La bandera andaluza y las memorias de Queipo de Llano
¡Díos mío, la que se está armando con esto de la bandera regional! Se está enredando la
polémica, sin que nos demos cuenta de que la bandera es símbolo indiscutible de Andalucía, y
que lo primero que es preciso conseguir es la creación de una conciencia regional, cosa difícil a
juzgar cómo comienzan ya a discutir las distintas «partes» para asegurarse la capitalidad. Creo
haber contado ya como Granada recela del centralismo de Sevilla; cómo Málaga, a su vez,
desconfía de Granada; cómo Córdoba se alza con su evidente señorío como rectora de lo
andaluz... Creo que hace falta mucha humildad para ir montando una atmósfera de unidad, ya
que en esta región no existe un hecho di-ferencial, como pueda serlo te lengua en Cataluña,
País Vasco o Galicia, o un sentimiento de regionalidad indiscutible, como pasa en Valencia,
Baleares o Conarias. (Y en Canarias hay una fuerte rivalidad entre las dos provincias, entre Las
Palmas y Tenerife.)
Repito que si existiera esa mental ir dad regional, la bandera vendría «por sus pasos contados»
a coronar un proceso político que tampoco sabe nadie bien cómo va a cuajar. La autonomía
fue, en un principio, patrimonio ideológico de los socialistas de ASA, de los de Rojas Marcos y
Uruñuela, par ra entendernos mejor. Después, no hubo grupo que no revindicara esa
pretensión con mayor o menor fogosidad. Que desean la reglonalización otros
partidos (de izquierda, de centro, e incluso de derecha) es cosa olvidada por sabida. Algunos
postulan esa au-tonamía como encaje de un estado regional —tal ocurre al Partido Social
Liberal de Andalucía y al Demócrata de Andalucía, este último unido a la Federación de
Partidos Liberales y Demócratas que preside Garrigues Walker—; otros llevarían la autonomía
más lejos, hasta ese riguroso «Poder Andaluz», que propugna el Partido Socialista de
Andalucía (antiguo ASA).
De cualquier forma, la autonomía y la bandera son temas que no deberían tratarse con
precipitación. Presionar, como en el caso de la enseña regional está haciendo la llamada
Oposición Democrática, podría inducir a pensar que la bandera blanca, verde y blanca re-
presenta una determinada opción política, en vez de ser el símbolo respetado y querido de
todos los andaluces. Creo que los Ayuntamientos y Diputaciones de la región tienen problemas
mucho más importantes que resolver que éste de la bandera.
Nicolás Salas, que ha sido uno de los más ardorosos defensores, decía el otro día en las
páginas de «ABC»: «Los antecedentes» inmediatos del uso de la bandera blanquiverde son de
sobra conocidos: el acuerdo andalucista de 1918, donde se aunan voluntades hasta entonces
dispersas; la guerra civil, que justifica, en su momento, la prohibición de ciertos símbolos, y, por
último, el reencuentro con el pasado a través del noble gesto de la Feria Iberoamericana de
Muestras, que izó la enseña regional después de cuarenta años de ausencia." Y luego advertía
que había, en torno a) tema, actuaciones que debían denunciarse, como por ejemplo, los
intentos de convertir la bandera andaluza en símbolo de una ideología izquierdista o
complicarla en manejos separatistas.
las Memorias de Queipa de llano
Parece ser que hay cierto revuelo sobre la existencia de las Memorias de Queipo de Llano.
Fuentes cercanas a la familia confirman que, en efecto, el general dejó un buen rimero de folios
escritos a máquina, a un solo espacio, donde volcó sus recuerdos de conspiración y de su
actuación en Sevilla en los decisivos días de julio de 1936. Tengo entendido que Queipo de
Llano comenzó a escribir esas Memorias en sus días de exilio en Roma —1940—, a donde fue
a parar por culpa de su claro discurso pidiendo una laureada que tenía bien ganada para sí por
su actuación en las horas cruciales del 18 y del 19 de julio del año citado. De todo eso mucho
sabe don Ramón Serrano Súñer, entonces Ministro de la Gobernación, qué se hallaba en
Sevilla, el 18 de julio de 1939, acompañando al conde Ciano, cuando Queipo de Llano se lanzó
con su verbo brioso y elocuente a contar verdades. El único periódico que al día siguiente
publicó entero el discurso fue el «ABC», de Sevilla. A su director, don Juan Carretero y Lúca de
Tena, le costó el puesto. Por orden del Ministro de la Gobernación fue sustituido por Ignacio
Catalán. El general se vio obligado a aceptar una misión diplomática en Roma, que duró poco
más de dos años. En la biografía escrita por Antonio Olmedo y el general Cuesta Monereo (que
fue jefe del EM de Queipo), este incidente fue descrito muy velada y prudentemente. Eran otros
tiempos, claro.
La televisión soviética rueda en Andalucía
Un equipo de la televisión soviética anda por tierras andaluzas buscando imágenes para un
reportaje titulado «De Sevilla a Granada». Al frente de la «troupe» viene un destacado cronista
de la TV de la URSS, Wladimir Dunaef, aunque la dirección técnica la ostenta Igor Fessunenko,
corresponsal en Lisboa de la televisión soviética.
Aunque la idea de rodar este servicio data de hace más de un año, hasta ahora, cuando se
establecieron las relaciones diplomáticas entre Madrid y Moscú, no fue posible hacerlo.
«Querernos —ha dicho Igor Fessunenko, que habla muy bien el español, aunque con acento
portugués— mostrar, mediante un relato objetivo, la vida del pueblo andaluz: cómo vive, cómo
trabaja, cómo se divierte.» Porque resulta que en Rusia, como en el chotis de Lara, «se piensa
mucho en ti».
Francisco NARBONA
(Sevilla)
Domingo 20 febrero 1977