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SELVICULTURA
LAS INVASIONES, LA RECONQUISTA, LA DESAMORTIZACIÓN Y OTRAS CAUSAS
ALTERARON PROFUNDAMENTE LA FISONOMÍA FORESTAL DE ESPAÑA
Solamente por la acción desamortizadora fueron arrasadas cuatro millones de hectáreas
Abnegada lucha de ios ingenieros de Montes para sustraer zonas boscosas a la acción devastadora
Retorno a lo forestal: más de un millón cuatrocientas mil hectáreas de nueva repoblación desde 1939
Por ELÍSEO DE PABLO
ACERCA de la deforestación de España, y de la necesidad imperiosa de repoblar o, mejor dicho, de
imntener sin descanso la "batalla de la reforestación" iniciada por el Ministerio de Agricultura cuando
apenas se había extinguido el estruendo bélico de la gesta liberadora del país, so ha escrito mucho, con un
confortador sentido de unidad de pensamiento por lo que se refiere a enaltecer la política que persigue el
fin de restaurar el arbolado en las regiones u zonas devastadas. ¿Quién que haya recorrido el campo
español no ha sido alguna vez testigo de una escena semsiants a la que se refleja en la anécdota clásica del
árabe que se encontraba solo en un monte bajo del norte de África? "Soy un cabrero"—contestó a quien le
interpeló—. Y para demostrarlo dio unas palmadas. En el acto empezaron a reunirse en torno a él las
cabras que estaban subidas en los árboles comiendo las hojas tiernas. Por supuesto, no pretendemos
centrar sobre esa voracísima especie animal la causa de todos los malas determinintes de la
defortestación, pero no deja de resultar elocuente como expresión de la suicida ignorancia popular, en
tiempos no muy lejanos todavía, respecto de la importancia que el bosque tiene en la conservación de la
tierra vegetal y de los manantiales, en la moderación del clima, etcétera, etc. Por orden cronológico se
señalan, en el trabajo sobre 1a historia del bosque en España, las etapas de devastación por que ha pasado
y los reiterados intentos de contener el estrago, hasta llegar a la segunda mitad del siglo XIX, en que de
los 24 millones de hectáreas aptas únicamente para vegetación arbórea, sólo la tercera parte estaba
cubierta dé arbolado en distintos grados de conservación. En esa media centuria se pusieron los primeros
jalones para la reivindicación del suelo pelado por la nda, a los que sigue, ya en los primeros os de la
actual centuria, la creación de Divisiones Hidrclógico-Forestales que se estran con gran impulso
repoblador, ro tropiezan con dificultades por la escasez de las asignaciones estatales. Luego, en 1935, se
constituye el Patrimonio Forestal del Estado, también con el propósito de reavivar la política de
reforestación y conservación de nuestra riqueza arbórea. Un año más tarde se produciría el Movimiento
Nacional, durante el cual las masas forestales de las regiones que quedaron bajo el dominio de la anti-
España sufrieron los efectos del furor destructivo que imperó en esas campiñas hasta que se restableció la
paz.
Con esta paz interior se emprende, con bríos inéditos, la política repobladora por el Patrimonio Forestal
del Estado que es, a partir de 1339, cuando se reorganiza y comienza a actuar. Una comisión de técnicos
somete a la aprobación de la superioridad un plan general de repoblación de 5.678.625 hectáreas en un
período de cien años, a razón de 57.009 hectáreas per anualidad. Parecía un plan ambicioso en extremo,
sobre todo si se establecía una comparación con los qus estaban trazados en otros países. El de Francia,
por ejemplo, era de 600.000 hectáreas de tandas en un siglo: el de Italia, 700.000 en el mismo período; el
da Estados Unidos. 710.080 en ochenta años, y el de Gran Bretaña, 10.000 por anualidad. Al terminar
1960, la superficie repoblada en España era de más de 1.400.000 hectáreas, si a las repoblaciones del
Patrimonio Forestal del Estado sumamos las realizadas por otros Servicios de la Dirección General de
Montes. El gráfico que publicamos en estas páginas es particularmente expresivo al respecto. Tal es el
formidable empeño del nuevo Estado: más árboles, mas sombra, más pastos, más ganadería, clima más
húmedo, regularización de los vientos, modelación de las temperaturas extremas, aumento de fauna, más
tierra vegetal, menos erosión empobrecedora, mayor riqueza general, en fin. Todo esto, en síntesis, es lo
que la España actual quiere para las presentes y para las futuras generaciones.
E, de P.