28-0 TERCERAS ELECCIONES GENERALES
Votad para poder quejaros
JUSTINO SINOVA
Uno de los personajes más llamativos de los que pueblan la España política, el socialista radical y
escéptico Pablo Castellano, construyó una sugestiva frase durante su campaña electoral por tierras
cacereñas. Dijo, aunque con términos más sonoros y coloquiales, esto: «Votad lo que os dé la gana, pero
luego no os quejéis.» Pablo Castellano trataba de convencer a sus paisanos por la vía de la amenaza
amable y ocurrente, dando por sentado que sus oyentes guardaban la intención de votar y no precisamente
a Fraga; dando por sentado, pues, que no tendrían que arrepentirse. Pero el verbo quejarse, aplicado al
ejercicio de votar, tiene un significado menos gramatical y, por supuesto, menos dramático del que le
atribuía ocasionalmente Pablo Castellano. En un sentido político más exacto habría que decir que la queja
ha de venir precisamente a renglón del acto de votar. Quejarse, no en el sentido de lamentarse, es la
acción consiguiente al acto de votar. Y lo lógico.
Lo esencial
La democracia, que es un sistema menos reglamentista que cualquier otro y que, cuando funciona
objetivamente bien, debe limitarse a favorecer el ejercicio de la libertad de los ciudadanos, impone una
norma básica de conducta, la de votar. Si hay algo esencial en una democracia es la participación de los
ciudadanos. Un sistema democrático está más vivo cuanta mayor capacidad de convocatoria disponga. En
sentido distinto, el acto político por excelencia que le corresponde al ciudadano en el sistema de libertades
es e! de votar, primero, para poder exigir después, para poder quejarse después. Lo mejor de la
democracia es que quien ejerce el poder, quien ocupa la Moncloa en nuestro caso, debe su puesto y sus
preocupaciones a la gente de la calle, que tenemos el derecho, por depositar el voto, porque el sistema
político es cosa de todos nosotros, de quejarnos, de exigir, de pedir cuentas. Estas elecciones nos van a
ofrecer el ejemplo más exacto del poder que los votantes tenemos en nuestra capacidad de decisión. Es un
caso muy sencillo, pero que hay que recordar didácticamente ahora que la democracia está amenazada.
UCD, el partido que protagonizó la transición, va a perder las elecciones ´porque sus errores van a ser
calibrados como más importantes que sus aciertos. El llamado tantas veces pueblo soberano va a ejercer
su soberanía y va a expulsar a UCD de la Moncloa para llevar al centro neurálgico de las decisiones al
Partido Socialista.
La abstención
Lo único que no admite el espíritu democrático es la abstención. La abstención consciente es la actitud
personal más antidemocrática, porque es inhibición, es insolidaridad, es alejamiento. Y no legitima la
protesta. ¿Cómo va a protestar quien no ha tenido antes el valor de comprometerse intelectualmente y de
hacer el pequeño esfuerzo de expresar su deseo? Estas elecciones de 1982 son unas elecciones singulares
en medio de un clima tendente al miedo y al pesimismo. Pues en estas condiciones, la única respuesta
válida y coherente es salir a la calle y votar. Hay que votar para demostrar que el sistema está vivo y que
lo queremos como forma permanente de convivencia, para demostrar que seria un crimen histórico de
responsabilidad incalculable que alguien, que unos pocos, intentaran sellar las urnas dichosamente
recuperadas hace unos pocos años. El único progreso posible es que las urnas sigan llenándose de votos
cada cierto tiempo, que sigamos teniendo la posibilidad de decidir quién nos gobierna y cómo, que
podamos hacer el saludable y civilizado ejercicio de opinar en una sociedad políticamente sana. Es decir:
tenemos que votar para luego quejarnos ante quien haga falta. Para quejarnos, por ejemplo, ante el seguro
diputado Pablo Castellano, no para lamentarnos, porque éi, que es demócrata, lo aceptará. No hay otro
modo de construir una sociedad estable, en paz y en libertad.
La hora de votar ha llegado. Casi veintisiete millo nes de españoles tenemos hoy la oportunidad de
depositar nuestro voto para elegir 350 diputados, 208 senadores y, consecuentemente, al presidente del
Gobierno. Este suplemento expone los argumentos necesarios para despejar las últimas dudas y acudir a
las urnas —porque hay que acudir a las urnas sin disculpas que valgan— a votar en conciencia lo mejor.
El día 28 de octubre, hoy, es la gran fiesta de la democracia, la fiesta de las elecciones. No hay ocasión
más propicia para ejercer el derecho de quienes vivimos en libertad: manifestar nuestra opinión y apoyar
con nuestro voto la opción de Gobierno que más se lo merezca.