FELIPE
Aquí están. Son Felipe, Carmen, Pablo, David y María. Es la familia González, que pronto puede
olvidarse de la libertad para vivir en el palacio de la Moncloa, por obra y gracia de la victoria socialista en
las próximas elecciones. Están apurando los últimos momentos de vida privada. A partir del 28 de octubre
van a meterse de lleno en los laberintos del poder. Diario 16 ha entrado en su vida.
Sevilla — «Desde luego, yo quiero seguir trabajando, aunque Felipe sea presidente del Gobierno.» A
Carmen Romero se nota que no le gusta el papel que se le viene encima: esposa-objeto del presidente del
Gobierno. «¿Pero no va a ser muy difícil?» «Yo lo voy a intentar.» Y dice sinceramente que no es por dar
una imagen más moderna de su papel. «No lo hago por eso.» Más bien no quiere tener papel.
Rehuye las fotos. Sonríe pero, instintivamente, se aparta cuando ve acercarse una cámara. Es como si tu-
viera «alergia» o quisiera evitar lo inevitable. «Haré lo que tenga que hacer.» Sabe que Felipe está
prácticamente abriendo la puerta de la Moncloa y se sacrificará. Aunque pierda una buena parte de su
independencia. Son las servidumbres del poder.
En marcha
Ahí está Carmen, cada mañana temprano, en el superautobús electoral, con su propia escolta, dispuesta a
hacer la campaña con Felipe. Acompaña, pero no se le nota. Porque el secretario general del PSOE suele
aprovechar para trabajar en ruta y no queda demasiado tiempo para hablar.
Dicen los que la conocen que es una mujer tímida y lo cierto es que cuando te acercas, pese a su
amabilidad, notas que prefiere no aparecer en la prensa. En los mítines, ningún lugar destacado. Nada de
jugar a mujer del secretario general. Suele estar abajo, detrás del escenario, sin que se la note.
En Lora del Río, tanto anonimato, tanta discreción llegó a la anécdota. El servicio de orden, sin conocerla,
la echaba de todos los sitios y, al final, tuvo que refugiarse en un lateral del escenario, con los bailes
tronándole en los oídos. Otras veces prefiere quedarse detrás del escenarlo. Charla con algunos amigos y
renuncia a cualquier protagonismo. Anteayer, sus hijos se empeñaron en viajar «en el autobús de Perú», y
tras el mitin de Jaén, en Montoro —a las tantas de la noche-— Carmen se quedó en el autobús con María
—la hija pequeña que estuvo a punto de soportar la «fiebre» democrática y llamarse Constitución para
toda la vida— que estaba dormida.
En casa
Por primera vez, la familia del candidato se ha puesto ahí, para los fotógrafos. En «La Arboleda», el
chalet donde vive la hermana de Felipe, en Dos Hermanas —junto a Sevilla— se ha obrado el milagro.
Las fotos de una familia que, después de muchos años de política, está a punto de llegar a la Moncloa.
Un gran salto: de un piso de ciento y pocos metros con cuatro habitaciones y un salón pequeño en el
madrileño barrio de La Estrella, a un palacio en el centro del poder político.
Los González han estado aguantando en la casa de Pez Volador, no se sabe si por imagen o porque sí,
pero ía vendad es que si Felipe no llega a la Moncloa, habrá que ir pensando en un cambio, porque el piso
ya se ha quedado pequeño.
Pablo, el hijo mayor de Felipe y Carmen, todavía no lo tiene muy claro. Está como loco con «Lea» —una
perra San Bernardo que le regaló Sir Cámara y abulta más que él, aunque sólo tiene diez meses— y el
salto de su padre le abre las puertas. «Como no puede estar en casa, nos la tuvimos que traer a Sevilla y
me la cuida mi primo
Texto: Alberto ANAUT Fotos: Enrique CANO, enviados especíales
Carmen quiere seguir trabajando cuando Felipe sea presidente del Gobierno.Da clases de Lengua y
literatura en un Instituto de Enseñanza Media
Felipe», un chaval que anda, más o menos, por sus mismos diez años.
De modo que para este chico —espabilado y simpático— «el cambio» tiene un significado distinto que
para su padre, llegar a La Moncloa puede ser, para él, la posibilidad de estar todo el día con «Lea» al lado.
Aunque no debe ser sólo eso. Porque el otro día, Pablo no se perdió ni una palabra de los dos mítines en
los que acompañó a su padre. Tras el escenario en el auditorio de Jaén o en medio del ruedo de Montoro,
mezclado con la gente y bajo la atenta mirada de un escolta, Pablo anda ya a su edad metido en política, a
su manera.
David es otra cosa. Va más a su aire y «pasa» de su padre. Quería oírle, pero a los diez minutos andaba
armando bulla. Dice, imitándole en el habla, que está de cachondeo. A sus ocho años, se divierte haciendo
la petaca al secretario general del PSOE, cuando llega desfallecido de dar tres mítines por media
Andalucía. «Tiene coña la cosa no te creas», comenta Felipe, que como respuesta recibe el aviso de que
esa noche le ponen un petardo en el puro. No he podido confirmar si el «sacrilegio» de cargarse un
cohibas llegó a consumarse.
El fútbol
David es de la Real Sociedad y no hay nada más que hablar. Arconada y López Ufarte son suficientes
argumentos. A su hermano Pablo le va más el Betis. De modo que hay fiesta mayor cuando al abrir los
sobres de cromos aparecen Gordillo y Cardeñosa. «¡Jo! Son los mejores.»
A Carmen —experta en Filología inglesa, profesora de Lengua y Literatura en un Instituto de Enseñanza
Media y consumada guitarrista, se ve que no le gusta el fútbol. Manda a María —que pronto va a cumplir
cuatro años— a comer y se entretiene viendo cómo Felipe hace malabarismos con una pelota, «aunque
todavía —dice Felipe— me duele el pie».
Los chavales también juegan lo suyo y un amenazante pelotazo de Felipe «¿Va para ti, Carmen!», acaba
obligando a un fotógrafo a echarse al suelo. Felipe dice que ya se notan los años y Carmen se parte de
risa, acordándose de que después de auqel célebre partido entre parlamentario y periodistas, estuvo tres
días baldado con dolor de costado por una estirada, en la que fue más allá de sus posibilidades. «Te
notas —dice Felipe— como un saco de huesos.»
Ahí están. Carmen habla poco y se hace la foto «oficial» con pantalones. Los chavales dan la impresión
de que no se tienen creído lo de su padre y María, la pequeña, alterna las caricias de Felipe con las de
Carmen Romero, sin perder ocasión de tirar alguna que otra patadi-Ha. ¡Clic! iCIac! Misión cumplida.
Aquí están los señores de González. El próximo retrato de familia tal vez´sea en la Moncloa.