LA PRODUCCIÓN NACIONAL DE SUPERFOSFATOS DE CAL Y DE SALES POTÁSICAS
DEL PRIMERO ESPAÑA EXPORTO EL AÑO PASADO 83.503 TONELADAS, CIFRA QUE
PODRÍA SER INCREMENTADA
El consumo interior aumentó en 1961 con relación al año anterior
EN las Paginas Agrícolas correspondientes al día 23 de febrero último
subrayábamos el "record"
alcanzado en 1961 por la producción española de fertilizantes
nitrogenados y el aumento del 21,2 por
100 del consumo comparado con el de 1960.
Nos ocuparemos hoy dsl superfosfato de cal minera y de la potasa,
asimismo de producción nacional,
para presentar un estado de situación, tanto por lo que concierne a
entrambas industrias como a la
agricultura.
Es evidente el potencial alcanzado por la Industria de Superfosfato de
Cal Mineral, representada
actualmente por 38 fábricas, de ellas 35 establecidas en el territorio
metropolitano, dos en las islas
Baleares y una en Canarias, con capacidad de producción anual de
2.800.000 toneladas. Por hallarse en
período de construcción otras tres plantas y en fase de ampliación y
modernización las instalaciones de
otras, se prevé para dentro de cuatro o cinco años un total anual de
3.250.000 toneladas de este
ferti1izante fosfatado, considerado esencial para obtener rendimientes
agrícolas normales. En este aspecto
España se ha transformado en país exportador, y se estima que podría
concurrir al mercado internacional
con un tonelaje mayor mediante un sistema adecuado de desgravación.
Realmente, es el único fertilizante
cuyos precios siguen intervenidos, no obstante haber sido liberado el
comercio exterior e interior de los
fosfatos de cal y ácido sulfúrico, así como el nitrato de sosa, que
son materias básicas para la fabricación
del superfosfato de cal. Los precios de éste siguen siendo los que se
fijaron por la orden, del Ministerio de
Industria de 24 de octubre de 1959, precios en los que no están
incluidos los nuevos aranceles fijados para
el fosfato ni las diversas Tasas Para-fiscales y otros impuestos y
gabelas establecidos con posteriorídad,
cuestiones capitales que, a nuestro juicio, están necesitadas de una
ponderada revisión que también debía
inspirarse en la conveniencia de estimular más aún su empleo en la
agricultura.
De momento, nuestro propósito fundamental se reduce a establecer una
comparación entre los resultados
obtenidos el año pasado y los de 1960, tanto por lo que se refiere al
consumo como a la producción, pero
se ha de considerar que en ambos aspectos influyen múltiples factores,
tales como las disponibilidades
dinerarias del labrador, las condiciones meteorológicas de la campaña,
la evolución de los mercados y de
los precios de los productos agrícolas, etc. Por tanto, las
conclusiones a que se llega deben considerarse
como puramente numéricas, pues si bien es cierto que la evolución
meteorológica ha sido distinta en los
dos años a que nos referimos, ni 1960 ni 1961 fueron normales en ese
sentido.
Se recordará que comenzó 1960 con las dificultades derivadas de las
muy adversas condiciones en que
hubo quo realizar la sementera de 1959, dificultades que aumentaron
posteriormente con grave daño para
la economía agrícola y nacional. El largo e intenso régimen de lluvias
registrado en la época de siembra
de los cereales fue la causa de que quedara sin cultivo una amplísima
zona y que se perdiese 1a semilla ya
germinada en otra muy extensa superficie. Estas circunstancias
determinaron que un tonelaje considerable
expedido por las fábricas quedase inmovilizado en depósitos y
almacenes de comerciantes y agricultores,
tonelaje que, como es lógico, gravitó sobre el año siguiente: 1961.
Durante la primera mitad del año
último pesaron todavía las consecuencias de las anormalidades
atmosféricas de 1960. La segunda mitad
de 1961 resultó favorable en ese aspecto. Iniciándose y
desarrollándose la sementera en buenas
condiciones de clima y de suelo —que habían de alterarse en forma
calamitosa en la fase de transición a
1962—. Aquel período bonancible, que suscitó las mejores esperanzas,
la demanda de superfosfato creció
hasta el punto de absorber el remanente Inmovilizado de 1960 e
incrementar ligeramente las salidas de
fábrica. No obstante, éstas no llegaron al nivel que lógicamente
deberían haber alcanzado, posiblemente
porque la economía agrícola continuaba bajo los efectos de las malas
producciones de las dos campañas
anteriores
Resulta obvio señalar que aquel optimismo que en el campo imperaba en
el otoño pasado ha desaparecido
en extensas zonas porque las inundaciones y los encharcamientos han
destruido o perjudicado los cultivos
de los terrenos afectados, daños que el Gobierno se ha apresurado a
paliar o remediar con múltiples
medidas de aplicación urgente.
Este movimiento de mercancía se desglosa asi;
Salida para exportación, 53.321,6 toneladas en 1960 y 83.503,0 en 1961—aumento de 30,181,4 toneladas.
Salida para consumo interior, 1.726.504,4 toneladas en 1680 y 1.766,490,0 en 1961 —aumento de
39.986,3 toneladas.
Los totales de salidas en 1960 fueron: 1.779.826 toneladas y 1.849.993,7 en 1961. Diferencia en más en
1961, toneladas 70.167,7.
Finalmente, el movimiento de existencias en las fábricas era el 1 de enero de 1960 de 256.453,7
toneladas, y de 383.571,8 en la misma fecha de 1961, lo que ´representa una diferencia en más de
toneladas 127.117,9. Por el contrario, el 31 de diciembre de 1960 el movimiento de existencias en las
fábricas fue de 383.571,8, frente a 261.505,5 en 31 de diciembre último. Diferencia en menos, 122.066,1.
LOS ABONOS POTÁSICOS
También el consumo de sales de potasa crece de año en año en nuestro país, y se espera que esta
tendencia se sostenga no sólo como consecuencia de la plausible orientación de los agricultores a
intensificar racionalmente el empleo de fertilizantes—en cuyo sentido realiza una labor muy plausible el
Servicio de Extensión Agraria del Ministerio de Agricultura—, sino también por la ininterrumpida
transformación de secanos en regadíos, el sostenimiento o ampliación de las grandes superficies
dedicadas al cultivo ds plantas industriales, etc., etc. Se hace notar, sin embargo, que el consumo nacional
de fertilizantes potásicos es más bajo del que en realidad debiera ser, teniendo en cuenta las características
agrícolas ds la nación. A pesar de todo, está claro el avance logrado, como lo demuestra el hecho da qus
el consumo de potasa en 1960 fue de 132.000 toneladas, frente a 171.800 en 1961. Cunde en los medios
agrícolas la convicción de que los fertilizantes potásicos deben utilizarse asociados proporcionalmente a
los fosfatados y a los nitrogenados por lo que contribuyen al aumento de producción, a la mejora de la
calidad y al fortalecimiento de las plantas contra la acción de las enfermedades criptogámicas y de los
fenómenos atmosféricos desfavorables.
AGRESTE