7-septiembre-79/Diario16
Empresas pequeñas y grandes tienen diferentes problemas
La polémica CEOE-CEPYME, más que un conflicto de personas
En medios empresariales se considera poco probable una fusión a corto plazo de ambas patronales
Rodolfo Serrano
Agonizaba agosto y estallaba la noticia. Fue en Valladolid, y fueron los empresarios de Castilla, León,
Cantabria y Rioja quienes sacaban públicamente la polémica de David y Goliat.
Era la culminación —dicen los expertos— de una lucha, a veces sorda, a veces tumultuosa, de los grandes
y pequeños empresarios. El ultimátum que los empresarios reunidos en Valladolid habían lanzado a las
dos organizaciones patronales no dejaba de tener un cierto grado de contradicción: ante la división
empresarial en dos organizaciones -CEOE y CEPYME-amenazaban con la creación de otra organización
más.
Nada nuevo
El problema no era nuevo. Prácticamente desde la desaparición del sindicato vertical que unía a Jos
hombres y las empresas de España bajo su manto protector y paternal, empresarios por un lado y
trabajadores por otro hubieron de buscar sus propios sistemas organizativos. Si por parte de los
trabajadores el movimiento sindical se había desmembrado en un sinfín de sindicatos de variada ideología
hasta irse decantando en las centrales hoy existentes, por parte de los empresarios tras variados intentos se
llega a la creación de la CEOE,CEPYME,COPYME, etcétera.
Había, sin embargo, un factor que influiría desfavorablemente en la buena marcha del movimiento
asociativo empresarial. Pasar de una situación paternalista y —más o menos— cómoda, a una situación
de total independencia tenía, inevitablemente, que plantear ciertos problemas. Ya no era posible la unidad
por decreto. Y la primera gran dificultad con la que habrían de enfrentarse las organizaciones
empresariales vendría precisamente de su mismo seno. Intentar cobijar bajo la misma bandera al pequeño
y al gran empresario se iba a presentar como una ardua tarea. Sus problemas y preocupaciones no eran los
mismos.
«El gran empresario de ámbito nacional —comentaba un experto en temas empresariales a D16— no
puede tener la misma problemática que una empresa de marcado carácter local o territorial, incluso.
Mientras que la gran empresa se siente interesada por los acontecimientos políticos o económicos de gran
envergadura que condicionan su actividad, el pequeño empresario centra su atención en problemas mucho
más inmediatos que ha de resolver rápida-meente. Las líneas económicas del Gobierno, por poner un
ejemplo, le preocupan en la misma forma que preocupan a cualquier ciudadano. Por el contrario, la gran
empresa, cuando planifica su actividad tiene muy en cuenta factores sociales, económicos y políticos que
el pequeño empresario pasa por alto.»
Lucha de clases
La unidad, pues, de pequeños y grandes empresarios es difícil, cuando no es, según dice Bernard Brizay
en su libro «Las patronales», prefabricadas. Y ello, porque «el empresario busca ante todo, el defenderse
contra la competencia, es decir, contra las firmas rivales». La defensa ante la competencia -continúa
Brizay-hace que en principio resulte muy difícil pensar en una solidaridad patronal. Por el contrario —
asegura—, se da o puede darse una cierta lucha de clases en el seno de las organizaciones empresariales.
Habla Brizay, de Francia, que tiene ya una larga experiencia en el movimiento organizativo patronal.
Este enfrentamiento entre el pequeño y el grande es una de las características que en medios
empresariales han destacado al analizar el problema CEOE-CEPYME. «El pequeño empresario —han
comentado a D16— posee ciertas características que le enfrentan a la gran empresa. En el primer caso, la
dirección de la empresa suele ser personalista, es él mismo quien dirige y gestiona su negocio y arriesga
su propio capital. Los bancos se sienten incómodos con este tipo de empresas, y el único respaldo con que
cuenta en la mayoría de los casos viene de su patrimonio. En el caso de la mediana o gran empresa se da
una figura que no existe en la pequeña, el ejecutivo. Hay un respaldo económico fuerte detrás y las
decisiones, para bien o para mal, tienen una responsabilidad más repartida.»
Cuando alguien aseguraba que el problema entre CEOE y CEPYME, entre la gran y la pequeña empres´a,
no era, en definitiva, sino la lucha entre el empresario individualista y el ejecutivo, entre una clase y otra,
no andaba muy descaminado.
Por otra parte, la gran empresa ha resultado siempre más cómoda para la Administración. Y el pequeño
empresario ha sentido ciertos recelos de la facilidad con que la primera se movía por los pasillos y
despachos ministeriales. En épocas de crisis, además, cuando el peligro más inmediato para supervivir se
cierne sobre el pequeño empresario, se agudizan estas diferencias, y la necesidad de que la
Administración adopte medidas para solucionar los problemas que aquél tiene planteados, se le presenta
de forma angustiosa.
Hace unos meses se comentaba en ciertos sectores los recelos con que se contemplaba la irresistible
ascensión de Carlos Ferrer en la vida político-económica de! país. Se decía entonces que Ferrer dedicaba
más atención a sus contactos con el poder político que a resolver los problemas que .el empresario tenía
planteados. Los defensores de Ferrer sostenían que para la resolución de ios problemas concretos ya
existían las organizaciones por ramas o sectores, quedando para la CEOE la defensa de intereses de
mayor ámbito.
La primera actitud que, en un principio, podría ser interpretada como una falta de visión por parte de los
pequeños empresarios -los árboles que impiden ver el bosque-hay que situarla bajo la óptica de los
distintos y, en ocasiones, contrapuestos intereses que mueven a uno y otro tipo de empresas.
Según las informaciones de prensa aparecidas estos últimos días, los empresarios reunidos en Vailadolid
han personalizado en algún momento el conflicto en las figuras de Ferrer y González Stéfani. Pero el
problema, según todos los indicios, no está ahí. No ¡es falta razón a los empresarios de Valladolid cuando
dicen que la división de ambas organizaciones empresariales entraña un grave riesgo. Sobre todo si, como
ocurre hasta ahora, se tira con honda. Pero si en países como Francia, con una larga tradición en
elmovimiento patronal, la lucha entre unos y otros no ha terminado, en el nuestro, con un empresariado
carente de experiencia en este sentido, los problemas no han hecho más que comenzar.
Un estudio
En cualquier caso, dentro o fuera de la CEOE, unidos en determinadas cuestiones, separados en otras, el
papel que los pequeños empresarios pueden jugar resulta de primera importancia. Así parece demostrarlo
un reciente estudio del Instituto de Tecnología de Massachusetts. A través del mismo, se ha llegado a la
conclusión de que resulta más productivo fomentar la creación de pequeñas empresas que
inyectar dinero para mantener grandes industrias ineficientes y anticuadas.
El citado estudio demuestra, además, la enorme influencia que sobre la creación de nuevos puestos de
trabajo ejerce este tipo de empresas.
En los últimos años, el 80 por 100 de los nuevos puestos de trabajo se debe a empresas de no mes de 20
trabajadores. Bien es verdad que presentan, por el contrario, una característica nada deseable: son también
las primeras que caen en momentos de crisis. Y son, por su facilidad en desaparecer, las que más
problemas tienen para conseguir la financiación adecuada.
En este sentido resulta primordial la labor de los Gobiernos para buscar las vías más adecuadas con el fin
de fomentar el desarrollo de la pequeña empresa, estableciendo unas lineas financieras de acuerdo con sus
necesidades.
En nuestro país, las Sociedades de Garantía Recíproca y Financiación a la pequeña y mediana empresa
intentan cubrir una laguna dentro del marco institucional financiero. La creación de este tipo de
sociedades tiene como objeto el prestar aval a cualquiera de sus asociados ante las entidades financieras.
Así como en Francia este tipo de sociedades aparece en 1917 y en Bélgica en I929, en nuestro país su
regulación data de ayer mismo, julio de 1978.
A pesar de su corta vida, las organizaciones empresariales de diversas provincias se han lanzado a la
constitución de Sociedades de Garantía Recíproca, conscientes de la necesidad de buscar entre ellas la
fuerza y el aval que en solitario no tendrían.
Por parte de la Administración, en España se creó hace un año el Instituto de la Mediana y Pequeña
Industria (IM-PI), organismo autónomo dependiente del Ministerio de Industria, y Energía "en e! que
participan, dentro de su consejo de dirección, miembros del sector público y privado.
Entre sus objetivos se señalan la realización de acciones encaminadas a establecer nuevos sistemas de
garantía y de acceso a la financiación, el fomento de nuevas tecnologías que mejoren Ja competitividad a
niveles internacionales y el incremento de su capacidad de comercialización en el mercado interior y
exterior.
Según comentaba en cierta ocasión su presidente Eduardo Jiménez Fernández, uno de los mayores
obstáculos que se han tenido que franquear ha sido su difusión entre los empresarios. A la hora de intentar
coordinar una ayuda o información para las pequeñas y medianas empresas el problema ha radicado en su
propia dispersión.
Razón que hace mucho más difícil la implantación de políticas industriales y obliga a un mayor esfuerzo
de imaginación para impulsar y orientar la creación de nuevas firmas.
«En este sentido -comentaban a D16 en medios relacionados con este organismo— el IMPI ha pretendido
una descentralización de su gestión para que, con la creación de las Unidades Territoriales, y mediante la
publicación y envío de boletines mensuales aumente la participación y se facilite el conocimiento de la
realidad en lo que atañe a las pequeñas y medianas empresas.»
David y Goliat
En definitiva, el caso de los empresarios de Valladolid no ha hecho más que poner sobre el tablero, no ya
la unidad empresarial, sino la vieja lucha entre David y Goliat, la lucha por la supervivencia del pequeño
empresario ante la gran empresa. Sin embargo, a diferencia de la historia bíblica, el problema no queda
resuelto con la pedrada en la frente que David asesta a Goliat. La muerte del gigante, en este caso, no
supone la libertad ni la vida del pequeño. El problema de la pequeña empresa es de dinero, de encontrar
las vías adecuadas para su financiación.
El problema de la unidad es, posiblemente, un problema de tiempo, de búsqueda de sistemas que hagan
coincidir sus intereses.