EDUARDO HARO IBARS
Escritor
Frente al voto útil, el voto utilitario
Cuenta el autor en este artículo las razones que le han llevado a abandonar las posiciones Genetistas para
votar, en esta ocasión, al Frente de Izquierda Comunista. Votar a esta coalición electoral representa, en su
opinión, el enfrentamiento al bipartidismo previsible y la permanencia de un espíritu revolucionario.
Hasta la fecha, nunca he votado: como anarquista revolucionario, consideraba el «derecho a voto» una
engañifa, oropel o abalorio vendido a nosotros, salvajes urbanos, a cambio de nuestra verdadera libertad.
Hoy, mi punto de vista ha cambiado un tanto. En el fondo, pienso lo mismo: la consigna «frente a las
urnas, la revolución social» sigue sin parecerme descabellada. Pero las circunstancias son distintas.
Quienes mantenían tan esperanzador slogan —los libertarios, encuadrados o no en la CNT, en los
Ateneos, en los despojos de la FAI, fragmentada y cadavérica— han demostrado, en este lugar
geográfico, que se considera democrático andarse tan por las ramas como los demás grupos políticos, si
no más. Ya sea por falta de habilidad, ya sea porque las condiciones objetivas están en su contra, no
parece que —hoy por hoy— sea la CNT, ni sus afines, los portadores de la antorcha de la revolución
social, ni quienes abran perspectivas cerrando calles con barricadas.
Contra la CNT
Hay algo más grave: los grupos libertarios se escinden, se pierden en bizantinismos teórico-estratégicos,
se burocratizan y esclerotizan. La CNT, que era «más que un sindicato», es ahora igual a cualquier otro
partido; y, dicen las malas lenguas, tienen incluso expertos en marketing, en maquillaje. Y todavía peor:
viven en un pasado de puritanismo, que estaba justificado en sus comienzos, cuando se esforzaban en
crear una moral popular, quienes incluso de moral habían sido privados. Hoy, en un momento de
transmutación de todos los valores morales, los anarquistas de la CNT, al mantenerse en su postura
obsoleta, se han alineado el apoyo de! potencial revolucionario existente en el «proletariado en harapos»,
en los grupos marginados —no haré su catálogo, que está en la mente de todos—, que se ven
desamparados, al no ser representados ni siquiera por aquellos que se decían portavoces de «los parias de
la tierra».
Ante esta situación —desprecio a las castas revolucionarias, burocratización y esclerosis de la
Confederación, que ni siquiera se plantea en sus programas la posibilidad de la actuación revolucionaria
en las barricadas—, se me plantea, como única forma de actuar, el dar mi voto a la izquierda; sin
renunciar por ello ni un ápice a mis ideas de comunista libertario. Por supuesto, no voy a dar mi voto a la
izquierda sonrosada, que se ampara en el miedo a Fraga, como si todos los habitantes de este país
fuéramos urogallos o cabras hispánicas: voy a practicar el llamado «voto inútil», que a mí me parece, al
menos, utilitario y ético; sin fe, sin esperanza, voy a votar al Frente de Izquierda Comunista, coalición de
dos partidos honestos: LCR y MC, que han sabido, para esta ocasión, dejar de lado sus muchas
divergencias. Si les voto, apoyo, con mi humilde testimonio, a los míos. Ayudo a la supervivencia de una
izquierda necesaria, y me niego a aceptar el brutal bipartidismo que se nos quiere imponer.
Voto testimonial
Sigo sin creer en la democracia de las urnas, dentro de un sistema capitalista que maneja a su antojo los
medios de comunicación y prefiero la lucha revolucionaria. Pero me niego a renunciar a mi derecho de
testimoniar. Y voto. Voto a quienes siempre han demostrado —y así les va de mal— su honradez, su
pureza. Me encuentro desencantado del desencanto. Y frente al voto útil, exorcisador de los fantasmas
que han inventado los mismos inventores del exorcismo, pongo mi voto, mi humilde y pobretón voto
utilitario.