LO QUE SE ESCONDE DETRAS DE LA ELECCIÓN
ENTRETUVE parte de la noche del escrutinio en releer un viejo libro de aquel fulgurante e
incisivo pensamiento que fue Adolfo Muñoz Alonso. Creo que mi impresión final de las
elecciones podría resumirse en esta frase suya: «El tiempo no ha sido compasivo con los hom-
bres ni se ha mostrado respetuoso con Dios.» ¿Pero acaso ésa inclemencia no provendrá del
propio hombre español, situado ante una grave opción electiva? «Lo auténticamente humano
—recuerda Muñoz Alonso— es saber elegir con sabiduría.» Y remacha: «Porque en el tono de
la elección se esconde Dios o acecha la Nada.» Me temo mucho que también en esta ocasión
nos hemos dejado prender oor la asechanza de la Nada.
ENTRE EL DESPRECIO Y LA COBARDÍA
Un 33 por ciento de españoles despreciaron las urnas. No admitieron el reto electoral.
Convinieron en que el sistema no daba ocasión para saber elegir con sabiduría y permane-
cieron plácidamente en casa. Prefirieron el papel de espectadores al de protagonistas. ¿O sólo
pretendieron evitar la humillación de sentirse monigotes? Unos nueve millones de españoles, la
tercera parte del censo electoral, le hicieron un olímpico corte de mangas al sufragio universal
inorgánico, a los partidos, a las dramatizaciones moncloa-cas e incluso al deber moral de
convertir en voto activo las propias convicciones.
Los medios oficiales de persuasión se pusieron presto la venda y nos estuvieron hablando sin
cesar de las nieves y los fríos, como si España entera se h ubiera convertido en un iceberg, en
vez de ser difícilmente transitables los caminos entre un centenar de pueblos de montaña, con
un censo irrelevante a los efectos electorales. El sol brilló en casi todo el territorio, como si Dios
quisiera eludir que la democracia secularizadora le echara las culpas. Habrá de analizarse
quiénes fueron esos españoles remisos a la aceptación del sistema, los estratos sociales de
procedencia, su enclave generacional, la naturaleza de sus convicciones, etcétera. La cuestión
no es vanal, pues podría resultar oue ese enorme potencial fuera susceptible de transformarse
en influyente partido o movimiento.
El 33 por ciento de abstenciones configura un insólito volumen de desprecio al sistema y a
quienes presumen representarlo. Los observadores políticos extranjeros especializados en
dogmática de la democracia, consideran fuera de lo común ese altísimo índice de abstención
en unas elecciones generales. El asunto resulta aún más inquietante si se toman en
consideración los términos de la alternativa en que Suárez y quien está detrás de Suárez
plantearon la consulta. Cuando las elecciones se convocan como alternativa, en vez de como
una normal pluralidad de opciones, adquieren perfiles dramáticos y violenta perentoriedad. Si a
pesar de todo ello y de un aplastante despliegue de propaganda se abstienen la tercera parte
de los electores, debemos admitir un proceso avanzado de putrefacción del sistema.
Pero no sólo fue alto el desprecio. También lof ue, aunque en menor medida, el montante de la
cobardía. Una mayoría de los votos obtenidos p´or UCD son los votos del miedo. El terror al
cambio decidió que, en términos generales, las elecciones del 1 de marzo fueran al final una
réplica demasiado aproximada a las del 15 de junio. El pavor ancestral de las clases medias a
la revolución operó en favor del voto a UCD. Por evitar el triunfo socialista, los votantes de
UCD, en gran parte refractarios a UCD, cayeron en la trampa de votar al conjunto político que
ha dejado semivacío de sentido al PSOE, a fuerza de anticiparse a realizar su programa con
extremosa demagogia y frivolidad insuperable. En vez dé buscar a Dios en la elección, la
cobardía ha hecho caer a muchos en la trampa de la Nada.
UCD LIGADA AL FRANQUISMO SOCIOLÓGICO
El miedo al cambio ha vuelto a hacer presa sobre todo a ese espacio humano que se ha dado
en llamar «franquismo sociológico». Existen por lo menos tres clases de franquismo: el de una
minoría que se afana en hacer del pragmatismo de Franco y de su sentido del Estado una
posible teoría oolítica de futuro: el más numeroso tía quiénes se sienten