MIÉRCOLES 20-10-82
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Hilo directo
Calvo-Sotelo: «El 28 dará sorpresas»
Dobló la servilleta junto al plato y se levantó. Se celebraba, en San Agustín de Gua-dalix, una cena-mitin
de UCD. Le llamaban por teléfono. Al regresar, cuando estuvo junto a la mesa de los periodistas, le
pregunté: «Presidente, ¿quién telefoneba?» Achulapando gesto y voz, salió por un registro burlón
inesperado: «Era Ronald Reagan... ¡nada! Quería pedirme un pequeño consejo... «Calvo-Sotelo estaba,
pues, de buen humor». «UCD, según Alfonso Guerra, está agonizante», le dije. Y él: «¡Eso... lo
veremos!» Calvo-Sotelo estaba, pues, optimista...o guardaba las formas.
El ex baloncestista Emiliano, candidato a senador, transmitió un breve mensaje de «ilusión, buen estilo y
espíritu de equipo». Muy deportivo él. Después, Fernando Alvarez de Miranda, vehemente y mitinero,
incendiándose asimismo con su soflama vertebrada por dos ideas-síntesis: UCD, factor de estabilidad en
una transición que podía haber sido desquiciante y resultó modélica. UCD, motor y camino para el
cambio y la reforma «desde» el sistema anterior. Recordó una vieja frase de Fraga durante las Cortes
Constituyentes: «Si en el año 36 se hubiesen podido reunir en una misma mesa Calvo Sotelo, Azaña, Gil-
Robles y Prieto, no habría sido necesaria una sangrienta guerra civil como la que padecimos.» Adujo una
afirmación reciente de Blas Pinar: «Fraga es el Gil-Robles del 82.» Y recogió críticamente el peligroso
argumento, (¿inconsciente quizá?) del socialista Luis Solana, hace muy pocos días, acerca de lo que de
fondo se dirime en estas elecciones: la confrontación de las dos Españas. Con estos mimbres, Alvarez de
Miranda construyó un fogoso discurso: «¡Eso no es ciertol Ni Fraga es el Gil-Robles del 82; ni Pinar, el
José Antonio; ni Felipe el Indalecio Prieto... ¡Porque existe una UCD que ha hecho imposibles y seguirá
haciéndolos, esos enfrentamientos del año 36! Y podemos decir con orgullo que, en estos años de
democracia, y no una sino muchas veces, ha sido precisamente la UCD quien ha sentado en una misma
mesa a un Fraga, a un Carrillo, a un Felipe González y a un Blas Pinar. Nosotros hemos sabido hacer una
reforma, evitando el continuismo, la ruptura y la revolución.»
Al fin, Calvo-Sotelo tomó el micro. A su lado, Pili, su mujer, sonreía, como una damisela en un torneo...
«Yo recibí el 25 de febrero, hace ahora veinte meses, una herencia que era una "patata caliente". Recibí
una España estremecida por un golpe de Estado, con un paro y un terrorismo disparados, con unas
autonomías difícilmente gobernables, con una tortísima crisis económica y una in-certidumbre de
descolocación internacional... Hoy el Ejército está en su sitio: donde la Constitución le manda estar. Hay
una ley fuerte, la LOAPA, que hace posible la construcción en firme de un Estado de las Autonomías. Se
ha llegado a un Acuerdo Nacional de Empleo, que nos ha dado ya el fruto de la paz social más plena que
España ha conocido en muchísimos años... Todo ello en un régimen de libertades, donde nadie, por ideas
políticas, ha de vivir en el exilio o en la carcel... Hemos devuelto a España su lugar internacional: Europa
y no Tercer Mundo... ¡Esta es la herencia que yo dejo... Y la que me hubiese gustado recoger aquel 25 de
febrero!» En dos renglones demostró que «el socialismo no funciona ni en Portugal, ni en Francia, ni en
los países del Este». Y, sin perder su compostura hierática, entró a batirse con Fraga y con González:
«¿La hora de las soluciones? ¿Es que no las ha habido, gobernando la UCD... y, muchas y acertadas?
Fraga, en el 76, siendo vicepresidente del Gobierno con Carlos Arias, tuvo su hora, pero no tuvo las
soluciones ¿Por qué? Acaso porque su talante no era de reforma democrática, sino de continuismo. Ni su
lenguaje era el de la convivencia pacífica de todos, sino el de excluir a quien le estorba:
Pasó luego a la izquierda: «El PSOE ofrece un eslogan vacío de contenido: "El cambio". Pero ¿qué
cambio, en qué dirección, con qué medios, a qué precio...? ¿El cambio..., para volver a los años treinta?
No querría tener que recordarle al señor González que el Partido Socialista en aquellas fechas contaba
entre sus filas con muchos pistoleros.» Y como el aire se cortaba, porque «la esfinge» sin inmutarse,
despedía dardos de fuego, don Leopoldo contó un «sucedido aldeano», para desdramatizar su breve mitin:
"El campensino que ve llegar un automóvil extraviado en su ruta. El conductor forastero pregunta al
lugareño"
—¿Podría usted decirme dónde estoy?
—Pues... está usted dentro de un coche.
La localización era exacta, pero no le decía nada orientador al viajero. Algo así es ese programa y ese
eslogan del "cambio". No nos dice adonde nos quieren llevar... Al pedir una mayoría para el cambio, el
PSOE está pidiendo un mal cambio para una mayoría de españoles.» Calvo-Sotelo estaba, pues, en
forma... de combate. Al salir aún me recordó: «El día 28 puede dar sorpresas».—Pilar URBANO.