NACIONAL
9-octubre-82/Diario 16
Nuevo en esta plaza, inició su campaña electoral en Galicia
LANDELINO LAVILLA
El debut de un líder Landelino Lavilla es nuevo en esta plaza. Acaba de iniciar su primera campaña
electoral como candidato a la presidencia de Gobierno. Y busca su oportunidad junto a los otros cuatro
primeros espadas del cartel de siempre. Galicia ha sido una piedra de toque a la que seguirá el País Vasco,
Canarias y un largo etcétera de veinte días en busca de la alternativa. El respetable, el soberano pueblo
español, juzgará el 28-O.
Santiago:
Francisco Javier GIL, enviado especial
De todas fas opciones políticas con implantación estatal, UCD es la única que comparece con un líder
renovado. Para Felipe González, el secretario general del PSOE, es éste el tercer intento por escalar el
palacio de la Moncloa, cuya titularidad consiguió por dos veces Adolfo Suárez, que ahora concurre al
frente del CDS, su nueva escudería política.
Santiago Carrillo y Manuel Fraga también repiten encabezando sus respectivas formaciones políticas, el
PCE y AP.
En cambio, Landelino Lavilla acaba de debutar como líder de un partido, la UCD, que se había quedado
poco menos que en el chasis, donde todo parecía indicar que sólo faltaba apagar la luz y cerrar la puerta.
Y, sin embargo, el nuevo jefe centrista puso ilusión y fe en la antigua marca, sentó las bases para una
UCD renovada y empezó su reconstrucción desde los cimientos, como si naciera de sus cenizas. Es la
UCD de Landelino Lavilla.
De Lavilla se tiene una imagen prácticamente institucional, de hombre moderador, arbitro y juez res-
petado por todos los partidos del repertorio parlamentario, desde su tribuna privilegiada de la presidencia
del Congreso de los Diputados.
Hace meses, las circunstancias acaecidas en su partido hicieron que Landelino Lavilla asumiera la
máxima responsabilidad y desde hace unos meses encarnara el liderazgo y encarnara la reflotación de la
UCD con vistas a las próximas elecciones.
Desde hace semanas, en compañía de su mujer, Juanita —su primera y más decidida «fan»—, el líder de
UCD recorre las tierras de España predicando la «buena nueva» centrista en la que él cree sin vacilación:
su partido existe, se mueve, vive, crece y puede ganar, «porque, según las encuestas, el electorado español
es sociológicamente de centro», repite.
Y lo afirma una y otra vez ante los distintos auditorios, mientras grita y se desgañita, gesticula, enarca las
cejas, se enciende, se extasía y cierra el párrafo brillante, retórico y barroco anegado por los aplausos de
sus incondicionales, en tanto que dispara la lengua como un látigo para lubricar sus resecados ¡abios.
Pero Landelino no descompone su figura ni ante el parado que le hace frente en Redondela (Pontevedra),
ni cuando los hombres de Fraga aturden con sus altavoces el comienzo del mitin centrista en el Pabellón
de Deportes de Orense.
Apenas si puede encontrarse en sus múltiples manifestaciones descalificaciones directas personales.
Escasa referencia al CDS de Adolfo Suárez —«nadie se ha llevado las esencias del centro»— y algo más
abundantes para Manuel Fraga, su principal rival en Galicia, o para los tránsfugas centristas hacia la coa-
lición con AP: «son unos hipócritas, porque o mentían cuando apelaban a la unión de los afines o mienten
ahora rompiendo la unión con los afines de su propio partido».
Ni los muchos kilómetros, ni las largas intervenciones en mítines, debates.
coloquios y ruedas de prensa fatigan al líder, que no ha perdido ni un solo gramo de su peso y asegura
encontrarse perfectamente en forma.
Tal vez se resienta un poco de la garganta, que cuida con un café con leche posterior a alguna in-
tervención.
Pero le anima y reconforta la fe de los asistentes, las pancartas de sus correligionarios, los gritos espontá-
neos del público y, sobre todo, el cariño de su mujer, quien le obsequia con un beso al final de cada inter-
vención y es, casi siempre, la primera en aplaudirle.
Doña Juanita dice siempre no querer tener ningún protagonismo, aunque, al final, accede a charlar es-
pontáneamente con los periodistas. Les cuenta cómo se conocieron, cuando estudiaban Derecho, en la bi-
blioteca de la Facultad.
Y sabemos que no es la única mujer que siente devoción por Landelino Lavilla. El presidente de las Cor-
tes ha venido recibiendo, hasta no hace mucho, telegramas encendidos de una admiradora, según comenta
uno de sus más estrechos colaboradores.
El pasado jueves, sin ir más lejos, al término del mitin celebrado en el Pabellón de Deportes de Orense
con el que ponía broche final a su estancia en Galicia, la comitiva, formada por los coches del matrimonio
Lavilla, sus escoltas, el ministro Pío Cabanillas y miembros de la candidatura provincial, se llevó una sor-
presa.
Un coche ajeno a la caravana se cruzó a la altura del vehículo de Lavilla, y ante el susto inicial surgió un
grito de «guapo» proveniente de una mujer.
Pío Cabanillas no pudo por menos y dijo algo así como «presidente, creo que me puedo atribuir el
piropo, porque no tendré otra ocasión semejante».
Por cierto que se echó de menos la intervención del ministro, cabeza de candidatura provincial centrista
en el mitin de Orense, pero Pío ni eso. Sin embargo, se pudo apreciar cómo el político escuchaba
embelesado a su nuevo líder y repetía verbalmente una a una las palabras de aquél.
Al final, cuando los equipos de megafonía inundaban el Pabellón con los sones del himno gallego, se veía
al ministro cantar y alguna lengua maliciosilla apostaba con seguridad: «Pío es capaz de saberse el "hit
parade" de los himnos con éxito tanto del pasado como del futuro, por si acaso.»
Ayer, a primeras horas de la mañana, el nuevo líder de UCD, Landelino La villa, abandonaba Galicia
En el aeropuerto de Labacolla, en Santiago de Compostela, coincidió con Antonio Garrígues, el secretario
general del Partido Demócrata Liberal.
Lavilla contó a Garrígues su experiencia de campaña en Galicia y un deje de añoranza le crecía al líder
liberal, aparcado en la línea de boxes de la carrera electoral, precisamente marginado por algunos de los
hombres de UCD.
Y mientras los periodistas acosaban con preguntas a Landelino, sentado en una butaca de clase turista, a
bordo de un avión de Iberia con destino a Madrid, el liberal Garrigues, dos filas más atrás, aprovechaba el
vuelo a nueve mil metros de altura para, mientras estábamos en las nubes, dormir, tal vez soñar.