Gobierno y con los trabajadores, asumiendo su responsabilidad en la construcción de una democracia
auténticamente libre, compartida por todos los españoles. En caso contratarlo, mediante esta toma de
posesión, la C.E.O.E. declina toda responsabilidad en relación con un planteamiento irreal, Injusto o
pactado en ausencia del empresariado español.
Madrid, 7 de octubre de 1977.—R.