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NACIONAL
24-octubre-82/Diario 16
PERFILES DE LACAMPAÑA15
Juan G.Ibáñez
EMPEZO a estudiar Filosofía y acabó por vivir de las Matemáticas. S comportado a veces como un
gobernador civil de la ejecutiva federal del PSOE y ha sabido ser el catalizador que en Madrid ha
integrado a corrientes enfrentadas. Le da «corte» iniciar una conversación con un desconocido y es capaz
de hablar, con fluidez y energía, ante cinco mil personas.
Este hombre ha sido uno de los pacificadores de la conflictiva, siempre beligerante, Federación Socialista
Madrileña. Y es, en fin, un retirado «sprinter» de 200 metros, que todavía se resiste a las carreras con
codazos y, sobre todo, uno de aquellos delegados de Facultad que se echaban a la política desde la
injusticia.
Se levanta muy temprano y se acerca al Ayuntamiento — es concejal de Hacienda— lo antes posible,
porque a partir de las once de la mañana ya no puede trabajar. «Lo que yo llamo trabajar: sentarse a
reflexionar, a leer o escribir un informe...»
Habituado al estudio metódico, a la enseñanza —en Chile daba clases de muestreo sin fórmulas, porque
los alumnos eran de Letras — , al trabajo estadístico como funcionario del INE (en Fracia obtuvo el
doctorado en Demografía), no se acaba de acostumbrar «a la vida esta de los teléfonos y las reuniones».
Cuando alguien le pregunta si su incipiente vicio de fumar —le viene de hace un año— es una «seña/ de
humo» de su hartura de una reunión —sólo fuma en ellas— reconoce, con cruda sinceridad, que
«seguramente yo estoy harto de una reunión justo cuando empieza. Habla que conseguir que hubiese
menos reuniones y se trabajase más».
Se considera un gran conversador y, sin embargo, resulta, con frecuencia, huidizo, cortante. El suele
poner como disculpas, en broma, que es de Bilbao. Lo que ocurre es que es un tímido que se reprime su
timidez. (Después de conocer un poco a su interlocutor se extrovierte bastante y «puedo resultar incluso
entretenido», según propia y sonriente confesión.)
También es un pequeño ácrata que reprime su. vena libertaria. Y, así, su comportamiento parece el de un
militante bastante disciplinado. «La disciplina — advierte, no obstante—, como la fidelidad, o la lealtad,
es una virtud pero no la única virtud.»
Se reconoce «costalero» de la «escuela sevillana», porque «en este periodo, la obligación de los militantes
es dar una oportunidad a los que han rehecho el partido y, sobre todo, a los que ¡o representan».
Cree que su principal aportación en estos tres años como secretario general de la FSM ha sido «la
capacidad de diálogo» y el logro de un clima de entendimiento. «Los críticos, — revela con satisfac-
ción— alguno de los cuales va a salir diputado, se han encontrado en las listas sin haberse enterado
previamente, sin ninguna negociación.»
Pero no eufemiza, tampoco, la vida del partido, «porque —confiesa— yo también lo he pasado mal. A
veces hay cosas muy desagradables».
No le preocupa que Alain Touraine diga que los partidos, también los de izquierda, están en crisis y que
serán arrollados por el movimiento asociativo. Touraine, desde siempre —dice— ha estado muy
preocupado por la originalidad de lo que escribía.» Y, en cambio, le atemoriza el repudio de los partidos,
esa nada donde se cultiva el corporativismo y el fascismo.
Es capaz de dormir encima de una bayoneta. Descansa de siete a ocho horas diarias, «pero puedo dormir
diez horas y quedarme tran tranquilo».
Juega al tenis un par de veces a la semana. Es un deporte que nunca le había gustado, pero que le ofrece la
ventaja de no necesitar más que otra persona para practicarlo.
Odia las comidas de trabajo — «bastante caras, no excesivamente buenas y donde, desde luego, trabajarse
trabaja poco»—, y tiene ciertas dotes, además de afición, para cocinar. Su plato preferido es el bacalao al
pil-pil.
De origen vasco —«la familia de mi padre funciona como un auténtico clan»—, recuerda de su infancia
en Santander los cargamentos de libros del Ateneo, que, periódicamente, entraban y salían de su casa. Su
primer autor fue Pío Baroja. Todavía se acuerda de la impresión que le produjo la lectura de la trilogía
«La Busca», «Aurora Roja» y «Mala hierba».
Es, desde la adolescencia, un devorador de novelas. Cuando tenía catorce años se leyó en unas Navidades,
con la imprescindible ayuda de una mesa, el voluminoso tomo con la primera serie de los Episodios
Nacionales. Este verano, mientras disfrutaba la tranquilidad de un balneario, de resonancias históricas —
entre sus muros mataron a Cánovas—, se leyó los episodios correspondientes a la guerra carlista, para
captíir e! ambiente que ha servido de escenario a un cuerno que ha escrito.
En la literatura y en el eme le encantan las reconstrucciones de am-biente Tanto en lo uno corrió en lo
otro no es fanático de ningún autor, y lo único que exige es calidad Ahora mismo está enfrascado en
vanas novelas, ensayos y memorias sobre el periodo cíe entreguerras en Austria y Alemania.
Fue delegado de ¡a Facultad de Económicas de Bilbao cuando un joven i/amado Narcis Serra — ahora
alcalde de Barcelona— lo era la de la Ciudad Condal y Carlos Romero de la de Madrid. Luego
coincidieron, en los años sesenta, en el FLP, y ahora están los tres en el PSOE.
Aquel estadístico facultativo, que tuvo que esperar a que Franco muriera para ser ascendido a jefe de
servicio — (no me quejo de eso, no me pongo la corona de espinas por eso»- se presenta a las próximas
elecciones en el cuarto puesto de la lista de Madrid.
No está de acuerdo con que «en política no hay amigos. Yo tengo una concepción de que si en la política
no estoy con amigos no estoy a gusto».
Cuando el verano pasado se encontró, al fondo del pasillo de un estadio de fútbol español, al ex secretario
de Estado norteamericano, Henry Kissinger, notó en el estómago la sensación de quien tiene al alcance de
su puño la protesta de una humillación colectiva e irreparable.
«En política —dice este funcionario de la ONU en el Chile de los últimos meses de Allende— el cinismo
puede ser algo válido cuando no está en juego la vida de ¡as personas. Y lo que se montó en el Cono Sur a
partir de aquel golpe fue una operación meditada para crear una situación de guerra civil, sin guerra
civil.»
Joaquín Leguina, estadístico, líder del PSOE de Madrid
LA HUELLA DE LOS «CARROS DE FUEGO»