ABC. DOMINGO 30 DE DICIEMBRE DE 1973. EDICIÓN DE LA MAÑANA. PAG. 14.
NUEVO PRESIDENTE
Cumplidos con exactitud los trámites y plazos del ordenamiento constitucional, ha sido designado el
nuevo presidente del Gobierno: don Carlos Arias Navarro.
El mecanismo político legal, definido y en vigor, ha funcionado sin roce ni fallo, confirmando en el
terreno de los hechos —y en circunstancias imprevistas y difíciles— que responde a previsiones correctas
y encierra auténtica efectividad. La continuidad institucional se mantiene en el superior plano que más
interesa, sea cual fuere la lista ministerial —nueva o confirmada— que elabore el actual presidente.
Ha resultado así el bárbaro asesinato de don Luis Carrero Blanco ocasión, bien que lo sea lamentable,
para una doble prueba de madurez nacional: la sazón de un pueblo, de una ciudadanía que ha reaccionado
con impresionante serenidad y sentido del valor superior del orden, y la perfección de un sistema
constitucional, engranaje y juego de funciones y competencias, capaz de salvar, sin trastorno alguno, la
más adversa eventualidad.
La actual situación, con independencia de su inmediata causa, queda inscrita, sin duda, en el marco de la
más estricta normalidad: normalidad jurídica, normalidad institucional, normalidad política.
El Jefe del Estado mantiene la plenitud de facultades que le confiere la Ley Orgánica del Estado, con
expresa referencia a las leyes de 30 de enero de 1938 y 8 de agosto de 1939, textos donde se le atribuye la
potestad de dictar normas jurídicas de carácter general en cualquier momento.
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Guando el nuevo presidente, al frente de su equipo ministerial, haga la definición pública, si procede, de
sus concretos fines gubernamentales, de su programa, podrá tener sentido cualquiera de los comentarlos
que serían hoy pura cábala.
Algo importante cabe, sin embargo, adelantar con seguro pronóstico: una afirmación de continuidad en
los objetivos políticos fundamentales, hacia los cuales se seguirá avanzando con eficacia para impulsar el
auge del país.
Preciso es recordar que solamente nos separan seis meses y unos días de la fecha en que fue nombrado
presidente del Gobierno don Luis Carrero Blanco. Y no es tiempo tan poco tiempo para dar por cumplido
un programa de Gobierno, ni es motivo suficiente un execrable delito terrorista para cambiar de
orientación una política pensada y pendiente.
El nuevo Gobierno —aun en la proporción en la cual contenga nuevos nombres— será por ello
doblemente heredero del anterior; del que todavía lo es a la hora de escribir este comentario.
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Elogio especial merece el Consejo del Reino, como organismo colegiado y en la individualidad de cada
uno de sus miembros. Es pieza clave en estas ocasiones por la facultad de propuesta que le corresponde.
A tenor de las únicas informaciones posibles, su actuación ha sido ejemplo de probidad y de prudencia
políticas, como corresponde a institución consultiva de rango tan eminente.
En su decisión electora, en sus votaciones secretas se ha centrado la máxima expectación nacional. Con
apasionado interés, pero con respeto y confianza; y el Consejo del Reino, con las demás instituciones, ha
reafirmado la seguridad del sistema.
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Recogida en otro lugar de este número de ABC, la biografía del nuevo presidente del Gobierno,
únicamente debemos recordar aquí su brillantísima ejecutoria como alcalde —¡gran alcalde!— de
Madrid. Y su cumplido historial de servicios y de lealtades al país que aureola su nombre con fama justa
de político experimentado y entero.
No son fáciles ni favorables las circunstancias en las que debe comenzar el señor Arias Navarro su etapa
gobernante. Alcanza a España la crisis europea; la crisis que, de alguna manera, ensombrece los
panoramas nacionales sin distingos de fronteras.
De tal adversidad debe producirse, sin embargo, una reacción extraordinariamente positiva para la obra de
gobierno del nuevo presidente: la adhesión más plena e incondicional de todos los españoles, porque a
todos importa mucho su acierto.
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Un trágico episodio de la historia contemporánea española queda cerrado: concluido en sus derivaciones
puramente políticas.
El presente, que se hace futuro minuto a minuto, es dominio legítimo, como siempre, del Gobierno, cuya
obra satisface la primaria necesidad social de orden y de Justicia, y del pueblo, cuyo sentido de mayor
responsabilidad le coloca siempre también al lado de la Justicia y del orden. Y ambos juntos, Gobierno y
pueblo, camino adelante hacia el futuro lleno de esperanzas ciertas; hacia la continuidad que encierra la
semilla de oro del perfeccionamiento y del progreso.