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NACIONAL
DOMINGO 29-11-81
Crónica del domingo
Los empresarios tienen partido propio
Lo luna de miel entre aliancistas y CEOE no ha hecho más que comenzar. Ahora marcharán juntos, de
viaje, a Andalucía.
Por Carlos DAVILA
El ojo empresarial se ha detenido con especial cuidado en la crisis de UCD. La gran patronal atisba desde
fuera —¿o desde dentro?— e Interviene indirectamente . Dio en su momento el visto bueno a la
defenestración de Rodríguez Sahagún, un antiguo «hombre PYME» «que todos los días nos defraudaba».
Con Moncloa pretende hablar, pero tienen la extraña sensación de que «allí no se nos escucha». Otra
cosa, desde luego, es Fraga. Los empresarios no disimulan y sugieren que los candidatos de AP «son
nuestros candidatos». Por eso la luna de miel entre los aliancistas y la CEOE no ha hecho más que
empezar. Ahora marcharán juntos, de viaje, a Andalucía.
Fraga Iribarne ya ha tomado contacto con !as tierras andaluzas, donde se va a lidiar el primer toro
electoral de 1982. Escuredo, el presidente mitificado que tiene grandes problemas de entendimiento con
la Dirección centra! del PSOE, se ha ocupado de visitar en Madrid a los grandes ejecutivos empresariales.
Su mensaje ha sido demasiado claro: «Por favor, no me incordies demasiado en mi tierra.» Pero los
empresarios no han hecho demasiado caso y ya han montado una estructura de apoyo con un gerente
liberado de cualquier trabajo que no sea electoral y una cúpula de diez personas empeñadas en dulcificar
el previsible triunfo socialista en Andalucía. Los empresarios no quieren hablar de millones, pero todo
esto cuesta dinero, como costarán los fondos que se envíen sin remilgos hasta Alianza Popular. UCD, si
antes no se arregla, no encuentra un líder andaluz y no se presta a algún aparto para introducir en las lisias
nombres de corte empresarial, apenas recibirá ayudas económicas. En Galicia, la CEOE, que poseía las
únicas encuestas fiables de toda la campaña, dio un aviso, un toque de atención, que el «aparato»
centrista, ya entonces a la deriva, no quiso escuchar. Este será el segundo, si Calvo-Sotelo, ya dueño y
señor del Centro, no se aviene a razones.
EL DESASTRE ECONÓMICO DE UCD
Porque UCD tiene ahora mismo el dinero justo para pagar las nóminas, gracias a la administración austera
y frailuna de Camacho Zancada. Pero el grifo por donde llegaban los billetes bancarios se ha cerrado de
golpe. La CEOE y la Banca, que han venido sosteniendo a aquel partido que nació con el único fin de
impedir la victoria de los socialistas, están, llegado este momento, preocupados. No ven el camino de
salida ni «como puede hacerse para .evitar el marasmo». Los banqueros y los empresarios no están noy
dispuestos a prestar dinero a fondo perdido.
Aquellos tiempos han terminado. En octubre de 1960, apenas Suárez consiguió salir airoso de la Cuestión
parlamentaria de Confianza, el partido recibió una inyección económica y una promesa decisiva para el
futuro. Las empresas eléctricas, más temerosas que nunca por su eventual triunfo del PSOE y las
consiguientes nacionalizaciones (algo más que un fantasma: una realidad), ofrecieron cifras por encima
de los mil millones. A cambio, el Gobierno modificaría los rumbos de centro izquierda, tan queridos para
Adolfo Suárez, todavía presidente, y se avendría a frenar cualquier avance «gauchiste».
Pero el acuerdo no se cumplió, quedó en insípidas aguas de borrajas. El acoso y derribo de Adolfo Suárez
tuvo la culpa. UCD entró en barrena económica y cuando Sahagún, mal que bien, se hizo con la
Presidencia del partido, la situación financiera era absolutamente desesperada. UCD pagaba al año más de
ciento ochenta millones de nómina; algunas Secretarías Ejecutivas tenían quince o veinte personas
valoradas como en la empresa privada. Todos los fines de mes Rodríguez Sahagún llamaba a la puerta
empresarial y !a deuda subía y subía. Es difícil calcularla hoy, pero supera los tres mil seiscientos
millones de pesetas, gastos financieros —naturalmente— incluidos. El partido ha funcionado por lo
grande: los centristas de Giscard se quedaron literalmente estupefactos cuando conocieron los
presupuestos de UCD: los gastos eran más del doble de los franceses. Ahora se han disparado y ya no hay
solución. Los empresarios y la gran Banca ha dejado casi definitivamente de confiar en UCD; sólo la
gestión afortunada de Calvo-Sotelo puede moverles la caja fuerte; mientras tanto, el partido las pasará
muy estrechas.
¿Cómo ha logrado sobrevivir? Es un misterio en el que nadie quiere entrar, seguramente porque existirían
puntos negros cuya revelación arrastraría consecuencias indeseables. Rodríguez Sahagún, desde luego,
consiguió mes a mes pagar a todos los empleados, una plantilla hiperhinchada que ahora quiere reducirse.
La táctica ha sido en algunos casos original y parece haber consistido en traspasar a algunas empresas
públicas los gastos de liberación de ciertos ejecutivos. El extremo, que sería de todo punto
incomprobable, asusta a los actuales dirigentes del partido del Gobierno. Y no puede mantenerse por más
tiempo. Hay que componer nuevas estrategias.
EMPRESARIOS CONTRA EL GOBIERNO
En la CEOE aseguran que tos dineros de las próximas campañas electorales pasarán por su sede y que
UCD sólo puede ganar al PSOE si «corta de raíz sus contradicciones internas» y negocia con solvencia.
Tras este eufemismo que entrecomillo se esconde, a mi parecer, la absoluta desconfianza del
empresariado en el proyecto político que hoy aún representa UCD. Algún ejecutivo de la gran Patronal
sostiene que Calvo-Sotelo está preso de sus propias palabras, de los compromisos que, a regañadientes, ha
tenido que suscribir tácitamente con el sector suarista, aún mayoritario en el partido. La CEOE, que
denunció con gran abarato de clarines, el pacto secreto entre el Gobierno y los sindicatos, el pacto de los
ochocientos millones pagados del bolsillo contribuyente, no está dispuesta a pasar una más, y aunque se
ha comprometido públicamente a respetar el ANE, el Acuerdo Nacional de Empleo, se muestra recelosa
ante el anunciado ascenso a vicepresidente del ahora ministro de Economía, Juan Antonio García Diez,
«un socialdemócrata que ni liberaliza, ni interviene». García Diez en la vicepresidencia económica sería
un torpedo para la CEOE, un torpedo que los empresarios no van a encajar y que devolverán con creces al
Gobierno.
El cumplimiento del ANE, aquel gran acuerdo que se presentó y lo es, como una de las claves de la
estabilización democrática del país, no quiere decir, sin embargo, que los empresarios hayan decidido
volver al redil del consenso «full time». Su postura, por el contrario, es otra: una posición que se mueve
entre la llamada de atención y la ciara discrepancia y que se concreta en sus divergencias ante los
Presupuestos que se han discutido en el Congreso de los Diputados. La CEOE asegura que no puede crear
empleo y es la única organización que puede ayudar al Ejecutivo de Calvo-Soteto a cumplir su
compromiso de encontrar acomodo laboral para trescientos cincuenta mil parados. Si el nuevo Gobierno
no puede con ese reto, caerá. Eso nadie to duda. De ahí la gravedad de la situación. La CEOE ayudará
siempre y cuando se le asegure que se reformará, de una vez por todas, la Seguridad Social, y que se
aplicará quirúrgicamente una política de valentía para terminar con las bolsas de fraude al desempleo.
Pero el Gobierno tiene en el otro flanco de la negociación al PSOE.
Los socialistas se encuentran —eso, al menos, creen ellos y las encuestas que manejan desde Santa
Engracia— al borde mismo del triunfó electoral. Se están preparando concienzudamente para recoger en
1983 tos beneficios de una política de colaboración responsable que Felipe González y Guerra realizan
con cuentagotas y especial habilidad. En algunas palabras, el PSOE vende más apoyo del que,
naturalmente, ofrece. Sus cuentas, a diferencia de las centristas, son menos negativas: el PSOE se
conforma con la financiación estatal, con las cuotas y con algunos créditos venidos de entidades bancarias
dispuestas a no olvidar a la «alternativa de Poder». Luego, cuando llegue la hora de la verdad y se
convoquen las elecciones, no habrá problema: el Banco de los sindicatos alemanes avalará, como
siempre, los créditos que ios socialistas pidan a tos Bancos españoles. Esto sucede así desde 1977 y
ocurrirá en los próximos comicios. El PSOE no tiene deudas atrasadas a las que responder. Tampoco
tiene demasiados compromisos. UCO todavía paga los miles y miles de pesetas que Ruiz Giménez se
gastó en la frustrada campana del 77. Algunos antiguos miembros de Izquierda Democrática que luego
ficharon por el centrismo triunfante, negocian a estas alturas las letras del Equipo Democristiano del
Estado Español, que pasó con pena por las primeras urnas democráticas. Lo más curioso es que Ruiz
Giménez, probablemente y según sugieren algunos diputados socialistas, entrará como independiente en
las listas del PSOE en 1983. La perplejidad está servida.
LA CEOE QUIERE UN PARTIDO
«SI alguien —dicen en la CEOE— puede aminorar la victoria socialista en Andalucía seremos nosotros,
nunca UCD.» El argumento parece estar lleno de razón. En las ocho provincias, Jos empresarios tienen
preparados a lebreles ambiciosos dispuestos a entrar en política en cuanto se les ofrezcan mínimas
garantías desde Madrid. Alianza Popular acogerá en su seno a estos nuevos llegados, a los cuates no se les
pedirá carné, como no se le pidió al médico santiagués, hoy virtual presidente de la Junta gallega. Ni
Fernández Arbor era de Alianza, ni lo serán muchos candidatos de la campaña andaluza de Fraga. Fraga y
los empresarios se ríen de buena gana —y la cosa no es para menos— cuando comentan las encuestas de
opinión que aseguran una subida espectacular de UCD en las tierras sureñas. Estas muestras —no se sabe
quién ha sido el infeliz redactor— eran la gran coartada utilizada por Rodríguez Sahagún, la base en la
que apoyaba la-bondad de su trabajo. La encuesta no se sostiene en pie: a tres meses de las elecciones
regionales UCD ni tiene prestigio ni candidatos, ni siquiera un líder que confrontar con el folklopolílico
que mueve a las masas, Rafael Escuredo. «Para terminar con UCD sólo hace falta poner las cáseles del
79; ahí se termina la historia», dicen, con razón, los socialistas. Son aquellas cintas que pechaban contra
el fantasma de autonomía, aquellas cintas deplorables en las que un desprestigiado recitaba con dudoso
acento original: «Andalú, ete no é tu referendú.» Una frase desafortunada, un eslogan antipopular que,
dicho en este tono, parecía además el mensaje de un político con frenillo. Todo un fracaso que UCD
ahora pagará. De nuevo, por cuarta vez consecutiva.
Cada vez aparece con más claridad el proyecto empresarial de contar con un partido político. Alguien
desmentirá esta constatación, pero no importa; es (a verdad. La CEOE quiere un partido y éste no es
UCD. Tampoco lo es, decididamente, e\ proyecto de Fernández Ordóñez, aunque un confidencial
próximo al ex ministro de Justicia asegure que una de las razones de la preocupación empresarial es,
precisamente, la «buena acogida que ha estado teniendo el Partido Acción Democrática». Pura
intoxicación . La acogida es, al menos, dudosa, y, desde luego, no es de esperar que los empresarios que
aún se duelen con ese impuesto patrimonial que se sacó de la manga Ordóñez cuando era titular de
Hacienda, aporten dineros a los escindidos centristas. Ordóñez no cuenta para los empresarios. Como
tampoco cuenta en Andalucía el grupito de incondicionales que aún rodean a Clavero Arévalo. La CEOE
está decidida a encabezar sólo grandes proyectos democráticos.
Esta, desde luego, es su decisión: apostar por la democracia liberal. Algunos ejecutivos de la CEOE
fueron, sin embargo, el pasado domingo a la plaza mayor de la nostalgia y volvieron de ella
decepcionados. Un miembro de la Ejecutiva empresarial me decía: «La nostalgia no es rentable en
política», y añadía: «Entre aquel Franco, discutido pero a veces eficaz, y los intérpretes que aún le restan
median años luz».