OPINIÓN
SÁBADO 9-10-82
Tres problemas del socialismo
La supuesta moderación tiel programa del PSOE
A la declaración institucional de la CEOE pidiendo el voto consciente de los españoles ha seguido la
difusión informativa de un documento interno de trabajo distribuido esta semana a las organizaciones
territoriales de la patronal española, que analiza los conteni-Jos concretos del programa socialista, cuyos
principios orientadores habían merecido la primera vez sólo una valoración crítica de carácter general.
Las conclusiones que se extraen del estudio del programa del PSOE son de dos tipos: Una formal al
afirmar que es «difuso, profuso y contradictorio», y otra material y de fondo sobre la que queremos
centrar nuestro comentario. La primera advertencia del análisis y de sus correpondientes conclusiones se
refiere a la obsesión existente sobre el supuesto carácter moderado del programa socialista. No hay tal
moderación en el propio sentido de que el cambio que se postula tanto para la economía como para la
sociedad españolas no es un cambio ni una modificación graduales como los abanderados históricamente
por las socialdemocracias europeas. Se trata, realmente, de un proyecto de cambio cualitativo de modelo
económico, de articulación social e incluso de modificación del marco institucional.
El reconocimiento de la habilidad con que los redactores del programa han difuminado lo medular de su
proyecto revolucionario no impide advertir, si se analiza rigurosamente como la CEOE lo ha hecho, que
las fragmentaciones programáticas de tales objetivos sólo prueba esa habilidad política o propagandística,
pero no demuestra la pregonada moderación. Certifica justamente lo contrario. ¿De qué pueden valer
como medidas de moderación las renuncias programáticas a las nacionalizaciones —exceptuada la que
concierne a la red eléctrica de alta tensión— si en la misma oferta programática se incluye la práctica
implantación del sindicalismo como herramienta del Gobierno para coartar y limitar la soberanía
empresarial? ¿A qué quedaría reducida la libertad de enseñanza, una vez derogado el Estatuto de Centro y
sustituido por un sistema asambleario en el que el derecho de los padres habría de ceder ante las mayorías
fabricadas por el activismo de las bases militantes?
Subrayar la evidencia de que el programa del PSOE no es un programa moderado no supone una
descalificación de la propuesta socialista. En democracia, sobre la claridad de los programas, sólo valen
las descalificaciones que hacen los electores. Y por esa misma razón no resultan de recibo las reacciones
socialistas al análisis que de su programa ha hecho la CEOE, concretamente, la especie de que la patronal
española usa un doble lenguaje: el moderado que correspondería a los niveles dirigentes y el de los
sectores «duros». Sólo les ha faltado decir que la dureza es la de las bases empresariales para que el
argumento, como una imagen reflejada en el espejo, resultará el mismo que la crítica que con todo fun-
damento se hace al PSOE: la postura moderada y la palabra suave de su máximo dirigente en las grandes
comparecencias públicas y el programa para las bases militantes, «confuso, profuso y contradictorio» en
la forma e inmoderado y revolucionario en el fondo.
Señalemos finalmente, después de anotar la presteza con que un colega de la mañana destacaba la
reacción socialista al documento de la CEOE, la falsedad de tal reacción pretendiendo denunciar que sólo
la patronal se «haya convertido en el único partido que se enfrenta al PSOE en estas elecciones». Ni la
patronal es un partido ni tampoco es cierto que el programa socialista no haya tenido réplicas fuera de la
CEOE. Mal está, como ya tenemos dicho, que el señor González Márquez se niegue a contrastar su
programa, por ejemplo, con el señor Fraga. Puede entenderse que no confía bastante en sus personales
capacidades dialécticas. Pero que nieguen los socialistas la existencia electoral de la opción liberal
conservadora, que es algo más que una réplica al programa del PSOE, parece demasiado.