CARLOS RODRÍGUEZ
LA POLÍTICA y los días
Nuestro país presenta el índice de productividad más bajo de todo Occidente, según Carlos Ferrer,
presidente de la patronal CEOE, que consiguió convocar el lunes a cerca de 10.000 empresarios catalanes
en Barcelona. Es verdad, pero cabe preguntarse por qué los obreros españoles en el extranjero rinden con
normalidad e incluso en mejor nivel que los de otros países de emigración. ¿Qué falla aquí? ¿Qué no
ofrece la empresa española a sus trabajadores para que éstos se manifiesten tan insolidario con su suerte?
Creo que es un tema digno de meditación.
Sin embargo, esta situación no puede prolongarse. Somos un país de escasos recursos energéticos y no
sobrado de materias primas. El trabajo es. por consiguiente, nuestra principal fuente para crear riqueza.
No tenemos, como Gran Bretaña, un campo petrolífero del mar del Norte en que depositar nuestras
esperanzas de futura prosperidad, La productividad es, pues, el desafío. Y de que seamos capaces de
afrontarlo depende, en gran medida, el futuro que nos aguarda dentro o fuera del mundo del desarrollo. La
estructura feudal de la empresa española ha de ser cambiada, pero la falta de entusiasmo laboral y el
absentismo no son los caminos viables para conseguirlo.
Ahora bien, el diálogo entre las partes socialmente cesadas, esto es, entre patronos y asalariados, no puede
montarse sobre exabruptos dialécticos. Y no es otra cosa calificar, como se ha hecho en el mitin de los
empresarios, de «pacto para la "massacre" de las empresas» a los acuerdos de la Moncloa. Es cierto que
los partidos han logrado indiscutibles avances reformistas, en una línea por !o demás moderada; pero
hasta e! momento, los acuerdos ya traducidos en normas favorecen más a ios empresarios que a los
trabajadores. Siendo así —y es Importante que esto no se olvide— que a ios patronos alcanza alguna
responsabilidad por la actual crisis económica, en tanto que los trabajadores se la han encontrado a
bocajarro, con cientos de miles de parados, sin haber sido más que mera fuerza pasiva de trabajo durante
décadas.
Así que, menos «massacre». El empresario metalúrgico. Alegre Prat, autor de esa imputación, deberá ser
más ponderado cuando negocie con sus trabajadores. Parece, en conjunto, que la elección de presidente
de la CEOE fue acertada, ya que las intervenciones de Ferrer, aun siendo un punto agresivas, se
mantuvieron en márgenes dialécticamente más aceptables. Si a los trabajadores se les exige, con razón,
productividad, a los empresarios se les debe exigir, con no menos razón, que empiecen a atemperar sus
esquemas mentales a la democracia y al mundo moderno, Como, en su tiempo dijo Vera: «la lucha de
clases es inevitable porque existe, deber nuestro es que sea una lucha de hombres y no una lucha de
fieras».
EFICACIA.—El Círculo de Empresarios de Madrid acaba de editar un trabajo exhaustivo de
documentación sobre las relaciones laborales en las diferentes Constituciones occidentales. Es un libro
importante, útil y oportuno. Algo funciona bien en esa entidad, de donde, además, llegan ecos de un
empresaríado atento a los tiempos que corren. Eficacia también en el Gabinete de Información de la
Telefónica, tanto más meritoria cuando se opera sobre una entidad proclive a la impopularidad. En
muchos organismos españoles, y singularmente en las empresas privadas, las relaciones públicas y los
gabinetes de Prensa empiezan a ser notablemente eficaces. La buena imagen influye favorablemente
sobre las empresas y no es raro que coopere a ponerlas en el camino de la buena gestión.
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