CONDICIONES ADECUADAS PARA LOS EMPRESARIOS
Pese a todas las estimaciones favorables que puedan hacerse de la situación económica,
basadas en síntomas todavía nada claros de recuperación, persisten, acentuados, dos hechos
absolutamente negativos: inquietud de los empresarios e indisciplina laboral.
Son, sin duda, dos datos gravísimos. Si el motor empresarial no funciona a fondo, la
reactivación económica será muy difícil y- tardará mucho en producirse, para no decir que
resultará imposible. Y si continúa, por otro lado, la indisciplina laboral se acrecentará el
desaliento de los empresarios.
De hecho, aunque no alcance todavía sus cotas más altas de gravedad, este problema está ya
planteado. Y de nada vale tratar de desfigurarlo con acusaciones demagógicas a los
empresarios y a los Inversores, en esa falaz línea de críticas a su falta de confianza, a su
incapacidad o a su actitud da resistencia ante los cambios. Si a empresarios e Inversores se les
ofrecen —y es tarea principal de Gobierno ofrecerlas— las condiciones adecuadas para su
normal actuación económica, ni unos ni otros dolarán de cumplir su papel. Pero sin seguridad
en las inversiones, sin autoridad en ¡as empresas y sin posibilidades de legítimo beneficio, no
se les puede pedir que asuman su función en el proceso económico.
Sería muy discutible optimismo afirmar que ahora se cumplan, para «líos, estas normales o
adecuadas condiciones. De ía seguridad de las inversiones, no es alentador lo que se deduce
en las cotizaciones bursátiles, nada favorable se desprende de las tensiones sociales reinantes
en ajgunas regiones, y poco estímulo suscitan ciertas modificaciones que se anuncian en el
régimen jurídico regulador de las empresas y del sistema económico. De la autoridad necesaria
en las empresas, autoridad legítima del empresario, sólo se puede decir, si se respeta la
verdad de los hechos, que está reducida a mínimos. No son, desde hace algún tiempo, las
decisiones empresariales las que ordenan el proceso productivo; las decisiones principales, en
este aspecto, se producen a voluntad sindicalista. Es, esta voluntad, la que decide ios ritmos de
trabajo y sus Interrupciones. Y así han descendido nuestros índices de productividad, y de pura
y simple producción, a niveles bajísimos. De los beneficios, en fin, conocida es su inclinación
descendente, en muchas, muchísimas empresas.
La política económica, con imperativo de urgencia, debe descender de las formulaciones
genéricas, de las grandes cifras y estadísticas, de los indicadores teóricos, ai examen concreto
y directo de la situación real en la que se encuentran las empresas. Y tiene que afrontar pese a
la carga de Impopularidad política que suponga, el decisivo asunto de la disciplina laboral.
Corremos el riesgo, si no se resuelven estos problemas, de Irnos quedando sin empresarios y,
por consiguiente, sin empresas. Lo que no contribuirá, aunque se arbitren cuantos fondos
públicos se quiera, ni a solucionar el paro, ni a colocar en el mercado los bienes y servicios
precisos para no retroceder en el nivel de vida que habíamos conseguido.