Crisis y confianza empresarial
BERNARDO LÓPEZ MAJANO Presidente de la Comisión de Economía de la CEOE
Con una lasa de crecimiento del 4 % anual acumulativo del producto interior bruto (PIB) en términos
reales se lograría evitar el aumento del desempleo, que actualmente constituye la mayor preocupación
para los empresarios. Indudablemente sería deseable superar ésta tasa de crecimiento para lograr reducir
el número de parados —que actualmente es excesivo—, pero si pensamos que en este año de 1978 sólo se
podrá alcanzar el 2 %, se comprenden las dificultades para llegar a cifras notablemente superiores que
quizá se pudieran lograr más adelante. En resumen, un objetivo por el que habría que luchar en 1979 sería
acercarse al 4 % y estar preparados para aumentar aún esta cifra en los años 1980 y 1981.
Pero no se puede de ninguna manera soportar el actual ritmo de inflación que habría que reducirlo por
debajo del 10 %, lo que equivale a orientar el incremento de la demanda hacia los bienes de inversión y a
potenciar aún más la exportación.
El fomento de la inversión sólo se puede lograr sí se despejan las excesivas incertidumbres que gravitan
hoy sobre el empresario. Este necesita una definición de las relaciones laborales —análoga a la de los
países de Europa occidental—, una recuperación de los excedentes empresariales, una disminución
del gasto público —que en parte puede venir compensada por un aumento de la inversión— y una política
fiscal que estimule la iniciativa creadora de nuevas actividades económicas una vez se ha conseguido la
necesaria reforma fiscal que puede y debe servir de base para el soporte de la política indicada en el
período 1979-1981. Es urgente iniciar unas negociaciones entre trabajadores y empresarios, de una parte,
y de empresarios, trabajadores y Gobierno, por otra, que permitan clarificar el porvenir, y por supuesto en
esas negociaciones se han de atender por parte de los empresarios las opiniones de los trabajadores sobre
los temas palpitantes en la actualidad, como son control de la Seguridad Social, destino del patrimonio
sindical y colaboración en la empresa, entre los más importantes.
Si se desea que estas negociaciones constituyan condición no sólo necesaria sino también suficiente para
que se mantenga la confianza del empresario en e! futuro y se posibilite, así, el encontrar una salida
definitiva a la crisis económica, resulta imprescindible encontrar una respuesta satisfactoria a todas estas
cuestiones: aceptación deque sin libertad de empresa y sin empresarios es materialmente imposible
construir un modelo de sociedad occidental, clave del progreso; acuerdo, de forma inmediata, sobre
movilidad de plantillas y compromiso, a medio plazo, de instaurar un régimen para la flexibilidad de las
mismas; contención salarial a la par, como máximo, de las subidas de precios que se puedan prever,
durante el tiempo necesario para una efectiva recuperación del desempleo.
Establecimiento de un cuadro de relaciones laborales que permita el entendimiento y asegure su
cumplimiento, devolviendo al empresario la responsabilidad en la dirección de las empresas; libertad de
precios; seguridad en que la contención en la creación de disponibilidades líquidas no afectará a las
necesidades del crédito al sector privado; clarificación del papel del sector público dentro de una absoluta
equiparación al sector privado; drástica reducción de la intervención de la Administración pública y
desaparición de las intervenciones meramente burocráticas; contención y racionalización del gasto
público y de la seguridad social; y reconversión paulatina de los sectores afectados por la crisis con
negociaciones previas y por separado.