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EL CAMPO, AL EMPEZAR LA PRIMAVERA
Los diez primeros días de la primavera no han sido estimuladores para el campo. La vida activa en el
sembrado, en la pradera y en la fronda ha estado sometida a las limitaciones del periodo de transición del
invierno a la estación del sol y de la la luz. Marzo se ha significado por su Irregularidad atmosférica, con
lo que se ha prolongado la, etapa de reposo o de letargo invernal de la vegetación, sometida a los efectos
de una verdadera convulsión de los elementos naturales, con predominio del riega atmosférico.
Esperábamos poder contemplar en estos primeros días abrileños una mutación radical del panorama
campestre, pero este panorama permanece como anclado en el tiempo. Es una estadía excesiva, de
consecuencias desfavorables y visibles para la sementera, que tiene su etapa de portentoso desarrollo en
los meses de abril y mayo. Naturalmente seguimos excluyendo las zonas profundamente maltratadas por
los grandes temporales de final de año. Con ésta excepción, la superficie triguera que se mantiene en aires
de promesa, debe seguir oscilando entre 4.100.000 y 4.200,000 hectáreas, casi en su totalidad referidas a
las siembras de otoño o de ciclo normal, que son las preferidas en nuestro mosaico climatológico. Es
lástima que los temporales de marzo hayan aumentado los daños en Andalucía occidental y en alguna otra
región, y aue el exceso de agua tenga semiparalizados los trabajos propios de esta época.
En el análisis de la situación, en todas las regiones se presta mucha atención a la forma en que se ha
realizado el empleo de fertilizantes. Al buen abonado de sementera ha sucedido otro, especialmente
masivo, de cobertera-primavera, lo que pone de manifiesto la cada vez más acentuada tendencia de los
cultivadores a intensificar esa práctica que se ha traducido en pocos años en el aumento de un 20 por 100
en la producción por unidad de superficie sembrada de trigo, y en una evidente estabilidad de los
rendimientos, antes sometidos a grandes alternativas en cuanto las condiciones climatológicas de la
campaña dejaban de ser normales. Se comprueba ahora, por ejemplo, alie todo labrador inteligente y
experimentado no espera a que las plantas reclamen, con su amarillento color, la dosis conveniente de
elementos correctores, porque entonces es ya tarde. En todo caía, los fertilizantes distribuidos en ese
trance pueden salvarlas, pero el sistema radicular, las raices, no se fortalecen en el grado que hubiera
hecho posible un abonado más temprano, ni facilita el ahijamiento, que es el que viene a incrementar la
producción del tallo matriz. La fertilización temprana de sementera, lo mismo que la de primavera en la
campaña actual—la segunda de las citadas, antes de eme se produzca, la reactivación de la vida vegetal
tras el sueño o la "parada" invernal, y no después de reactivarse con los primeros efluvios primaverales—,
son factores que promueven las esperanzas que siguen vigentes a la vista del panorama cerealista, no
obstante el exceso de humedad que los sembrados han tenido que soportar. Estos acaban de entrar en la
etapa más crítica, etapa decisiva, con una perspectiva de dos meses.
Elíseo de PABLO