LAS AGUAS PARA RIEGO
El anhelo del labrador e» disponer de agua para regar sus cultivos, porque la» tierras resadas producen
mayores beneficíos que las de secano, Pero a veces la realidad resulta decepcionante porque no se ha
tenido en cuenta que las aguas en relación con sus características puro riego se clasifican en cuatro
grupos: buenas, tolerables, mediocres—que exigen ciertas propiedades del suelo para poder ser
utilizadas—, y malas, Inaplicables en todo momento paro aquel fin, sea cual fuere el tipo de la tierra,
Ocurre a veces que por restar con aguas ligeramente salinas terrenos de poca permeabilidad, va
acumulándose poco a poco la sal sin que se dé cuenta de ello el agricultor. Las cosechas, en principio
exuberantes, disminuyen poco a poco hasta que llega un momento en que, debido a la acumulación salina
del suelo, este se convierta de secano mediano antes de la transformación, en un mal regadío.
Puede ocurrir también que aun estando exenta de sal el agua, la tierra tenga una acumulación salina,
incluso a profundidad mayor de la que alcanzan las raices. En este caso con los riegos frecuentes la
salinidad sube por capilaridad y puede perjudicar notablemente al suelo.
El agricultor puede librarse de éstas perjudiciales contingencias si manda analizar en un laboratorio las
aguas que se propone utilizar para riego, e Incluso el terreno hasta una profundidad de por lo menos un
metro, Las Jefaturas Agronómicas Provinciales realizan esa clase de analisis, y a la vista de los resultados
aconsejan sobre la conveniencia o no de transformar el secano en regadío. De esta manera pueden evitarse
los gastos de nivelación y demás, y las dolorosas sorpresas a que pudiera dar lugar el regadío a base de
aguas mediocres o malas.