El programa Arias: Los objetivos y los medios
EL Gobierno que presido intenta, con su mayor esfuerzo y su mejor voluntad, sentar las bases necesarias
para que la andadura del pueblo español lleve al país, en orden y progreso, hacia una convivencia
participante...» Las declaraciones del presidente del Gobierno a la agencia United Press, pocos días
después del primer aniversario del Gobierno Arias, han venido a aclarar las dudas que pudieran existir
sobre la vigencia del programa del «12 de febrero» y sobre la firmeza del Gobierno cara a su
cumplimiento.
Afirma don Carlos Arias: «Son las leyes españolas las que fijan en cinco años mi mandato como
presidente del Gobierno. No seria honrado si no aceptara cuantas responsabilidades exige el llevarlo a
cabo hasta su término con plena dedicación de servicio al cargo y al país.» Propósito de continuidad,
pues, de un presidente de Gobierno, de acuerdo con su mandato constitucional, y sin perjuicio de las
modificaciones parciales que pudieran producirse en la titularidad de carteras ministeriales.
Pero vayamos al contenido y orientación de la política personificada por el señor Arias. Consiste —
afirma— en «actualizar la vigencia de unos principios fundamentales permanentes, buscando su
traducción exacta a las demandas de una sociedad cambiante». No creemos que nadie con suficiente eco
en la sociedad española niegue —al menos públicamente— la necesidad de transformaciones profundas
en todos los órdenes de la estructura jurídica del país. El «programa del 12 de febrero» parte de un
concepto de la lealtad al sistema —«no hay más exacta forma de actuar la lealtad que con una innovación
audaz y resuelta»— y busca soluciones tan sustanciales como sea necesario: «Se desea ir muy lejos y muy
alto.» Pero junto a ello existe una tercera característica del programa de importancia fundamental por lo
que implica: la de su progresiva aplicación, la de un posibilismo que considera las limitaciones de las
circunstancias.
El posibilismo del programa Arias ha hecho que aquél apareciera lento en su aplicación a quienes ponen
el acento en la urgencia. Pero no puede desconocerse que unas metas de evolución posibilista incluyen
necesariamente el condicionamiento de la realidad existente. Esta se sitúa entre el objetivo y los medios
para alcanzarlo.
Pues bien: entre el inmovilismo del sistema —que seria suicida— y el querer forzar el ritmo mediante un
acto revolucionario, nos parece que la tercera opción, la de intentar llenar las posibilidades evolutivas de
cada momento, es la única que ofrece en estos momentos una perspectiva de llegar al futuro sin traumas,
sin vacíos, sin situaciones que dividan al país.
En este sentido, el embajador Fraga ha asumido una posición realista tras su última estancia en Madrid.
«Más que de obstáculos —ha afirmado—, hay que hablar de complejidades naturales de la situación, y yo
espero que con ayuda de todos se vayan despejando.» Agrega el ex ministro «que existe una base seria
para hacer una asociación de amplia base en el país», que concilie estabilidad, continuidad y reformas. No
es difícil apreciar la coincidencia de fondo entre el programa de don Carlos Arias y la voluntad política
personificada por don Manuel Fraga. Creemos que en ese punto de encuentro espera y confía una mayoría
del país. Y que fuera de éste no hay alternativas válidas por ahora. Es cierto que el proceso de cambio es
complejo. Pero no podría ser de otro modo.