El sedaño del miedo
MARTIN PRIETO
Un destacado beneficiario de nuestra derecha pura y dura circula por el centro de Madrid, por los
aledaños del Centro Colón, donde entre otras personas de respeto habita el general Sabino Fernández
Campo, secretario de la Casa Real. Pasea por la acera cuando se destapa una alcantarilla y emerge por ella
un hombre con buzo de obrero. El beneficiario reconoce la cara de un teniente coronel del Ejército
destinado en la Inteligencia del Estado. "¡Pero fulano, qué haces aqui y de esta guisa!". Y el aludido,
naufragando entre la amistad y la sorpresa, se confiesa: "Pues chico, que vengo de pincharle el teléfono a
Laína".
Quien contaba la anécdota (rigurosamente verídica) con nombres y apellidos argumentaba además que
este Gobierno no tenía intervenidos más de doscientos teléfonos. Ignacio Aguirre, secretario de Estado
para la Información cabeceaba dudoso —le pagan por eso— de la cifra y del cuento. Pero ahí está
fotografiado nítidamente todo el clima mora! de la dirección política de este país.
El candidato socialista ha parado por un día su caravana en Madrid y ha volado después a Euskadi, en un
infame vuelo de "Aviaco" que demuestra la veracidad de la teoría de Kuuta Jukosky sobre la sustentación
de superficies planas en corrientes aéreas y la estupidez de las concesiones monopolístícas. No quiero ser
abstruso: Kuuta Jukosky demostró que los aviones vuelan, pero yo me quedé ayer en tierra pese a llegar
media hora antes de la demostración de la sustentación sobre fluidos. Toda una tarde en coche hasta San
Sebastián para escuchar al líder socialista hacer una oferta de paz en esta ciudad machacada por el terror.
No ha cogido el autobús y por tierras vascas su seguridad le ha metido en el auto blindado de Johny
Falcone y El galleta, sus chóferes de seguridad. La Policía Nacional protege su hotel en Bilbao, donde te
cruzas con Mario Onaindía, Pilar Miró, Eduardo Sotillos, o con cenas explicativas de Euskadiko Ezkerra,
a más de la ironía del líder que flota tras la habitual conferencia de Prensa: "No quiero ser cruel ni
recordarle al señor Rosón mi polémica con él en el Congreso a cuenta de las negociaciones de Txiki
Bene-gas con la ETA". Y se muestra de acuerdo con la intención de última hora de este Gobierno de
mirar a los ojos al terror y facilitar a un sector de ETA el siempre difícil paso de apearse del tigre de la
lucha armada.
Se queja de toda la suciedad subyacente en esta campaña aparentemente tan átona, de corrección de
formas en la superficie y trufamiento de rumores: golpes de Estado por fascículos, terrorismo incierto,
alarma popular, indución a los niños de que perderán su colegio con un triunfo socialista, o a los rentistas
modestos de que el PSOE recorre España en un autobús con la intención de nacionalizarles la maceta del
balcón. Felipe se ríe de todo esto, en público, pero se le advierte dolorido por toda la guerra sucia que está
alfombrando su autobús electoral. Con los militares resulta exquisito, pero no puede evitar un punto de
impaciencia al tratar lo obvio. Así, si Aramburu Topete, director general de la Guardia Civil, confía en la
sensatez de los socialistas, el líder expresa a su vez su confianza en la sensatez de Aramburu Topete. No
oculta el hecho de que está harto de declaraciones militares de sumisión constitucional. Cuando le hablas
del tema —el golpe contra una Administración socialista— se llena de hastío, en ese reconocimiento
inconsciente que todos nos hacemos: "¿Cómo se puede hacer política bajo este chantaje?".
—Pero, Felipe —le aduces— la gente sale acongojada de los cines en que han visto Missing. Tiene razón
Carrillo cuando sugiere que hay que pasar esta película por televisión.
El caballo socialista, un punto harto de películas de miedo, intenta romper lo que estima un círculo
infernal de iniciados: que una clase periodística, política, intelectual, con acceso a zonas privilegiadas de
información —por más que muchas veces sea información podrida— está obsesionada con una asonada
que no preocupa a los ciudadanos comunes. El caso es que al llegar a Bilbao te preguntan por el sentido
de las últimas audiencias de la Zarzuela y que en los corrillos de enterados se discuten las posibilidades
de que Tejero obtenga un acta de diputado por Madrid. Si así fuera, la votación de indignidad sugerida
por Felipe de nada serviría, por cuanto el mandato popular, "el acta", prima sobre la decisión de la
Cámara. Y ahí el "número". Ayer me comentaba un cualificado periodista: "Aquí hay un voto de locura
que quiere ver a Tejero en el Parlamento". Y un candidato al Congreso: "Yo no me siento con él". Y un
jurista: "Pues te vas a sentar, porque si sale, pese a los estudios jurídicos que está haciendo el Gobierno,
hay que sacarlo de la cárcel para constituir la Cámara". Alguien, utópico pero sensato, sugiere encerrar a
los magistrados de la Sala Segunda del Supremo, en concilio, hasta que dictaminen —cuanto antes— los
recursos judiciales que pesan sobre Tejero y sus amigos. Manías, discusiones y problemas típicos y
tópicos de Madrid. Cuando escapas de esa neurosis y traspasas las alambradas que "Aviaco" pone entre el
futuro triunfo socialista y la libre información, acabas recordando que la red de alta tensión la nacionalizó
en Francia el general De Gaulle cuando sacó a las tropas alemanas de París, y que ya está bien de tanto
cuento y de tantas amenazas. Porque de quien gane estas elecciones se espera, entre otras cosas, no ver a
los oficiales de nuestro Ejército salir de las alcantarillas disfrazados de pocero.