Adolfo Suárez abrió la campaña del CDS en las provincias vascas
Los tambores del golpe parecen ahuyentar el «voto del miedo»
BILBAO (Carlos Dávila, enviado especial). Los tambores del golpe parecen estar ahuyentando
el «voto del miedo». De modo que con los anuncios de la nueva involución, sus autores van a
conseguir todo lo contrario a lo que pretendían: que la gente vote. Y lo digo desde una tierra, el
País Vasco, especialmente machacada, donde las urnas están sometidas al permanente y
brutal acoso terrorista. En Bilbao, donde vivo la jornada previa a esta decisiva campaña
electoral, la lluvia ha mojado los primeros carteles preparados para llenar las fachadas de todas
las calles. Los partidos, aquí y en toda España, han echado el resto, a pesar de que sus líderes
digan —más que nada para curarse en salud— que la convocatoria les cogió desprevenidos.
¡Cómo si no esperaran la decisión de Calvo Sotelo!
Fraga, con el que pude estar las pasadas horas de la precampaña, ni toma vitaminas, ni guarda
regímenes dietéticos. Sus esperanzas, él que nunca acepta profecías, son rebasar con mucho
el 11 por 100 que le atribuye la conocida y última encuesta del PSOE, un partido que se
confiere asimismo el 33 por 100 del electorado, proporción que puede significar la mayoría
absoluta si, como decía al principio, el golpe tiene por mejor consecuencia electoral la
promoción del voto. ¡Menuda jugada han hecho los golpistas! Más dudoso y discutible es
conocer a quién favorece, si es que favorece a alguien, el acto anticonstitucional de los
coroneles. Mi opinión objetiva es que las únicas beneficiarías serán las urnas. Luego, los
números cantarán, los números que, según los sondeos postreros, no son buenos ni para UCD
ni para el CDS de Adolfo Suárez, con el cual he comenzado la campaña electoral en el País
Vasco.
Los dineros del CDS son evidentemente escasos: hasta para viajar se nota. A Suárez le
acompaña el afable Jesús María Víana y un solo escolta. Este es todo el séquito, que le basta y
le sobra para encontrarse a gusto en reuniones más o menos —más bien menos— populares.
Suárez ya ha ofrecido en San Sebastián su primera conferencia de Prensa y ha insistido en la
que parece ser su gran idea de campaña: el «pacto de Estado», una reedición aligerada de los
pactos de la Moncloa, que tendrán poco éxito en esta ocasión, en primer lugar porque la mejor
de las encuestas le confiere al ex presidente el 2 por 100 de las voluntades de votos, y con tan
menguado porcentaje poco o nada se pueda proponer; y, en segundo, porque no pueda haber
acuerdo entre su partido y los demás (sobre todo, con tos de la derecha) en temas tan
fundamentales como la crisis económica o la política exterior.
SUÁREZ PIDE CONSENSO.Tiene, sin embargo, razón Suárez al decir que España no esta
para muchos enfrentamientos y que, si pretendemos estabilizar el sistema, bueno será
ponernos de acuerdo en puntos básicos para la gobemabitídad del Estado. Suárez lanza
permanentemente un cable de entendimiento a los socialistas, para ver si consigue ablandar
sus corazones políticos y así repite, una y otra vez, sus concordancias económicas con el
PSOE en asuntos clave como el paro.
«Ellos prometen 200.000 puestos de trabajo al año y nosotros, 170.000». La diferencia, como
se ve. no es demasiada, por eso se supone que, de tener éxito la idea suarista, encajará en las
previsiones socialistas, cuyo líder, Felipe González, ya ha dicho que para gobernar este país
hecen falta por lo menos diez años de consenso. O hasta el año 2000 que, casi, casi, da lo
mismo. El consenso, que tanto separó a Suárez y González en otras épocas, les vuelve a unir
ABC
El índice de abstención en el País Vasco podría rondar el 30 por 100 ahora. Milagros de la
política que la razón debe entender.
Aquí, en el País Vasco, se vive aún la resaca de la presentación del programa común de
centro-derecha, una coalición a la que no se prometen buenos resultados, porque aquí los
votos tienen una prefijación casi inamovible. Arrasa, por lo menos en presencias, el PNV, cuyo
líder, Xabier Arzallus, ha hecho en Madrid y en Televisión el primer gesto reconciliador que se
recuerda en muchos años. Nadie olvide este gesto, porque puede ser anuncio de un cambio de
actitud en la nueva legislatura que se inaugura en noviembre. Es pronto, sin embargo, para
suponer, como hacen algunos, que el PNV «calzará» con sus escaños posibles mayorías
parlamentarias o Gobiernos de coalición. Ya se sabe que los nacionalistas vascos son reacios
a firmar acuerdos con vocación de permanencia. Arzallus ha protagonizado ya la primera esca-
ramuza con el socialista Enrique Múgica. Ambos han aceptado un debate radiofónico en el que
prometen sacar cuantos trapos sucios conozcan uno del otro. Al parecer, conocen muchos, con
lo cual la diversión de tos sarcásticos está asegurada. Para abrir boca, Arzallus ha recordado a
Múgica sus relaciones con Alfonso Armada, recuerdo que no le ha hecho ninguna gracia a
Múgica, que ha contestado algo así: «Arzallus es un truculento»; nada demasiado imaginativo.
LA DUDA «ABERTZALE». Suárez presenta su candidatura, el programa y su lista vizcaína en
el mismo salón y en el mismo hotel que lo hizo horas antes Herri Batasuna. ¿Qué conseguirán
los «abertzales»? Se las prometen felices, pero los resultados son inimaginables, aunque mi
particular parecer, después de haber hablado con Garaicoechea, centristas y socialistas
vascos, es que, desgraciadamente, la coalición radical no descenderá notablemente y, si
acaso, se mantendrá.
Estas elecciones son distintas. Tanto que serán las últimas hechas en la opulencia. Los
partidos gastarán sin cuento y, eso sí, de forma discreta, porque nadie anuncia las cifras reales.
El que más, asegura que no pasa de 1.500 millones de pesetas, aunque se supone que tanto
Alianza Popular (que confiesa 1.200) como el PSOE (que se queda en 1.100), como UCD (que,
más generosamente, revela un dispendio de 1.800) rebasan con creces estas cifras destinadas
a convencer a tos 26 millones de españoles que podremos votar el día 28.
ABSTENCIÓN. La abstención, disminuida a prtori por las consecuencias del golpe frustrado,
podría rozar el 30 por 100, un aceptable porcentaje si se tiene en cuenta que los errores del
censo (todavía escalofriantes), las enfermedades y tos imponderables de última hora engordan
hasta el 15 por 100 la llamada «abstención técnica».
El PSOE, que empieza hoy mismo lo que supone una campaña triunfal (García Damborenea
ha dicho en Bilbao: «El día 28, España será una romería»), hace continuos adelantos de su
programa, sin utilizar siquiera el condicional precautorio; de modo que ya dicen los militantes
socialistas: «Cuando nosotros gobernemos»..., en vez del más cauto: «Si llegamos a
gobernar». Ninguna prudencia, pues, en el día del «txupinazo» electoral. La salida se ha dado
en las elecciones más importantes de nuestra democracia, asustada todavía por el fantasma
recurrente y pesadísimo del golpe.