DESPUÉS DE LA BATALLA ELECTORAL
TODA lucha es trabajo en carne humana. La vida del hombre en este mundo es lucha
permanente, siempre desigual lucha contra ´la muerte, la enfermedad, las pasiones que nublan
nuestra razón, las dificultades y contrariedades que nos impiden lograr nuestros propósitos.
La vida del hombre en sociedad es lucha por conquistar posiciones dentro de la misma, para
defender principios, ideas, sentimientos y causas, que desea promover para sí mismo, su
familia, su pueblo y para mejorar (según cree) la propia sociedad.
España se debate entre una serie de crisis difíciles. Crisis de crecimiento, pues nunca ha
habido tantos españoles como ahora; crisis de cambio de vida, pues ´la nuestra ha variado más
en la última generación, con la marcha a las ciudades y la revolución tecnológica, que en toda
la historia anterior; crisis política, pues una vez más buscamos la incorporación al mundo
político moderno (como en 1808, 1812. 1820, 1834, 1837, 1845, 1869, 1876, 1931, y son sólo
los momentos más relevantes); crisis de posición general, en medio de los formidables cambios
que está sufriendo ´la comunidad internacional.
Las elecciones del 1 de marzo de 1979 marcan un hito dentro de este difícil proceso.
Los politólogos estudiarán con más detalle su interpretación analizando cuidadosamente ´los
matices de la votación. A bote pronto, y desde la experiencia parcial e intuitiva de quien ha
estado metido en .el campo de Agramante, más que observándolo fríamente, a mí se me
ocurren las consideraciones siguientes:
Primera.—Importante participación dei frío en tas elecciones. Frío real en uno de los inviernos
más duros de -los últimos años; frío moral y social, resultado de una serie de frustraciones
sociales y, sobre todo, del manifiesto ambiente engañoso que el público ha advertido a lo ´largo
de los dos últimos años. La multiplicidad de opciones poco claras y la complejidad de una ley
Electoral no apta para resolver éste y otros problemas han hecho lo demás. La cifra de
abstenciones, superior al 30 por 100, debe ser. sin duda, tema de meditación para todos.
Segunda. — Los resultados electorales no resuelven el problema fundamental de sentar las
bases para un gobierno de orientaciones claras, firme y eficaz, que restablezca la seguridad y
la confianza, ni tampoco una oposición clara, leal, eficiente y constructiva. Ello va a echar, se
quiera o no, una carga considerable sobre otras instituciones obligadas a difíci-"es arbitrales.
Tercera.—El resultado electoral agrava ya delicado problema del País Vasco.Todos los errores
y las debilidades de& Gobierno convergen ahora en una situación cada vez más conflictiva y
que tenderá a agravarse en las municipales si no se adoptan medidas serias para paliar la
coacción terrorista.
Cuarta.—La seriedad de los problemas que esperan a España en los dos o tres próximos años
va a obligar (probablemente, antes de año y medio) a una nueva consulta electoral. Ello plantea
cuestiones muy serias, entre ellas la indispensable de reformar a fondo la ley Electoral.
Quinta.—Habrá de tenerse, por toda la cíase política, un cuidado especial de sus
responsabilidades. La opinión española debe ver que todos ponemos por delante la
Constitución y las instituciones por encima de ´los intereses de partido y que realmente
creemos en su funcionamiento.
Sexta.—A este respecto hay que tener cuidado con las instituciones paralelas. Las encuestas
de opinión ya han sido sujetas a una legislación especial en varios países, que de una parte
garantiza la seriedad de las mismas y de otra prohibe su publicación en la última semana o
incluso dos semanas antes de las elecciones.
Séptima.—Es necesario poner al día la legislación sobre presiones y coacciones electorales, y
posiblemente también establecer una limitación de gastos electorales con arreglo al modelo
británico.
Octava.—Si ´la democracia se va a tomar en serio es necesario regular sobre bases diferentes
el uso de la televisión, la radio y los periódicos del Estado.
Novena.—Hay zonas rurales del país, y no pocas, sobre las cuales el peso de la maquinaria de
los Gobiernos Civiles y otros servicios es decisivo. Este hecho, y la dificultad para establecer
candidaturas en muchos Municipios pequeños, es una razón más para que se realice, cuanto
antes, una reforma de la Administración local que reduzca notablemente el número de
unidades locales hoy poco viables en lo político, administrativo y económico.
Décima. — E¡ sistema de largas listas de candidatos es pésimo; son fáciles los errores e
incluso las falsificaciones; facilita la manipulación del elector rural. Una razón más para
establecer un sistema electoral más sencillo, comprensible y práctico.
Undécima.—El censo electoral demuestra errores inadmisibles. Es inútil seguir pensando que
puede basarse en los padrones municipales. Hay que ir a un fichero central de los españoles
que sirva a la vez para el documento de identidad, para el voto y para otra cualquier necesidad
de identificación (fiscal, etcétera). El Estado debe realizarlo directamente por sus propios
servicios.
Duodécima.—España sigue, por encima de todo, y a ella ´nos debemos.
Paso ahora a comentar los resultados electorales. Mi comentario es muy simple: UCD, a pesar
de todas las ventajas del Poder (utilizadas a fondo) y de una campaña de un coste
impresionante, no ha logrado la mayoría y sigue más o menos sobre las mismas posiciones de
fa elección anterior.
El PSOE, como habíamos advertido, no ha aumentado, lo que demuestra que era falso el
montaje dei «voto útil». Más bien ha disminuido, pues el antiguo PSP no ha podido aportarle
todo lo que tuvo. Ello confirma que ese partido debe meditar sobre la necesidad de orientarse,
de una vez, hacia la socialdemocracia de tipo europeo.
El Partido Comunista ha confirmado lo que ya sabíamos sobre su militancia y potente
organización.
Los grupos regionales han avanzado, sobre todo en el País Vasco y en Andalucía.
Y nosotros no hemos logrado hacer llegar suficientemente nuestro mensaje, que sin embargo
era válido: desplazar el centro nacía el centroderecha. Ello habrá de hacerse, para bien de la
nación, incluso si algunos no llegamos a ver la tierra prometida.
Nada, sin embargo, nos impedirá servir a España desde una u otra posición. Porque sigue
siendo inquebrantable mi convicción de que sólo salvando a España podremos salvarnos ¡los
españoles.
Manuel FRAGA IRIBARNE