A B C. JUEVES 23 DE FEBRERO DE 1961.
DEFENSA Y ÁMBITO DE LAS INVERSIONES PRIVADAS
Coloquio final sobre las inversiones en el I. C. A. I.
Ante una nutrida concurrencia expuso el señor Rodríguez-Pomatta los puntos de su ponencia, en defensa
de las inversiones privadas, que deben mantener su primacía, salvo las de especial competencia del
Estado, como la educación (aunque aquí también su función sea subsidiaria), el desarrollo del turismo,
dignificación de las industrias agrícolas, y aquellas otras que por su dispersión o irrentabilidad a corto
plazo desalienten al capital privado en un país todavía en desarrollo.
Supuesta la primacía en las demás de la iniciativa privada y la necesidad de que el Estado promueva el
desarrollo, sobre todo mediante medidas indirectas, éstas deben ser:
1.º De carácter estructural: supresión de controles y trabas administrativas, facilidades para la adquisición
de primeras materias e importación de maquinaria, promoción de formas más productivas y mejor
dimensionadas de la empresa.
2.º De carácter oficial: créditos puente, créditos a medio y largo plazo, subvenciones a fondo perdido,
amortizaciones aceleradas, desgravaciones fiscales, Bancos de desarrollo, etc.
3.º Política de estímulos a la producción; desarrollo de la demanda, programas a largo plazo y todas
aquellas medidas que animan la inversión privada, tanto indígena como extranjera, como desgravaciones
a la autofinanciación, clasificación de inversiones, sociedades de inversión, etc.
Don Antonio de Miguel hizo una reserva en cuanto a la primacía inversora de la iniciativa privada; que
evolucione con las exigencias sociales y no estorbe lo que pide el bien común ; e hizo hincapié en un
elemento fundamental, la investigación, como multiplicador sumo del desarrollo.
Como especialista, el catedrático señor Sainz de Bujanda se fijó en las medidas desgravatorias, que si
animan a los inversores, pueden plantear un problema de justicia en cuanto a la distribución de la renta, si
no se encauza con delicadeza.
Don José María Oriol insistió en la fuerza inversora que dará una política acertada de desgravaciones
sobre el capital autofinanciador, si bien reconoció la inmediata incompatibilidad de una política social
plena y el apremio de una poderosa inversión, pero acentuando la certeza del mayor rendimiento social,
que a la larga fructificará.
El gravísimo problema moral de Justicia que esto entraña lo destacó el P. Sánchez Gil diciendo que el
desarrollo se produce en buena parte por el capital que deberían percibir las clases económicamente
débiles con un salario realmente justo, pero que se les aplaza, a fin de no perderse en el consumo la cuota
necesaria de capitalización. Por tanto, en justicia, debe la sociedad arbitrar medidas para que ya posean
esas clases los títulos correspondientes, aunque no se les conceda su realización inmediata en el mercado.
Esto conviene conseguirlo sin desalentar los derechos y estímulos psicológicos de la inversión voluntaria
y sin ensayismos estructurales que pudiesen desconcertar el sector inversionista:
El Sr. Aguirre Gonzalo, partidario decidido de la empresa privada, indica que España, debe imitar las
condiciones de desarrollo que tuvieron los países ahora adelantados, mediante la alta capitalización de
los millonarios. Y que el Estado puede hallar fórmulas tan ejemplares como la Telefónica, con franca
mayoría accionaria privada, aunque con prevalente posición del Estado, y que funciona como
ejemplarísima industria privada. O bien como el Metropolitano, o las viviendas subvencionadas, sobre
todo en su fórmula preferible de anticipos de las viviendas de empresas. Tales subvenciones de que se
beneficia la iniciativa privada representan inversiones productivas a largo plazo para el mismo Estado, en
virtud del efecto multiplicador de la economía, cuyos nuevos impuestos más cuantiosos percibirá el
Estado.
Apenas quedó tiempo para las intervenciones solicitadas a la mesa o por la mesa; intervenciones tan
interesantes como la de los señores Von Carlsen, González Paz y Figueroa.
Condiciones favorables a la inversión son la confianza de los ahorristas y empresarios respecto de la
autoridad, y de los trabajadores con sus directivos, para entregar los bríos que la coyuntura requiere, ya
que no se les puede exigir sin merecer su adhesión ferviente. A ello ayudará la nueva actitud de apertura y
trato horizontal y abierto de los directivos de empresa, la evolución mucho más acelerada en cuanto al
trato y reestructuración de la empresa, y el tenor de austeridad de quienes les exigen un aplazamiento de
las justas reivindicaciones. Tales fueron algunas de las observaciones finales del P. Sánchez Gil, que
fueron secundadas por el moderador del coloquio, Sr. Garrigues.